—¡Papi! —exclamó la pequeña antes de soltarse de las manos de su madre y salir corriendo hacia Jerome, que soltó mi mano y se agachó a mi lado, extendiendo sus brazos para alzarla en vilo cuando la tuvo en frente. —Mi princesa —La estrechó con ternura y luego besó su nariz—. ¿Me extrañaste? —Siempre —respondió la niña con una gran sonrisa, que se reflejó de inmediato en el rostro de su padre. No pude evitar llevarme una mano al estómago, sentí cómo todo en mi interior se removía ante esa escena. La respuesta, tan simple pero tan significativa, que le dio la criatura a Jerome me conmovió profundamente, conocía la feseta coqueta, seductora, incluso la seria de Jerome, pero mi corazón no se había preparado para verlo mirar con adoración a su hija, de pronto fue como si las dudas que tenía