La junta terminó, mi abuelo comenzó a tenderle la mano a cada directivo para despedirlo, al tiempo que cada uno pasaba a mi lado para felicitarme por mi próximo matrimonio. Mientras que yo, había comprobado finalmente que todo esto, no era un sueño, sino que estaba en una situación muy real.
¿Cómo? Pues, luego de todos los anuncios hechos por mi abuelo, cuando me recuperaba de la pálida y la perdida de aliento, escondiendo las manos debajo de la mesa, comencé a pellizcar varias veces mis rollitos de grasa, justo en esos puntos que es donde más duele un pellizco, ¡Y sí que resultó doloroso! Lo que, para mi desgracia, confirmaba lo que temía, no se trataba de un sueño sino de una horrible realidad.
Las despedidas se extendieron y yo necesitaba salir de allí, terminar con ese suplicio, debía hablar seriamente con mi abuelo, tenía que aclarar todo lo más pronto posible, a solas. No sería capaz de decirle la verdad frente a todos los socios, sería humillante.
Porque ahora, no se trataba nada más de confesarle la verdad a mi abuelo sobre mi rompimiento con Mike, sino que, todo lo dicho en la junta sobre mi matrimonio imaginario, en poco tiempo, el chisme sería regado como pólvora por toda la empresa y cuando estallase la verdad, yo resultaría chamuscada.
No solo tendría que ver la decepción de mi abuelo al enterarse de la verdad, sino que, además, terminaría humillada públicamente.
Cerré mis ojos con fuerza, apreté mis puños, un escalofrío recorrió mi cuerpo al nada más imaginarme ese escenario. Justo cuando, una voz conocida me hizo salir de mi abstracción.
— Oh, Señorita Golf. — Abrí mis ojos y vi una mano tendida frente a mí, levanté la vista, se trataba de Alex, estaba allí, serio, erguido, inalcanzable. Estiré mi mano con timidez para estrecharla. — Entonces, ¿Está comprometida? — Preguntó apretando la mandíbula. ¿Estaba enojado por mi compromiso?. — Porque, me encantaría ser uno de los primeros en felicitarla.
Sentí cierto dejo de sarcasmo en esa última frase. Lo miré a los ojos y en ellos vi una nota de molestia. Entendí, era obvio que ese comportamiento se debía a nuestro reciente encuentro íntimo, seguramente me creía una vil mujer infiel.
No pude responder, de hecho, bajé la vista nuevamente y solté su mano con rapidez, no pude darle la cara por más tiempo, la vergüenza comenzaba a quemarme por dentro, seguro debía estar roja, siendo mi piel tan blanca.
— No, todavía no está comprometida. — Respondió mi abuelo, a la falta de mi respuesta. — Pero de hecho, anoche mi nieta y su novio, celebraban su segundo aniversario, así que, estoy seguro de que el anuncio del compromiso y el matrimonio, será próximo. — Concluyó lleno de orgullo.
«¡Hay por Dios! ¡Para completar!». Ese era el día para que, por primera vez en mi vida, viera a mi abuelo aprendiendo a ser impertinente.
Alex quedó perplejo ante la afirmación de mi abuelo: “anoche mi nieta y su novio, celebraban su segundo aniversario”, la cual también hacía eco en mi cabeza al recordar lo que en realidad estuve haciendo la noche anterior con Alex.
Sude frío, cerré mis ojos con fuerza rogando un milagro, suplicando porque la tierra se abriera en ese preciso instante y me tragara de un golpe, ese momento no podía ser más vergonzoso.
— ¿Abuelo?. — Murmuré llamando la atención de mi abuelo, él volteó inmediatamente. — Necesito hablar contigo a solas. — Agregué en un susurro.
— Esté no es un buen momento, Ava. No seas grosera. — Murmuró mientras Alex y su padre esperaban frente a nosotros.
— Lo siento. — Aclaré frente a los tres hombres. — Es que no me estoy sintiendo bien, yo… — Mi abuelo pareció entender, me pasó una de sus manos por mi hombro con calidez.
— Te llamaré para verte en mi oficina en cuanto me desocupe. — Indicó al escudriñar mi expresión. — Ve a tomar algo de aire.
Me disculpé nuevamente, me deslicé entre Alex y su padre, salí de la sala de juntas como una ninja, con mucha rapidez, y me dirigí hasta los baños más cercanos.
