Pov Ian Wolf.
Detrás de ni escritorio es como debe ser.
Es donde debo estar.
Han pasado seis meses desde que regrese a casa. De los cuales; tres, pase en convalecencia.
Una tortura.
Luego de eso, regrese a mi lugar y dirigir Wolf Diamond Trading Company
No solo somos el mayor extractor y fabricante de diamantes, también dominamos en la venta y distribución del mismo.
Sé que muchos aún me ven fijamente ante mi aspecto.
De forma instintiva me llevo la mano al rostro y acaricio la barba que cubre parte de la cicatriz, aunque no la cubra por completo, mi cicatriz atrae diferentes tipos de miradas; curiosidad, lástima o asco.
Bien, todos pueden irse al diablo.
La puerta de mi oficina se abre y Fernando, mi mano derecha, entra llevando unos documentos.
Debo admitir que juzgue mal a mi amigo y solo estaba dándome espacio.
Al parecer aquella peculiar enfermera tenía razón.
Niego.
—Tenemos un problema con la renovación del contrato del grupo Lous Vuitton.
Arqueo la ceja y este se aclara la garganta.
—Se supone que le dimos el mejor contrato. Además, siempre han usado nuestros diamantes para la fabricación de sus joyas.
—Bratt Williams es la piedra en nuestro zapato.
Asiento en silencio.
Dominion Diamond es una empresa relativamente nueva. Bratt Williams es la cabeza de la compañía. El hombre está decidido a destronarnos, se cree nuestra competencia y no sabe que solo es mierda bajo mi zapato.
—Bratt es un imbécil.
Alargo la mano y tomo el teléfono de la oficina.
— ¿A quién llamas?
—Olga.
—Despediste a tu asistente ayer.
Maldigo y cuelgo de forma ruda.
La mujer era una inepta y solo me miraba con temor cuando posaba sus ojos en ella. Al parecer, ya no le es práctico hacerme ojitos como lo hacía antes del accidente.
Ayer fue la gota que derramo el vaco con último que hizo, me insulto cuando le dije que era una buena para nada.
Fue clara.
Idiota deforme.
Bien, este idiota deforme la echo a la calle.
— ¿Qué haremos con Williams?
—Consigue la propuesta y siéntate con el departamento legal para ver que podemos dar y hacer la diferencia.
—Perfecto —se pone de pie.
—Necesito un trago, ¿vamos esta noche por uno?
Niego.
—Lo que necesito es a una asistente con dos dedos de frente y que no sea una completa inútil.
Hace una mueca antes de titubear.
—Por cierto, ayer me encontré a Verónica en el gimnasio.
—No me interesa espeto en tono frío.
No la he visto desde el día en el hospital.
Suspira.
—Lo sé, pero creo que deberías saber que tiene la intención de ir por sus cosas a tu departamento.
—Pues, en él no hay nada. Todo lo doné a la caridad.
—Joder —susurra y ríe entre dientes —sabes que eso te traerá problemas.
—Que me demande. Además, todo lo que tenía se lo di yo.
Asiente.
Me mira y sé qué quiere decir más.
—¿Qué?
—Dime que no es mi problema; pero, ¿dónde quedaron tus planes? —Me enderezo —tener una familia. Deseabas darle a tu madre un nieto, alguien que siguiera los pasos de los Wolf.
—Fernando.
Mi tono es de advertencia, pero él no parece importarle.
—Sí, Verónica se comportó como una maldita, pero, eso es motivo para aplazar tu vida.
—¿Quién en su sano juicio querría estar con alguien como yo? —tuerzo el gesto y siento el tirón en el rostro.
—¿No has pensado en obtener tu deseo a través de un vientre subrogado?
Resoplo.
—Imagina los titulares de la prensa. ¿Quieres que mate a mi madre?
—No le digas nada, solo dale la sorpresa. Te aseguro que la harías muy feliz.
—No sé… —niego— ¿no tienes trabajo que hacer?
Suspira.
—Bien, me pondré a trabajar con los abogados. Pero no eches mis palabras en saco roto.
Con eso se retira.
Una vez a solas, reviso mis pendientes. Sin embargo, las palabras de Fernando me dan vuelta en la cabeza.
¿Sería algo descabellado?
Es claro que no quiero una relación.
No me veo invirtiendo, tiempo, afecto y dinero en sacar a flote una relación.
No pienses tonterías, ¿Dónde encontrarías una mujer que se preste para eso? Además, como confiar en ella hasta el término del embarazo.
Es una locura.
Maldito Fernando.
