La mujer pálida como la nieve, con cabello castaño y años encima entra a la habitación posicionándose frente a Paulina. Le pide la mano y Paulina se la da levantándose poco a poco. — Por fin te conozco mi pequeña Lía — la abraza — por fin puedo tenerte entre mis brazos mi hermosa hija —y con ello rompió en llanto. Besos, abrazos y palabras de amor fueron dichas por la señora Mía. Paulina quien se encontraba impactada ante dicha situación, no decía o movía algo. Estaba en realidad perdida en sus recuerdos, sus escasos recuerdos. ¿Y quién no lo estaría ante tal confesión? ¿Quién no tendría sentimientos encontrados al saber que las personas que creía que eran sus padres en realidad no lo eran? No podía actuar como una adolescente al saber dicha verdad, pero tampoco podía aceptar tal con