El tiempo pasa y me dirijo a mí último paciente. Son las siete de la noche. Pero como cosa rara mientras hacía mis rondas mi amada jefa —no omitan mi sarcasmo— me llama para revisar a mil y un pacientes que ingresan por urgencias. Entro a la habitación de mi último paciente colocado en mi planilla. Padinson, James. Reviso sus signos vitales después de observar atentamente su historial clínico. Tenía preparado una operación para sacar la mayor parte posible del tumor que presenta. Sin embargo, los resultados de los análisis realizados no permitieron que se realizará. El señor se encuentra solo —como siempre—. Me da una pequeña sonrisa intentando reconfortarme cuando soy yo la que debería. — ¿Un turno pesado? — me pregunta sonriente. — Una vida pesada— le respondo de la misma manera. —