Al día siguiente. Joaquín caminaba de un lado a otro por los pasillos del edificio de la universidad. Miraba impaciente su Rolex, esperando ver aparecer a su amigo Santiago. Varias chicas lo saludaban y coqueteaban con él, el joven ni corto ni perezoso correspondía de la misma forma. Faltaba un minuto para ingresar al salón cuando Santy llegó corriendo agitado. —Parcero, pensé que no vendrías —recriminó a su amigo. Santiago tomó una gran bocanada de aire. —Mi hermana amaneció enferma. —Miró a Joaquín elevando una ceja. —Ella es más necia que una cabra —comentó—, yo se lo advertí, pero no me hizo caso. ¡Qué vaina! —Negó con su cabeza preocupado por la jovencita. —¿Puedo ayudar en algo? —Tranquilo ya Isa la llevó al médico —comentó entonces ingresaron al salón, pero el joven Duque no