La jornada laboral de Gia llegaba hasta las cuatro de la tarde y a las cuatro con un minuto ya estaba alistando su maletín, se quedó sentada en una silla en la esquina de la cocina contando todas las propinas de ese día, eran casi quince mil rublos los que había ganado, su segunda mejor ganancia de propinas desde que estaba trabajando en ese lugar y después de contar todo el dinero lo guardo muy bien en el elástico de la calceta pues nunca se arriesgaba a que alguien le fuera a robar. – ¿Segura que no quieres ir a un bar? – pregunto Alisa al encontrársela saliendo de la cocina. – Muy segura, ha sido un día pesado y necesito descansar. – se frotó la nuca sintiendo las piernas pesadas. – ¿Qué harás mañana? Podemos salir de compras. – Alisa le tenía lástima y eso era algo que Gia podía se