Massimo
―Desnúdate…― mi voz era suave pero autoritaria, y ella obedeció sin pensarlo dos veces―. Estas a punto de descubrir que pasa cuando el lobo te atrapa en sus garras.
Me puse de pie, sin rastros de paciencia, no la tenía, yo era en efecto, como un lobo hambriento y depravado que drenaba la lujuria por los poros esta noche.
Una parte de mí quería enterrarme profundamente dentro de ella lo antes posible, la otra parte quería saborear cada momento.
Ella no dudo y no vacilo a pesar del ligero temblor en su cuerpo, sus impresionantes ojos, nunca dejaron los míos mientras se desabrochaba el vestido, quedando solo en unas bragas negras casi diminutas.
La mire fijo, y llevando sus dedos a la cintura se las quito, centímetro a centímetro con una lentitud tortuosa.
Era una jodida obra de arte.
La devoré con mis ojos, asimilando cada detalle e imprimiéndolo en mi mente. Su piel blanca, resplandecía bajo las tenues luces de la suite, y su cuerpo... Jodido Cristo.
Trasero redondo, piernas largas, un pequeño coño dulce y pechos firmes y alegres, no grandes, pero suficientes para caber en una mano y con pezones duros y rosados que eran perfectos para chupar y mordisquear.
Su pecho subía y bajaba con cada respiración y me miraba con esos grandes ojos azules, penetrantes e hipnóticos.
Conejita.
Deberías haber huido mientras podías. Ahora, era demasiado tarde.
La rodeé, como un depredador jugando con su presa, tan cerca que podía oler el sabor de su excitación. Me detuve detrás de ella y presioné mi cuerpo contra el suyo hasta que pudo sentir mi erección furiosa y dura como el acero contra la suave curva de su trasero.
Estaba desnuda mientras yo estaba completamente vestido, y de alguna manera eso hizo que la escena en mi mente fuera aún más sucia y pervertida.
Presioné mis labios contra su cuello, y mordisqueé disfrutando de la manera furiosa en que su pulso se disparó sobre mis labios.
―Dime conejita ¿Cuánto quieres esto? ― le pregunte―. Porque te confesare algo― volví a morder y un jadeo se escapó de sus labios―, ser tomada por mí, significa que arruinare tu precioso cuerpo, te convertiré en mi muñequita, una que usare a mi antojo de todas las formas que quiera, y todas las veces que se me dé la gana esta noche.
Un gemido bajo escapó de su boca y se disparó directamente a mi ingle, endureciendo mí ya dolorida polla.
―Mucho…. Quiero esto.
― ¿Segura? Aun puedes tomar tus cosas e irte― lamí la piel de su cuello y subí hasta su mandíbula―. Última advertencia.
―S-si…― a pesar de su determinación, su inocencia e ingenuidad estaban grabadas por todo su rostro.
No por mucho tiempo.
Al menos no cuando le pusiera las manos encima y me pasara toda la noche saciándome de ella.
―Tengo varias reglas― le dije frotando mi pulgar sobre su labio inferior, antes de deslizarlo por su pecho y capturar sus pezones―, no beso durante el sexo― alcance más abajo alcanzando su trasero y gimió―, no hago el amor― mi mano separo sus muslos, deslizando mis dedos por sus pliegues resbaladizos―, y lo hago por detrás, únicamente― mi otra mano se cerró alrededor de su garganta―. ¿Lo entiendes?
Su coño se apretó alrededor de mis dedos.
―Sí.
―Tan buena chica, conejita― saqué mis dedos de su coño y se los metí en la boca. Jadeé en aprobación cuando ella chupó y lamió sus propios jugos frente a mis ojos, con sus pupilas dilatadas.
Solté mi agarre sobre ella.
―De rodillas― se hundió hasta el suelo, dios, era tan hermosa que hizo que me palpitara la polla. Le agarré el pelo en puños y lo tiré hacia atrás hasta que ella me miró fijamente―. Si llega a ser demasiado, házmelo saber― asintió y tire con más fuerza―. Ahora, abre la boca, conejita.
Deslicé la cabeza de mi polla en su boca, empujando lentamente más y más profundo hasta que me enterré completo en el fondo de su garganta.
―Joder…― un escalofrío me recorrió todo el cuerpo con la sensación de su boca, envolviéndome de manera tan caliente. Tuve que respirar hondo para no acabar tan rápido como un adolecente precoz en su primera relación s****l.
