Capitulo 5

2141 Words
Savina Mis ojos se abren con dificultad, como si las horas de sueño no hubieran sido suficientes para disipar el cansancio que siento en cada rincón de mi cuerpo. Un dolor sordo se extiende por mis músculos, como un recordatorio de la intensidad de la noche anterior, dios, no hay un solo centímetro de mí que no esté tenso. La tentación de quedarme bajo las sábanas me invade, pero el sol ya comienza a filtrarse por los ventanales, anunciando el inicio de un nuevo día. Me giro en la cama, y es entonces cuando me doy cuenta de que estoy sola. ¿Se fue? Me incorporo, quedándome sentada mientras mis ojos recorren la habitación en busca de algún rastro de él, alguna señal de que no ha sido solo un sueño. Pero el espacio está vacío, y no hay más que el silencio que deja el eco de su presencia, me recuesto de nuevo, cerrando los ojos por un instante, intentando recordar cada detalle. ¿Qué fue lo que hice? Una parte de mí quiere decir que se arrepiente, pero sería mentir. Ni en un millón de años podría arrepentirme de la mejor noche de mi vida, todavía siento el roce de su piel sobre la mía, sus manos explorando cada línea, cada curva, su boca recorriendo cada porción de mi cuerpo. El recuerdo es tan vívido que por un segundo me parece oír su risa grave y susurrada en mi oído, como si aún estuviera aquí. Finalmente, después de unos minutos, me levanto y, sin encontrar mi ropa a la vista, me envuelvo en la sábana para buscarla, la habitación está ligeramente desordenada, las sillas desubicadas, los vasos con restos de whisky sobre la mesita del centro de la suite, y las marcas de una noche que se siente como un secreto compartido. Entonces veo una nota. Está justo al lado de los vasos, con su letra escrita en una tinta negra e intensa. Me acerco, la tomo entre mis dedos y comienzo a leer, sintiendo cómo un suave cosquilleo recorre mi espalda. Conejita, No he querido despertarte; te veías hermosa durmiendo. Mi estadía en la ciudad ha concluido de la mejor manera imaginable, gracias por una increíble noche. No tienes idea de cuánto la he disfrutado. Eres hermosa, y créeme, cuando cierre los ojos, tú serás lo primero que venga a mi mente. La habitación está pagada, así que siéntete libre de usarla hasta que decidas irte. El servicio a la habitación también corre por mi cuenta. También me he tomado el atrevimiento de comprarte ropa, y un par nuevo de bragas, ya que las tuyas han quedado destrozadas. Ojalá algún día volvamos a encontrarnos. M. B. Mi corazón se acelera mientras leo cada palabra, suspiro al terminar, y una parte de mí se siente frustrada y encantada al mismo tiempo. ¿Cómo no le pregunté su nombre? ¿Cómo dejé que la noche se escapara sin saber más sobre él, sin algún dato, una pista? La nota tiene sus iniciales, y por un momento me pregunto si acaso me alcanzará para encontrarlo algún día. No puedo evitar sentir una punzada de deseo de volver a verlo. Bueno… es mucho más que deseo, si, quisiera verlo otra vez, admito en silencio, recordando sus caricias y cómo cada beso suyo parecía encender una parte de mí que desconocía. Decido, ya que la habitación esta paga, tomar una ducha, y tomo del sofá la bolsa con la ropa que me ha comprado, completamente ruborizada recordando cómo mis bragas terminaron hechas girones. Voy al baño y abro la increíble lluvia que es tres veces más grande que la mía, y dejo que el agua caliente relaje cada musculo de mi cuerpo, cerrando los ojos y perdiéndome en las sensaciones que la calidez me provoca. Diez minutos después, mientras me visto, el misterio que lo rodea parece intensificar lo vivido. Me pongo la camisa arrugada, que encontré en el suelo, sobre la camiseta que llevo puesta y cierro los ojos un instante, evocando sus palabras. Me siento extrañamente conectada a este hombre que se ha ido sin despedirse, dejando solo una nota y una huella en mi piel. Me pregunto si alguna vez, en otra ciudad o en otro momento, volveré a encontrarme con él. Dejo atrás la habitación, ese espacio