Entré al baño de damas, me sentía tan mal, mi cuerpo temblaba, mi cabeza estaba a punto de estallar, mi estómago estaba revuelto, la resaca mezclada con mis recientes preocupaciones, me tenían en mal estado.
Me miré en el espejo, estaba bastante pálida, abrí el grifo de uno de los lavamanos y me salpiqué un poco el rostro con agua, tratando de refrescarme, volví a observar el espejo, cerré mis ojos con fuerza y repetí mi mantra.
— Soy una mujer independiente, fuerte y valiente. — Fui murmurando una y otra vez entre suspiros, tratando de enfocarme, de calmarme. — Soy una mujer independiente, fuerte y valiente. Soy una mujer independiente, fuerte y valiente.
— Y hermosa.
De nuevo, una voz ronca muy familiar me hizo reaccionar con un sobresalto, abrí mis ojos y a través del espejo, vi a Alex de pie a un lado de mí, me sostuve con fuerza del tope de los lavamanos para no caerme.
— ¿Qué…?.
— Que deberías agregar a esa frase, hermosa. Eres una mujer independiente, fuerte, valiente y hermosa. — Explicó, serio.
— ¡No! Que, ¿Qué haces aquí…?. — Comencé a balbucear.
— Necesito hablar contigo. — Aclaró, acercándose a mí, mirándome fijamente, con una expresión ceñuda.
— Pero… Pero… Este es el baño de damas. — Masculle nerviosa.
— ¿Eh?. — Volteo detallando alrededor, como si de verdad no hubiera notado en dónde estábamos. Vi un pequeño sonrojo en sus mejillas. — Yo… Lo siento… Pero… — Escuchamos un ruido, unos tacones sonaban con cada vez más fuerza indicando que alguien se acercaba.
No pensé, solo actué.
Tomé una de sus manos y lo jalé conmigo hacia una de las cabinas del baño, la última del pasillo, la cual era, usualmente, la que menos se usaba.
Alex pareció comprender mi intención, era obvio que si nos encontraban en esa situación tan peculiar, nadas más traerían habladurías, así que rápidamente se sentó sobre la tapa del inodoro, lo más atrás que pudo, ocultando sus pies y me sentó frente a él en medio de sus piernas, entrelazando sus brazos en mi cintura, apretándome contra su cuerpo.
Sentí sus manos sobre mis lonjas y me tensé inmediatamente, él pareció notarlo, pero lejos de cohibirse, me apretó con más fuerza entre sus brazos.
Escuchamos los tacones al entrar al baño, eran dos mujeres, cada una entro a una cabina en silencio, las escuchamos hacer del uno, y al salir, comenzaron a charlar amenamente frente al espejo.
— ¡Oye! ¿La junta ya terminó?.
— Sí, acabo de ver algunos accionistas salir.
— ¿Y sabes qué dijeron?.
— Todavía nadie ha dicho nada, lo último que supe es que el señor Golf estaba muy enojado porque Ava no llegaba.
— ¡Pobre chica! A lo mejor era el peso que no le dejaba correr. — Se escucharon risas.
Un pequeño susto invadió mi pecho al escuchar que hablaban de mí.
— ¡Pobre no! ¡Es rica! La vida usualmente te compensa por algunas cosas.
— ¿Qué?.
— Por ejemplo, si eres fea por lo menos tienes un cuerpazo, si eres bruta por lo menos eres bonita, Ava resultó ser una ballena, pero por lo menos tiene mucho dinero.
Mi corazón palpitaban con fuerza al escuchar esas crueles palabras, ¿La vida pretendía avergonzarme más este día? ¿Por qué Alex también tenía que escuchar todo esto?.
Con la respiración agitada, me comencé a llenar de rabia, quería salir, quería ver quiénes eran esas horribles mujeres y encararlas, que vieran que yo las había escuchado, sin embargo, no podía salir.
Ya tenía muchos problemas y el que me vieran salir de un baño junto a un hombre desconocido, solo empeoraría las cosas. Así que trate de controlarme respirando profundo.
Alex pareció sentir mi inquietud, como temblaba mi cuerpo, y pego su rostro en mi cuello, acariciándolo suavemente por un momento con su nariz, ¿Qué hacía? Ese no era el mejor lugar ni momento para ponerse meloso.