Jimin y Tae, quienes formaban parte del equipo, no parecieron alegrarse al ver la llegada del chico "extraño".
Las decoraciones en las calles, arquitectura, entre otros, parecía como si dieras un salto a los felices años veinte del siglo pasado. Fue en esa época cuando se construyó el teatro que íbamos a limpiar.
Una escalinata llevaba a la entrada; Min Yoongi estaba apoyado en una columna, junto a su Blade negra. Saludó a Dahyun brevemente, a mi me miró con dureza y a Taehyung y Jimin ni siquiera los miró de reojo, aunque no pudo reprimir una media sonrisa arrogante. No sabría decir si el señor Webber notó la tensión que existía entre los tres o si le habían puesto al corriente, pero después de abrir la puerta se colocó entre ellos.
La antesala, vestida con cortinas de terciopelo oscuro, apestaba a polvo y carecía de luz. Fuimos entrando poco a poco y una chica rubia y delgada – una de las primeras víctimas de Min – estornudó varias veces. El señor Webber desapareció detrás de un pesado telón grande armado con una linterna, y una polilla revoloteó sin rumbo hasta desaparecer en la sombra de la curva de la escalera que llevaba al piso superior.
De repente se encendió la araña polvorienta. Por lo visto, el señor Webber había encontrado el interruptor de las luces.
En fila india pasamos por debajo del telón con cuidado de no tocarlo para que no cayera más polvo, o que no se nos viniera abajo por viejo. Yoongi y Dahyun iban los últimos.
Admiramos el viejo esplendor del teatro: una sala semicircular con sillas y mesas redondas hasta el escenario, con palcos sostenidos por estatuas de musculosos personajes mitológicos con adornos dorados y filigrana. El techo lo coronaba una cúpula de cristal mate que había sobrevivido intacta, aunque permanecía semioculta por hojas y excrementos de pájaros. La luz del sol se colaba apenas por un par de huecos, y el polvo bailaba en las tiras de luz. En medio de la sala colgaba una imponente lámpara de araña, que tampoco acababa de iluminar como en los viejos tiempos. El escenario tenía un metro de alto, y el telón azul marino estaba recogido. Todo el esplendor de ataño estaba ahora cubierto por una gruesa capa de polvo. Tardaríamos una eternidad en adecentar mínimamente el lugar.
Reprimí un suspiro.
El señor Webber propuso limpiar primero la zona de los espectadores y la antesala.
Mientras unos apartábamos sillas y mesas, otros limpiaban el polvo de la lámpara.
Todo lo que estuviera roto o no sirviera lo teníamos que llevar a la salida y luego limpiaríamos la sala a conciencia. Por la cara que ponía el señor Webber, no contaba con acabar ese día ni al día siguiente, y eso si lográbamos acabar a tiempo.
Nos dividió en grupos, separando a Taehyung y a Jimin de Min. Por lo visto no se dio cuenta de lo mal que me miraba a mí, porque me puso en su grupo con Dahyun, Jackson y Sana, y nos ordenó que sacáramos todos los trastos del escenario, descolgáramos el telón y le quitáramos el polvo.
Min escuchó en silencio con una sonrisa entre compasiva y burlona y ocupó su puesto en la parte del escenario menos iluminada. Cogí uno de los sacos de basura que tan generosamente repartía el señor Webber, y yo por un lado, y Sana por el otro, fuimos recogiendo todo tipo de basura. Dahyun y Jackson intentaban descolgar el telón mientras Min limpiaba la parte de atrás y aparecía cargado de basura de vez en cuando para meterla en la bolsa de Sana.
Dahyun y Jackson salieron a sacudir el telón, Sana fue a vaciar su bolsa, y yo me quedé sola. Oí un fuerte ruido en la parte de atrás y a Min tosiendo.
Parecía que se hubiera desplomado algo.
Hubo otro estruendo y me acerqué a ver qué pasaba.
Me encontré a Min en un pequeño cuarto trasero envuelto en una nube de polvo. El suelo estaba cubierto por toda clase de objetos, o por restos de los objetos que habían estado en lo que había sido una estantería. Lo vi agacharse y recoger algo, tosiendo todavía, y renegando en un idioma incomprensible.
Me acerqué y le toqué el hombro. En sus manos tenía un viejo violín y le estaba quitando el polvo.
- ¿Estás bien? – le pregunté.
No sé qué me hizo pensar que su respuesta sería amable. No se había dado cuenta de que había entrado, y en cuando me vio, gruñó y puso mala cara.
Le vi un corte en la ceja.
- Estás sangrando.
Acerqué mi mano a su cara para verle mejor la herida, pero me cogió de la muñeca y me la apretó con fuerza.
- Déjame en paz, Ahn.
- Pero tú... ¡Au! – repliqué, y me empujó contra la pared.
Se me acercó con peligrosa lentitud, con el violín todavía en las manos.
- ¿Acaso no quedó claro en el mirador? – me dijo con agresividad - ¡No te quiero cerca!
- No hace falta que me lo pidas, ¡imbécil! – respondí, y lo empujé sin siquiera hacerlo retroceder un centímetro. - Ojalá la próxima vez se te caigan las estanterías encima.
Torció la boca y salió del cuarto, lo vi cruzar el escenario. Si pensaba que iba a recoger el caos que había organizado, estaba muy equivocado.
Volví a por mí saco de basura y cuando iba a agacharme para recoger un trozo de madera oí un fuerte crujido.
Miré hacia arriba y vi que se me venían un montón de tablones, pero me quedé paralizada, incapaz de reaccionar. Todo fue muy rápido, pero por un instante vi lo que sucedía a mí alrededor en un ángulo de 360 grados. Algunos miraron en mi dirección sorprendidos. Min caminaba con sigilo por un lado del escenario.
Oí una cuerda desbocada en una polera y una voz en mi interior que me decía >, pero no supe obedecerla y me quedé mirando la oscura imagen que se me venía encima.
Iba a morir aplastada.
¡Hasta aquí el capítulo!
Espero que lo disfrutéis muchísimo.
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Muchas gracias por el apoyo.
Historia adaptada.
Original:
El beso del vampiro, por Lynn Raven Alemania.
(España en 2008)