que ha sido testigo de las mejores sensaciones de mi vida. Cada paso hacia el ascensor se siente como un lento despertar de un sueño que preferiría no abandonar, al llegar al hall, camino hacia la salida sin cruzar mirada con nadie, intentando mantener en mi piel el calor de la noche pasada. Cuando salgo a la calle, levanto una mano y enseguida un taxi se detiene. Miro una última vez el edificio, como si al hacerlo pudiera capturar un fragmento de él, de nosotros, y luego subo al auto. Veinte minutos después, estoy girando la llave en la puerta de mi apartamento. La sensación de familiaridad me envuelve, y, sin embargo, parece surrealista regresar a este espacio que, de algún modo, se siente diferente después de todo lo que acabo de vivir. Dejo la pequeña bolsa con la ropa de anoche en el cesto de la lavandería y me dirijo a las ventanas, abro las cortinas, permitiendo que la luz del día inunde la sala, y, exhalando profundamente, me dejo caer en el sofá. La realidad vuelve a instalarse mientras reviso los mensajes de Nicoleta, quien, al parecer, también tuvo una noche memorable con el chico con el que estaba. Le contesto con respuestas breves, compartiendo apenas lo suficiente para calmar su curiosidad, sin querer entrar en detalles. Dejo el teléfono sobre la mesa, permitiéndome unos segundos de calma antes de arrastrarme a la cocina, necesito café, y lo necesito fuerte. Mientras el aroma comienza a llenar la estancia, muevo el cuello y siento un escalofrío recorrerme. Dios, estoy agotada, y ni siquiera han dado las diez de la mañana. Me quedo mirando la cafetera, mis pensamientos debatiéndose entre intentar ser productiva o simplemente ceder a la tentación de volver a la cama por un par de horas. Finalmente, cuando el café está listo, me sirvo una taza grande y salgo con ella al balcón, el aire fresco me despierta un poco, y el aroma del café me reconforta. Me siento en el pequeño sofá del balcón, envolviéndome con ambas manos alrededor de la taza caliente mientras intento procesar la noche pasada. No es que me arrepienta, para nada. Todavía puedo sentir su toque, su piel contra la mía, y el sabor de sus palabras en mi oído, como si cada instante estuviera grabado en mis sentidos. Pero ahora, en la tranquilidad de la mañana, todo parece lejano, casi irreal y me pregunto si alguna vez volveré a verlo. Él, un extraño con la capacidad de dejarme marcada sin siquiera saber su nombre completo. Los autos pasan a lo lejos y el mundo sigue girando, ajeno a la pequeña revolución que siento por dentro. Me pregunto si la noche pasada cambiará algo en mí, si lograré sacármelo de la cabeza o si su recuerdo se instalará, insistente, en los rincones de mi mente. Doy un sorbo al café, y con cada trago siento que vuelvo a ser yo misma, aunque con una sensación extraña de haber dejado algo de mí en esa habitación. El teléfono vibra con otra notificación de Nicoleta, y sonrío levemente, sabiendo que probablemente no parará hasta que le cuente todo. Cierro los ojos un momento, inspirando el aire matinal, intentando absorber esta calma que me rodea, porque sé que, aunque me esfuerce, será imposible olvidar la mirada de ese hombre, su sonrisa ladeada y la intensidad con la que me recorrió cada vez que nuestras pieles se encontraron. Quizás esta mañana necesite más café… y quizá, también, un poco más de tiempo para decidir qué haré con este recuerdo. Cuando termino, decido agarrar mi block de dibujos y me siento en el sofá con mis colores, tengo una tarea que entregar el lunes, y como no quiero pasarme todo el día durmiendo, me pongo a diseñar los cinco bocetos con vestidos de noche, elegante e innovadores que tengo que presentar. Observo sonriendo la última capa de los bocetos que debo entregar, y me doy cuenta de que el tiempo ha volado. Son casi las seis de la tarde, y mi espalda está destrozada por estar sentada tanto tiempo en la misma posición, me estiro, sintiendo el dolor que se extiende desde los hombros hasta la parte baja de la espalda, y decido