UNO
El plan no se había elaborado por completo en su cabeza y por ello casi todo había salido mal desde el principio. Conoció a la chica en un bar. Había estacionado su Suzuki Samuray, entró, decidió comprar una cerveza y algunos bocadillos antes de continuar. Diez minutos después, ella entró y él no podía apartar los ojos de ella. Ella emanaba sexo. Llevaba un ceñido top azul que acentuaba la curva de sus senos y una delgada falda blanca, abierta casi hasta la parte superior del muslo para revelar sus miembros inferiores brillantes, no dejaba nada a la imaginación. Estaba seguro de que ella no llevaba ropa interior. Finalmente, ella notó su mirada y le gustó lo que vio. Lo sabía por la forma en que ella sonrió y volvió la cabeza para mirar de nuevo.
Cuando él le devolvió la mirada, ella se pasó la lengua por el labio inferior. Eso lo hizo sentir bien.
Estaba con unos amigos y se reían mucho. Le gustaba eso en una chica, odiaba que algunas mujeres fueran tan serias. Te miraban fijamente e intentaban hacerte sentir como si no estuvieras en condiciones de caminar por el planeta. Pero esta vez era diferente. Su nombre era Sarah. Así la llamó una de sus amigas cuando se acercó a la barra para pedir una ronda de bebidas. No esperó ni un momento antes de acercarse sigilosamente a ella.
"¿Sarah?".
Sus ojos brillaron. "¿Cómo tu…?". Ella captó su mirada y sonrió de nuevo.
Hicieron el amor en las colinas que rodeaban el pequeño pueblo. Era una noche fresca y los mosquitos no picaban tanto. Ella era gloriosamente delgada, su cuerpo bronceado, los dedos de él se deslizaban sobre ella como si tuviera crema en la piel. Pensó que tal vez podrían pasar más tiempo juntos, para conocerla adecuadamente. Cuando yacían en el suelo, agotados, sus pechos subiendo y bajando con cada respiración, estudió sus líneas y se dio cuenta de que allí había una chica que podía darle todo lo que siempre había querido.
Si tan solo tuvieran tiempo.
Caminaron un rato y él la abrazó y la besó. Lo miró a los ojos y ella gimió: "¡Dios, me alegro mucho de que nos hayamos conocido!". A él le gustó eso, le gustó la forma en que ella se rindió a él.
Desde donde se encontraban, la pequeña aldea brillaba en la hondonada de las colinas circundantes, una imagen perfecta de una guía turística. Encanto rústico simple. Ella suspiró y estudió su contorno en la oscuridad y le preguntó: "¿Por qué no estás casado?".
"¿Quién dijo que no lo estoy?".
Ella pasó sus dedos por la mano izquierda de él, colocándolos alrededor del nudillo. "Pensé que la mayoría de los hombres usaban anillos hoy en día".
"¿Seguro? No lo sabría, no estoy casado".
Ella se echó a reír, a él le sonaba como un alivio, y se besaron de nuevo. El fuego se reavivó, volvieron al lugar donde habían estacionado sus respectivos vehículos e hicieron el amor por segunda vez en el asiento trasero del Audi de ella.
"Ven a casa conmigo", dijo ella, acariciando su rostro.
"Entonces, ¿tú tampoco estás casada?".
Él está afuera, en Inglaterra. Negocios. Estará allá unos días más”.
"¿Y te dejó sola, para caer en la tentación? Eso fue una tontería”.
"Él confía en mí".
"Eso lo convierte en un verdadero tonto".
Ella lo apartó, un poquito enojada cuando trato de besarla, pero dolida, no obstante. "No, no es tonto. Tiene mucho éxito, incluso ahora, cuando las cosas no van tan bien. Pero…". Ella se encogió de hombros, se reajustó la ropa, "...no me satisface si sabes a qué me refiero”.
Asintió y sonrió. "Ya veo. Así que de eso se trataba todo esto: ¿estás satisfecha?".
"Parcialmente. ¿Por qué? ¿Te molesta eso?".
Pensó en eso por un momento, la idea de ser utilizado. Un escalofrío recorrió sus entrañas. Para su sorpresa, la idea lo entusiasmó. "Tengo curiosidad por saber qué diría cuando se entere".
Sin dudarlo un momento, ella dijo: "Oh, él lo sabe. Y él está perfectamente de acuerdo con eso. De hecho, se podría decir que me anima".
"¿Qué, a salir con otros hombres?".
"Para cogerte a otros hombres. Es lo único que no puede darme, así que hicimos un trato. No lo dejaría y él se haría de la vista gorda".
"Puede que estemos casados, pero tenemos diferentes apellidos. Sencillo". Ella se inclinó hacia adelante y lo besó. "No digas que no lo disfrutaste, no digas que no te excita… ¿solo un poco?".
El trató de negarlo, pero ¿cómo podía hacerlo? Cada palabra que había dicho era verdad. Entonces, en cambio, sonrió.
"¿Te quedarás a pasar la noche?",
Tenía que admitir que la idea de no solo compartir su cama, sino también de despertar de nuevo en una cama cálida era tentadora. El plan había sido conducir durante la noche, llegar a Benidorm por la mañana. Pero qué diferencia habría en unas pocas horas, se decidió, y nadie pensaría en buscarlo aquí. Sonrió y la atrajo hacia él, la besó y dijo: "Eso sería genial".
Partieron hacia las montañas, él la siguió en el pequeño Suzuki, avanzando con facilidad por el sinuoso camino que conducía a su villa.
