A la mañana siguiente no pude devolverle la ropa a Min antes de clase porque no vino, ni a literatura china ni a ninguna otra asignatura, y eso que su moto estaba aparcada fuera.
Después de la pausa del mediodía lo esperé delante del aula de física.
No apareció.
Tae, que iba a la misma clase, me miró con frustración y enojo al verme esperando, aunque luego me dijo que si lo veía, le diría que lo estaba buscando. No me gustó el tono en que lo dijo. Taehyung nunca pudo ver a Min, pero desde el día anterior parecía tenerle verdadera manía.
Entré en clase de historia con una sensación desagradable en el estómago, y encima, el profesor me dijo que la semana siguiente debía presentar mi trabajo sobre los templos. No pude poner ninguna excusa.
En clase de química me senté frustrada en mi sitio, al lado de Jungkook. La profesora llegó con una bandeja llena de probetas y aparatos de laboratorio. Nos saludó con una sonrisa y preparó el primer experimento. Se le torció el gesto cuando llamaron a la puerta. Era la secretaria, asomó la cabeza y le pidió por favor que saliera. Le dijo algo en el pasillo y se fue. Meneando la cabeza ligeramente volvió a su mesa.
- Como sabéis, la hija del señor Xin no se encuentra muy bien – dijo, y asentimos con un leve murmullo.
El señor Xin daba matemáticas y física y era uno de los profesores más queridos.
Claro que sabíamos qué pasaba, aunque decir "no se encuentra muy bien" era casi un eufemismo. Su hija pequeña tenía leucemia y estaba en la fase terminal. Además estaba solo, su mujer había fallecido el año anterior en un accidente de tráfico. Desde hacía más de medio año, iba del instituto al hospital y del hospital al instituto.
La profesora ordenó silencio.
- Ha recibido una llamada urgente y ha tenido que salir. Como no hay sustitución y aquí hay muchos espacios libres, me han pedido que les hagamos un sitio, así que vamos a tener invitados. Por favor, dejad las dos filas de atrás libres, y apretaos un poco aquí delante. Vamos a dar clase de todos modos.
Obedientes, recogimos nuestras cosas y nos sentamos en las primeras filas. Llamaron a la puerta y entraron todos con sus caras largas. De los últimos entró Min Yoongi, y nuestras miradas se cruzaron. Apretó los labios y pasó de largo a las filas de atrás.
Como no cabían todos, algunos se sentaron en los escalones, entre ellos Yoongi.
La profesora no se había distraído ni un segundo y ya tenía todo listo para comenzar. Un tiesto con un agujero en la base colgaba de un trípode sobre una bandeja de porcelana llena de arena. Una mecha salía del tiesto, donde había mezclado productos químicos.
Enchufó el mechero al conducto de gas y se dirigió a nosotros.
- Como ya les dije a mis alumnos, voy a dar clase de todos modos – dijo dirigiéndose a las filas de atrás -. Veo que muchos de vosotros sois de mi otra clase de química, así que la daremos juntos. ¿Alguien quiere salir voluntario? – prosiguió, pero no se movió ni una mosca - ¿Nadie?
Cometí el error de mirarla, pero en vez de invitarme a su mesa, fijó su atención en otra víctima.
- Yoongi, haznos el favor – dijo.
- Preferiría no ir – dijo sin moverse.
Un chico de su clase de matemáticas, por lo visto también iba con él a química, y estaba sentado justo detrás de nosotras, suspiró y murmuró.
- No se da por vencida.
- ¿A qué te refieres? – dijimos dándonos la vuelta.
- En la clase de primera hora le pidió que se quitara las gafas y él no quiso. La ha tomado con él, pero no parecía importarle. En cualquier momento le cae la gorda – susurró inclinándose hacia nosotros.
Jungkook y yo nos miramos. La profesora era amable siempre que no le llevaras la contraria, pero si lo hacías, ya podías ir preparándote.
- Yoongi, no me importa lo que tú prefieras – dijo, y parecía que esta vez no lo iba a dejar escapar – Sólo tienes que abrir el gas, encender el mechero y prender la mecha – prosiguió, y le dedicó una sonrisa que me revolvió el estómago.
Yoongi se levantó por fin y se acercó a la mesa. Miró desconfiado la instalación de los productos químicos.