que es hora de parar. Dejo mis colores y el block a un lado, decidiendo que, si bien es cierto que el trabajo no puede esperar, no quiero pasarme todo el día aislada en mi cabeza, sumida en mis propios diseños. Un vistazo al reloj me hace darme cuenta de que casi no he comido, el estómago me ruge, exigiendo atención, así que me doy un descanso y decido pedir comida. Mi restaurante de comida china favorito es siempre una opción confiable para cuando la falta de tiempo o energía me impide cocinar algo más elaborado. Mientras espero que el pedido llegue, me dirijo al baño. La bañera me llama, y rápidamente la lleno con agua caliente, suficiente como para sumergirme completamente, agrego mis sales aromáticas con fragancia a rosas, una de mis favoritas, y enciendo un par de velas para crear una atmósfera más relajante. Coloco mi playlist favorita, dejando que la música suavice los restos de tensión acumulada durante el día. Me quito la ropa, sintiendo cómo la suave tela de la bata me cubre, y justo cuando estoy a punto de sumergirme en la bañera, el timbre suena. Sonrío, sabiendo que es mi pedido, abro la puerta, tomo la billetera del bolso y le p**o al chico del delivery, intercambiando un par de palabras rápidas mientras recibo la caja con la comida. Lo guardo en la heladera para comerlo más tarde, el hambre parece haber perdido en la batalla contra la necesidad de relajarme. Vuelvo al baño, quitándome la bata y metiéndome en el agua caliente, que está a la temperatura perfecta, cierro los ojos y suelto un suspiro, dejando que el calor me envuelva por completo, aliviando los músculos tensos. Sin embargo, apenas mis ojos se cierran, su imagen aparece, como si la hubiese invocado. La forma en que su cuerpo encajaba con el mío, la manera en que su boca reclamaba mi piel, como si no pudiera dejar de tocarme, los sonidos de sus jadeos en mi oído. La intensidad de la conexión, esa voracidad que sentí cuando se acercó a mí. Inevitablemente, mis manos se deslizan debajo del agua, recorriendo mi propio cuerpo como si intentara reproducir lo que él hizo, pero no es lo mismo. No es igual. Un gemido de frustración escapa de mis labios cuando me doy cuenta de que, aunque lo intente, no puedo recrear la intensidad de lo que él me dio, mis dedos suben por mi muslo, tratando de alcanzar esa misma sensación, pero se siente vacío, incompleto, un eco de lo que fue real. Las emociones que me invaden son tan abrumadoras como lo fue noche, y no puedo evitar preguntarme cómo es posible que todo eso se haya desvanecido en la distancia de una mañana. Dios, necesito dejar de pensar en él. Solo fue una noche, un instante fugaz, una aventura que, aunque fue intensa y llena de sensaciones inolvidables, no debe convertirse en algo más. Mi mente sigue atrapada en esos recuerdos, pero me esfuerzo por soltarlos, porque, en el fondo, sé que no debo aferrarme a algo que ya ha pasado. Finalmente, salgo de la bañera cuando siento que el agua se ha enfriado, con una sensación de incomodidad en el cuerpo, como si aún estuviera buscándole un sentido a todo lo vivido. Apago las velas con un movimiento lento, dejando que la luz se apague suavemente mientras me seco con la toalla y me pongo de nuevo la bata, un refugio simple y familiar. Voy a la cocina, caliento la comida en el microondas sin pensar demasiado, casi en piloto automático y mientras espero, abro una botella de vino y sirvo una copa, disfrutando de su sabor seco que me da un leve consuelo. Me siento en la mesa, la comida lista frente a mí, pero mi mente sigue lejos, aun con la copa en la mano, algo en mi interior me dice que el día no ha terminado, que tal vez esta noche me devolverá otro fragmento de esa sensación indescriptible, o quizás, algo que me aleje de ella. Pero por ahora, solo tengo este momento. El vino en mi copa y la comida frente a mí, todo lo demás se siente distante, como una sombra de lo que sucedió anoche, increíble y caliente, pero, ya distante.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD