CAPÍTULO DOCE
Luanda estaba parada debajo de la luz de las antorchas, contra la pared de piedra en la periferia del patio de Silesia, viendo las fiestas, furiosa. Allí estaba su hermana, Gwendolyn, en el centro de todo, como siempre había sido desde que eran niñas, siendo adorada por todos. Era como si esto hubiera ido en aumento: ella, Luanda, la mayor, había sido ignorada por su padre, quien había derramado todo su afecto a su hija menor. Su padre había tratado a Luanda como si no existiese. Él siempre había reservado lo mejor de todo para Gwendolyn. Especialmente su amor.
Luanda ardía al pensar en eso ahora, mientras veía a Gwendolyn, la encantadora, y eso le traía nuevos recuerdos. Ahora estaban aquí, muchos años después, con su padre ya muerto y Gwendolyn aún era el centro de todo,