- ¿Qué hay en el tiesto?
- Enciende la mecha – contestó sonriendo con dureza. – Luego te daré la ecuación y tendrás que explicarnos qué procesos químicos se han dado.
Tardó un momento en reaccionar y encendió el mechero.
- Yoongi, ponte las gafas de protección – dijo.
- Ya llevo las mías – contestó.
- Haz el favor de ponerte esas gafas ahora mismo – prosiguió apoyándose en la mesa -, y no se hable más. Las reglas también se hicieron para ti, acátalas como todos.
Yoongi se puso tenso. Luego nos dio la espalda y de un movimiento se quitó las gafas y se puso las de plástico.
- Ponte detrás de la mesa para que tus compañeros puedan ver – le ordenó la profesora.
Min apenas dio un paso y encendió la mecha.
Se prendió una luz blanca y brillante, que adquirió con rapidez más potencia e intensidad.
Se oyó un grito y se rompieron cristales. Yoongi salió de la clase tambaleándose, dejando atrás los productos químicos desparramados en el suelo.
Lo miré tan sorprendida como los demás hasta que entendí lo que había pasado.
¡Dios mío!
No sabía que iba a pasar y había mirado directamente a la luz. Sin dudarlo me levanté y salí corriendo detrás de él.
La profesora me ordenó que volviera a mi sitio, pero no le hice caso.
Encontré a Yoongi de cara a la pared y su jadeo resonaba en el pasillo vacío.
Estaba de rodillas y se tapaba la cara con las manos.
Al acercarme se puso tenso.
- ¡Déjame! – dijo enfurecido.
- Soy Hana – contesté sin dejarme intimidar, y me agaché a su lado.
- ¡Que te vayas! – insistió, y quiso empujarme, pero no veía nada.
- Ven, te llevaré a la enfermería – dije viéndolo temblar, y cogiéndolo del brazo.
- ¡Suéltame! – exclamó, soltándose de mi agarre y poniéndose de nuevo contra la pared.
Por fin creí entender qué le pasaba. Lo tomé de nuevo del brazo e intenté levantarlo.
- Ven, conozco un lugar oscuro – insistí - ¡Venga, vamos! Estarás tranquilo y me aseguraré de que nadie te moleste.
Por din cedió, se levantó, y lo llevé al cuarto de limpieza. Sólo había una r*****a de luz.
Me costó acostumbrarme a la oscuridad. Era tan estrecho que apenas podíamos movernos. Aparte de su respiración aceleraba la cual ya estaba más calmada.
Lo acomodé en un rincón entre una vieja mesa y la pared, y de nuevo lo tomé del brazo para sentarlo.
Verlo avanzar indefenso, palpando con una mano, me dejó sin palabras.
Sin resistencia se quedó apoyado en la pared, se le notaba una mejoría. Dudé un poco antes de apartarle las manos de los ojos y abrirle los párpados con delicadeza. Incluso la poca luz fue suficiente para ver que tenía los ojos tan inyectados en sangre que no se distinguían ni el iris ni la pupila.
- Olvídate de la enfermería, ahora mismo te llevo a un médico – dije.
- ¡Ni se te ocurra! – dijo levantándose y golpeándose la cabeza contra el canto de la mesa.
Alargó los brazos, buscándome, con los ojos cerrados fuertemente.
- No seas.... – dije, desvelando mi posición, lo que le permitió agarrarme del brazo con agresividad.
- Nada de médicos, ¿vale? Largo de aquí – me ordenó, y me empujó.
- ¿Por qué no? Tienes los ojos muy mal.
- Un médico no sabría ayudarme – me aclaró tras una dura pausa – Si quieres echarme una mano, mantén alejada a la profesora, a la enfermera y a todos los demás.
Por el tono advertí lo mucho que le costaba pedirme un favor.
- Bueno – contesté – pero luego te llevo a casa.
Apretó los labios.
- ¿Y la Blade?
- Se queda aquí.
Salí el cuarto antes de que pudiera responderme.
Pero me vieron.
¡Hasta aquí el capítulo!
Espero que lo disfrutéis muchísimo.
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Muchas gracias por el apoyo.
Historia adaptada.
Original:
El beso del vampiro, por Lynn Raven Alemania.
(España en 2008)