Ella parpadeo con sus ojos llorosos, tratando de aguantar mi tamaño y lo profundo que estaba, pero no me aparto ni me hizo saber que no podía, le di un momento para que se adaptar y me quede quieto, mirándola.
Perfecta.
Hermosa.
De un tipo que no había visto nunca.
Después de lo que pareció una eternidad, pero que en realidad fueron unos segundos, comenzó a lamer y chupar, lentamente al principio, pero rápidamente adquiriendo un ritmo que la hizo mover la cabeza hacia arriba y hacia abajo con entusiasmo.
Mi otra mano se disparó hacia la parte posterior de su cabeza, y mis abdominales temblaron por el esfuerzo de no bajar por su garganta antes de que estuviera lista.
―Eso es conejita― gruñí―. Chúpame la polla como la putita codiciosa que eres.
Las vibraciones de su gemido viajaron hasta mi columna vertebral, jodidamente bueno.
Empecé a empujar dentro de ella, cada vez más rápido hasta que los únicos sonidos fueron mis respiraciones entrecortadas, mi piel golpeando contra su piel y los gorgoteos que salían de su garganta. Fui tan rudo que, en algún momento de esa bruma, esperé que me apartara, pero no lo hizo.
Sus ojos estaban llorosos, caía saliva al costado de sus labios, pero seguía chupando y lamiendo hasta que salí en el último segundo y me corrí por todo su rostro y pecho, cubriendo su piel con un brillo reluciente.
Mi orgasmo me atravesó, salvaje y caliente, furioso y abrumador que nublo aún más mis sentidos cuando vi mi semen, gotear por su barbilla, con ojos posesivos y llenos de lujuria.
Un rubor rojo de excitación se extendió por su rostro y su cuello, su mirada permaneció fija en la mía mientras su lengua lentamente salía para lamer una gota de semen de la comisura de su boca.
Jodida mierda.
Era un hombre que había hecho, participado y disfrutado de todos los actos sexuales más sucios e inimaginables, no existía otra manera para mí de follar que no fuera así, depravado, caliente e inmoral, pero, ese pequeño movimiento podría haber sido la cosa más caliente que jamás haya visto.
Y eso, era decir mucho para alguien que lo había visto casi todo.
―Súbete a la cama― le ordene, mi voz ronca y profunda―. En cuatro, conejita, ahora.
Sus manos y rodillas apenas tuvieron tiempo de acomodarse sobre el colchón, que yo, ya completamente desesperado estaba desnudo. Me acerque por detrás, y mis manos acariciaron lentamente sus muslos hasta abrirlos.
―Estas tan mojada― mi arrodille y mi lengua lamio la humedad de su piel, saboreándola. Me estaba volviendo completamente loco, metí un dedo dentro de sus pliegues y gimió tan fuerte que mi polla se tensó aún más―. Voy a comerme este hermoso coño tuyo, ahora.
―Si…. por favor…― jadeo empujándose hacia atrás, buscando más fricción―. Oh por dios…. yo…― su cabeza cayo contra la almohada y la mordió con fuerza amortiguando los sonidos que escapaban de su garganta, cuando aplané mi lengua contra su clítoris, alternando entre lamidas largas y lentas y movimientos rápidos.
Estaba tan jodidamente hambriento, por ella, por su sabor, me di un festín con su entrepierna como un hombre poseído, mi mano se clavó en su piel, mis dedos se curvaron dentro de ella hasta que encontré el lugar que la tenía restregándose contra mi cara.
Suavemente tiré de su clítoris con mis dientes, moviendo mi lengua sobre la sensible protuberancia y ella explotó, sus gritos reverberaron en las paredes cuando inevitablemente dejo de morder la almohada.
―Dios…. si… oh por favor…
―Sabes tan jodidamente bien― gruñí, lamiendo cada gota mientras ella temblaba y temblaba bajo mi toque―. Eres la mejor parte de esta noche.
Giro la cabeza para mirarme con los ojos vidriosos y su rostro enrojecido por el orgasmo que acababa de darle.
Me puse un condón y deslicé mi polla ya dura de nuevo a lo largo de sus pliegues empapados sin darle tiempo a reaccionar, su gemido resonó por toda la habitación y me hundí en ella presionándome hasta el fondo.
Agarré su garganta y me estrellé contra ella, y toda se detuvo, excepto el sonido de nuestras pieles chocando, sus gemidos y mis gruñidos. Se sentía como el cielo en mi infierno, lo más cerca que jamás estaría alguna vez de algún tipo de salvación si es que eso existía y, por eso no quería que esto terminara, quería quedármela, y no tenía idea de porqué.
