- ¡Con que ahí estabas! ¿Está ahí Min? ¿Qué le ha pasado? La profesora está como loca – era mi amigo Jungkook....pude respirar de alivio – Os ha buscado por todas partes, pero no ha querido dejarnos solos por más tiempo y le dije que yo os buscaría.
Era normal que la profesora estuviera como loca. Aunque no conociera el problema de Yoongi, eso no era excusa para soslayar su responsabilidad. Si volvía a clase, seguramente querría llevar a Yoongi a la enfermería, aun en contra de su voluntad.
- Voy a llevar a Yoongi a su casa, ¿puedes sacar sus cosas? – dije – Mientras tanto voy a por el coche. Y si pregunta la profesora, le dices que no sabes bien qué le pasa. ¡Ah! Y no olvides sus gafas.
Miró la puerta del cuarto y salió a paso ligero. Tuve que dar la vuelta al instituto para llegar hasta el ala de los laboratorios. Jungkook estaba dentro del cuarto con Yoongi, que se tapaba los ojos con algo claro.
- ¿Qué tal? – pregunté.
Jungkook se levantó, por lo visto demasiado rápido, porque se tambaleó un poco, y parpadeó un par de veces.
- Buen, le he dado un pañuelo húmedo, le sentará bien.
¡Claro! ¿Cómo no se me ocurrió antes?
- Tengo el coche ahí delante, pero hay que caminar unos metros – dije mirando a Yoongi - ¿Crees que podrás?
- Aunque no vea bien, mis piernas están perfectamente – respondió levantándose – No hace falta que....
- Te llevo a casa – interrumpí – Ya sé que no es necesario, pero lo haré igualmente.
Cogí a Yoongi del brazo. Iba con una mano delante y me seguía de mala gana. Apenas salimos del cuarto, volvió a ponerse tenso.
- ¿Estás bien? – pregunté preocupada.
Me respondió con un gruñido, bajamos la escalera a duras penas y por fin se subió al coche como un convaleciente. Jungkook dejó las cosas en el asiento trasero, arranqué y me despedí de ella rápidamente con la mano e hice como que no escuchaba su "¡llámame!".
Yoongi no abrió la boca en todo el camino, apoyó la cabeza en el cristal y no se movió. Con una mano aguantaba el pañuelo de Jungkook, y con la otra se agarraba a la puerta. Por fin llegamos a su casa.
- ¿Dónde está la llave? – pregunté.
Mis palabras lo sobresaltaron como si hubiera metido los dedos en un enchufe; luego resopló.
- En el bolsillo izquierdo de la chaqueta – contestó.
Me di la vuelta y me incliné para acceder al asiento trasero. Volví a oír a Yoongi resoplar con fuerza; estaba tenso, tan alejado de mí como le permitía el coche, e intentaba abrir la puerta.
- ¿Estás bien? – pregunté, y se quedó helado, apretó las mandíbulas y asintió tenso.
- Tú date prisa.
¡Qué se pensaba que había! Preferí no contestarle y seguí buscando su chaqueta. Las llaves estaban donde me había dicho, salí del coche y di la vuelta para ayudarlo. Me asusté al verlo a la luz del sol, se veía lo pálido que estaba. Le agarré el codo e hice como que no me daba cuenta de que quería soltarse al principio.
- Gracias por traerme – dijo como despidiéndose, y extendió la mano pidiéndome las llaves.
- Ni lo sueñes – dije -, no me voy de aquí hasta que no sepa que estas bien.
- No hace falta...
- Ya sé que no hace falta – interrumpí fríamente – pensé que ya había quedado claro antes. O eso o te llevo a un médico.
- Eso es chantaje – dijo con enojo pero sin fuerzas.
- Seguramente – respondí impasible - ¿Dónde está tu cuarto?
- No sabes lo que haces – me advirtió, y bajó ligeramente la cabeza.
Caminaba a duras penas y me acerqué para ayudarlo.
- Tienes razón, aparte de un curso de primeros auxilios no he...
- No me refiero a eso – interrumpió impaciente.
- Ah, claro, perdona – dije con su mismo tono – Se me olvidaba que era mejor para mí no acercarme a ti. ¿Sabes qué? Mejor que te quites eso de la cabeza de una maldita vez – dije con agresividad, y respiré hondo para no acabar estrangulándolo -. Y ahora dime adónde te llevo.
No se movió ni dijo nada durante unos segundos.
- Al salón – dijo con resignación.
Todo estaba como la última vez que lo vi. Lo ayudé a sentarse en el sofá, bajé las persianas y corrí las cortinas.
- Gracias – masculló.
Pero cuando me senté a su lado y me incliné para mirarle a los ojos se puso tenso de nuevo.
- ¿Dónde está el baño? – pregunté.
- ¿Para qué? – replicó alterado.
- Para humedecer esto – contesté, y le quité el pañuelo de los ojos.
Inmediatamente se cubrió con la mano.
- Junto a la puerta de entrada está la cocina.
Parecía que no quería que fuera al baño; probablemente lo tendría tan desordenado como Taehyung, solo que Yoongi no tenía unos padres que lo obligaran a recoger de vez en cuando.
Aunque la cocina pareciera un poco anticuada, con los armarios de madera y los agarraderos de otra época, era acogedora. No estaba descuidada, pero se notaba que apenas la utilizaba. No pude evitar preguntarme si sabría cocinar o se alimentaría de comida precocinada.
Humedecí de nuevo el pañuelo y volví a la sala.
Yoongi se había estirado en el sofá, un brazo le tapaba la cara. De nuevo se puso tenso cuando me acerqué a él, aunque dejó que le retirara el brazo y le colocara el pañuelo.
Me senté a su lago y él se apartó de mí todo lo que le permitió el apoyabrazos.
- ¿Puedo hacer algo más por ti? – dije después de unos minutos de incómodo silencio.
- Si te digo que no, ¿te marcharás? – preguntó sin mucha esperanza de recibir una respuesta positiva.
- No.
Yoongi apoyó la cara contra el sofá y el silencio se apoderó de la sala. Sin embargo, no estaba tranquilo, apretaba los puños o las palmas de la mano contra la piel del sofá. Me daba la impresión de que le dolía mucho, aunque intentaba disimularlo delante de mí.
Puse la mano en su brazo.
- ¿Quieres que....? – empecé.
Yoongi me agarró de la muñeca con fuerza y se reincorporó con un rápido movimiento.
Ahogué un pequeño grito, por el susto. Él también parecía sorprendido, como si se hubiera tratado de una reacción inconsciente. Poco a poco soltó mi muñeca como si se estuviera obligando. De la misma manera que se había reincorporado se dejó caer y se volvió dándome la espalda. Sentí miedo por un momento.
- Si no piensas irte, ¿puedes hacerme un favor – dijo con la voz áspera y rota – y prepararme algo?
Aunque me costara reconocerlo, sentirme útil y guardar un poco de distancia en ese momento con Min Yoongi me parecía buena idea.
- Claro, ¿qué quieres? – pregunté.
- En el frigorífico hay una caja de metal; pon dos cucharadas de la pasta en agua hirviendo – contestó con muy mala cara - ¡Y date prisa, por favor! – añadió afónico.
Alarmada por su tono de voz, me apresuré a prepararle la bebida.
Estaba asustada.
¡Hasta aquí el capítulo!
Espero que lo disfrutéis muchísimo.
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Muchas gracias por el apoyo.
Historia adaptada.
Original:
El beso del vampiro, por Lynn Raven Alemania.
(España en 2008)