Pero estaba muy oscuro. Una inclinación. No vio el giro y su Suzuki cayó en un amplio y enorme desnivel. Por lo general, él podía manejar mejor que esto, pero la inclinación era amplia y profunda, y golpeó el fondo con fuerza, sacándolo de su asiento. Apagó el motor, temiendo que estallara en llamas. Sin embargo, el horrible crujido por debajo le causó mayor preocupación.
La luz de una linterna atravesó la oscuridad. Ella regresó por él, con las manos en las caderas. "Oh, cielos", dijo.
Estaba agachado, tanteando en la oscuridad, tratando de juzgar la magnitud del daño. "Por lo que parece, creo que el eje podría estar roto".
"No te preocupes, llamaremos a alguien por la mañana. Intenta no preocuparte por eso hasta entonces". Poniéndolo en el fondo de su mente, no se preocupó en absoluto.
Tampoco durmió mucho.
Ya hacía un calor abrasador cuando se metió debajo del Suzuki abandonado a la mañana siguiente para ver mejor. Fue como había temido. El eje se había roto. El agujero en el que descansaba el Suzuki era grande y profundo, cortado a un costado de la carretera y salpicado de rocas irregulares. Tuvo suerte de no haber sido herido de gravedad. Sin embargo, esa no era su mayor preocupación, el tiempo sí lo era. Pasarían días, si no semanas, antes de que repararan el coche, tiempo que él simplemente no tenía. Dejó a Sarah durmiendo y salió de la villa antes de que el sol se elevara por completo sobre las cimas de las montañas, esperando contra toda esperanza que su pronóstico original fuera incorrecto. Ahora, cuando la enormidad de la situación lo golpeó, sintió las primeras punzadas de pánico en su estómago.
No había elección. Tendría que llevarse el coche de Sarah. Maldiciendo, volvió a subir la colina, su camisa ya pegada a su espalda por el calor que se hizo sentir. Se deslizó hacia el interior de la enorme villa y fue directamente al lugar donde ella había dejado su bolso y su abrigo. Rebuscó en varios bolsillos y encontró las llaves. Recogió sus propias maletas de la puerta y salió. Mientras cruzaba el pasillo que llevaba al automóvil, abrió las puertas del auto con el control remoto. Metió las maletas en el maletero y se dirigió a la puerta del conductor, con el bolso de mano colgado en el hombro como siempre.
"¿Qué demonios estás haciendo?".
Su voz sonaba más como un grito y él miró hacia arriba para verla asomada en el balcón, con el rostro contorsionado en una especie de máscara de gárgola. Volvió al dormitorio y apareció unos momentos después en la puerta principal. Salió volando por el patio delantero como una tigresa, con la boca abierta y los dientes al descubierto. Se apoyó contra el auto y suspiró. Genial, justo lo que necesitaba.
Ella estaba sobre él. "Bastardo", dijo con voz ronca, jalando de él para mirarlo, "¿estás tratando de robar mi auto?".
Sus manos agarraron la pechera de su camisa y lo sacudió, ahora con el rostro cerca.
"¡Dame mis llaves!".
Él la atacó salvajemente y la golpeó con el revés de la mano. El golpe la alcanzó debajo del ojo izquierdo y cayó, la cadera crujió contra el duro suelo. Gritó de nuevo, pero esta vez menos agudo. Un grito de dolor.
"Lo siento", dijo sin emoción, sabiendo lo que tenía que hacer. Ella estaba tratando de arrastrarse por el suelo, lloriqueando un poco, probablemente dándose cuenta del lío en el que se había metido. Él se acercó, la levantó por el cuello con la mano izquierda y la golpeó de nuevo. En el último momento, ella logró apartar la cara y él lo hizo todo mal, pego su nudillo en la mandíbula. El gritó, dejándola caer como una piedra, agitando su mano como si fuera una bandera atrapada en el viento. De repente, un dolor sorprendentemente intenso hizo que a él se le llenaran los ojos de lágrimas y maldijo. Quería golpearla de nuevo, pero ella se había ido, como un apagón, un gran hematoma ya se estaba desarrollando a lo largo de su cara. El ojo también había explotado cuando golpeó el duro suelo. No tenía sentido volver a golpearla, así que la dejó y se subió al volante. Haciendo caso omiso del dolor, flexionó la mano varias veces y, para su alivio, descubrió que no había nada roto. Sin embargo, los nudillos ya estaban hinchados. Duele como una mierda también. Se tomó un momento para regular su respiración, se calmó y calculó que probablemente tenía unos treinta minutos para escapar antes de que ella se recuperara y llamara a la policía. Otros treinta minutos antes de que la Guardia incluso se molestara en llamar a la villa. En ese momento, habría llegado al siguiente pueblo, abandonaba el Audi y pediría un aventón. No era perfecto, pero posiblemente más seguro. Nadie podría rastrearlo. Puso el coche en marcha y se alejó.
Por el espejo retrovisor, pudo verla poniéndose de pie, una mano temblorosa limpiando la sangre de su rostro. Ella era fuerte. Él la admiraba. Notó cómo sus piernas largas y delgadas brillaban bajo el sol de la mañana y una pequeña emoción le recorrió. Era hermosa y él le había hecho el amor hasta que se agotó. Quizás, en una vida diferente…
Levantó la mano en señal de despedida y sacó el Audi del camino de acceso de la casa, a lo largo del camino dejó atras su Suzuki. Extrañaría ese auto. Extrañaría a Sarah. Pero bueno, vendrán muchas más como ella, y los autos mucho mejores que el jeep. Le dolía la mano, pero se permitió una sonrisa de autosatisfacción. Quizás las cosas iban a estar bien después de todo.
Todo lo que necesitaba era suerte.