El puertorriqueño termina su ronda para después quedar frente a mí. Su rostro refleja un aprecio hacia mí que no logro comprender. Sin embargo, no me molesta. — Aunque tienes fragmentos de tu memoria. No has cambiado lo obstinada que eres. — No es ser obstinada. Es ser responsable — respondo mostrando la pantalla de mi teléfono. Mi jefa me ha estado llamando, amenazando que si no llego en una hora moriré en sus manos. Para después dirigirme al armario del grande de mi cuarto. Cierro la puerta cuando entro dejando al puertorriqueño en la habitación con Yohana. Llegó a las gavetas de la ropa interior. Dejándome sorprendida con la variedad de ropa que allí se encuentran. Hay brasileras, tangas, cacheteros y demás tipos de bragas con todo tipo de telas y colores. Así mismo se podía eviden