La alegría de ver a Alejandra pronto se desvaneció, salí algo frenético en mi coche con un solo rumbo. La oficina, exactamente el escritorio de mi secretaria. Cuando llegué, todo estaba completamente vacío, era un poco incómodo tanta calma, tanto silencio, solo estaba yo. Salí del ascensor y me adentré en el pasillo interminable. Aún no entendía el porqué lo habían hecho tan largo. Me senté en la silla y empecé a abrir los cajones, dando con el libro de contabilidad que estaba justo donde había dicho Alejandra, en el tercer cajón. Le di una rápida ojeada, encontrándome con dos hojas sueltas. Habían dos notas, pero ninguna era de Andrea. Sabía que no podía ser ella. Primero leí la de Alejandra. “Tal vez ahora estés sentada justo donde yo lo estuve hace poco y donde muchas antes de