Era una desconocida, que probablemente no volvería a ver en mi vida pero que me atraía con una fuerza insana, que me había deslumbrado de una manera cegadora, nublando los pocos sentidos que tenía.
La follé tan fuerte que temí romperla, y no quería parar, pero, cada vez que aflojaba el ritmo, ella soltaba pequeños gimoteos, y mis labios se curvaban en una jodida sonrisa.
Resultó que mi dulce e inocente conejita, era una jodida ninfómana.
La volteé a tiempo para verla romperse, quería ver sus ojos vidriosos de placer y absorber sus gemidos que me instaban a ir más rápido y más profundo hasta que yo también me desmoroné en un poderoso orgasmo que me desgarró con la fuerza de una tormenta huracanada.
Rocé mis labios sobre los de ella, ya preparándome para la siguiente ronda. Si solo tendría esta noche, disfrutaría cada segundo de ella.
―Pensé que solo lo hacías por detrás― murmuro, cuando una lágrima perezosa se deslizo por su mejilla. Me congele en mi lugar, tenía razón.
Me había follado un sinfín de mujeres a lo largo de mi vida, nunca mire a una romperse en un orgasmo que yo le diera. Siempre era contra la cama, una pared, la bañera, mi escritorio o una mesa, pero en cada jodido lugar era por detrás, nunca mirándolas a los ojos, había una sensación de desapego que venía con eso, razón por la cual era mi posición preferida.
Era una mis reglas, porque siempre fui consciente de que las emociones, para mí, no tenían cabida en el sexo. Esto era placer, puro y sucio.
No amor.
Ni una sola vez las había roto, hasta esta noche, porque de alguna manera que no comprendía, había querido verla.
Había querido ver esos profundos ojos azules romperse en pedazos por mí, observar la forma en que su rostro se contraía de placer mientras me enterraba dentro de ella, la forma en que se mordió el labio antes de derrumbarse y gemir fuerte mientras su orgasmo la atravesaba.
Entonces me di cuenta, que me había jodido la cabeza.
―Eso conejita, es― le dije, mientras me quitaba el condón y me ponía otro, para subirla encima de mí y volver a hundirme dentro de ella y su calor. Si ya estaba jodido, me permitiría disfrutar de esta nueva experiencia, así fuera una sola vez―, porque tú, eres la excepción.
Y jodidamente, por esta noche al menos, me permitiría disfrutar esto.
Disfrutarla a ella.
Ya mañana volvería al mundo cruel al que pertenezco, a las ocupaciones y negocios que llenan mis días y mis noches, a esa vida que me exige dureza, estrategia, control. Pero esta noche… me perdería en ella, mi nueva fantasía favorita.
Ahora, en esta habitación de hotel, solo existía ella, con esos ojos azules profundos que me devoraban y me invitaban a caer, a no resistirme.
Me permito recorrer cada detalle de su rostro, como si pudiera grabarla en mi memoria para cuando ya no esté. Desde la curva de sus labios hasta la suavidad de su piel, e incluso la forma en que sus ojos se cierran y suspira pesadamente cuando la embisto, perdiéndome en su calor.
Mientras nuestros cuerpos se encuentran una y otra vez, me doy cuenta de que esto es más de lo que había anticipado. No solo es el deseo lo que me empuja hacia ella, sino algo más profundo, una necesidad que me sorprende y que trato de callar.
Cada vez que sus manos recorren mi piel, que sus suspiros me buscan, siento que algo en mí se desarma, como si ella fuera el único respiro verdadero que he tenido en años, pero niego y lo destierro rápido.
Sin emociones, yo no las tengo y, aun así, si las hubiera, esto era una ilusión, que, en unas horas, cuando los primeros rayos de luz crucen la ventana, se desvanecerá. Yo volveré a mi vida, a ser el hombre que debe mantener todo bajo control, un hombre que no puede permitirse distracciones, y ella inevitablemente, se quedara aquí con la suya.
Sin embargo, mientras la miro, me doy cuenta de que esta imagen de ella, de mi conejita de ojos azules, se quedará conmigo mucho después de que me haya ido. Pero por ahora, la acerco hacia mí, y dejo que este instante sea todo lo que necesito, porque, aunque esta noche sea todo lo que tengo, también es todo lo que quiero.