Joaquín se miraba en uno de los grandes espejos del baño y no podía creer lo que sus ojos veían. Él enfundado en un overol de limpieza, negó con la cabeza, y colocó sus dedos sobre el mármol del lavamanos. —Esto no se hizo para mí —murmuró bajito. Rosita ingresó con el carro de utensilios de limpieza, y lo sacó de sus cavilaciones. —Hoy vas a lavar los baños del área de informática y ventas —ordenó. —¿Y qué debo hacer? —investigó Joaquín. La mujer bufó y tomó el cepillo de baño y un desinfectante, entonces vertió el contenido en la taza y le mostró a Joaquín como proceder. El joven sintió arcadas, su estómago se revolvió, palideció. —Luego de lavar todos los sanitarios, haces lo mismo con el lavamanos, los espejos y por último trapeas los pisos, debes verificar que cada cubíc