Dejo los pensamientos a un lado y me concentro en mi trabajo.
Los pendientes se me acumulan y mi tolerancia se agota.
Así que marco a recursos humanos.
—Wolf —espeto.
—Señor —escuchó la voz de Harry, mi director de recursos humanos.
—Acaso es muy complicado escoger una candidata cualificada para que asumir el puesto de asistente personal.
—Lo lamento —se aclara la garganta —el tener que prescindir de Olga de manera tan intempestiva nos ha acumulado el trabajo; de hecho, ahora mismo estoy por entrevistar a la siguiente candidata…
—Envíala a mi oficina.
—Señor, Wolf…
—Envíala, Harry. Yo me ocupo de ver si la candidata cumple con mis expectativas. Si al menos sabe retractar un memorándum sin que tenga que corregirlo y enviarlo de regreso.
—En seguida, señor.
Cuelgo sin más, y espero pacientemente a que la candidata que escogió Harry sea buena en su trabajo.
Me pongo de pie y me acerco a la ventana el reflejo. Y, cada que veo mi reflejo es un recordatorio de lo estúpido que fui.
Dejar que una mujer decidiera mi vida, que una sola mujer me hiciera perder mi piso unos minutos ocasionando esto.
Mis planes se fueron al carajo. Había soñado un futuro donde traería a la próxima generación de Wolf para dirigir Wolf Diamond. Pero todo quedó atrás esa tarde cuando el auto golpeo mi costado.
¿De verdad?
Hace un par de meses recordé el accidente. Fue desagradable recordar la sensación de la piel siendo cortada por el metal. Pero también recordé un detalle importante que me he guardado para mí.
Los frenos fallaron y alguien lo oculto del reporte policial.
Pero, ¿Quién?
Niego.
Un golpe en la puerta me alerta y sé que es la candidata para el puesto de asistente personal.
—Adelante.
Me ajusto la americana del traje y me volteo para detenerme en seco.
La mujer me mira como si fuera un ciervo frente a las luces de un auto, en sus ojos azules veo el reconocimiento.
—¿Tú?
Se aclara la garganta ante mis palabras y da un paso al frente después de cerrar la puerta.
—Mi nombre en Brooke Bennett y vengo por el puesto de asistente.
Arqueo la ceja.
—Hasta donde sé, eres enfermera.
Veo que se muerde la lengua y me da una sonrisa falsa.
—Efectivamente; lo soy, pero ahora mismo necesito un empleo con buenas prestaciones.
Vaya, así que la elocuente Brooke necesita buenas prestaciones.
Interesante.
Me mira con la barbilla en alto.
—Hice mi cuestionario y pasé el filtro del señor Harry.
Me siento y tomo la carpeta que me tiende con la información.
La dejo a un lado.
—¿Qué te hace creer que tienes la facultad de ser mi asistente? Te recuerdo que la última vez que ambos estuvimos en la misma habitación me insultaste.
—Usted me echo y en el proceso me perjudico.
No respondo.
—Sabe que, esto fue un error, creí que estaba postulándome para ser la asistente de un ejecutivo demás bajo perfil.
Se acomoda el vestido n***o corte recto por debajo de las rodillas.
La mujer claramente es hermosa y el uniforme de enfermera no la favorece.
Quien diría que la señorita Bennett es guapa.
—Veo que ahora está bien.
—No iba a echarme a morir.
—Por supuesto —susurra mirando mi rostro con atención.
Sin embargo, sus ojos o demuestran asco, repulsión, desagrado… no, ella está molesta por nuestro último encuentro.
—Dígame algo, señorita Bennett, ¿es muy defensora de la ciencia?
Me mira sin entender.
—¿Perdón?
¿Qué coño, Ian?
Niego.
—Olvídelo.
Toma su bolso y me mira.
—No eres lo que busco como asistente, quieres mi consejo, quédate con lo que sabes.
—Gracias por su consejo no solicitado.
—De nada.
Mi sonrisa cínica la saca de las casillas.
Se aleja.
—Brooke —llamo.
Me mira por encima de mi hombro.
—Puede que no estés cualificada para este puesto, pero creo que tengo un mejor puesto para ti.
Entrecierra los ojos.
—No me interesa.
Con eso sale no sin antes azotar la puerta.
Alargo la mano y tomo su información.
Cojo mi móvil y marco.
—David, necesito la información completa de una persona.
David es el director de seguridad de mi empresa. El hombre es capaz de encontrar cualquier cosa que le pida.
—¿Para cuándo la necesitas?
—Esta misma semana.
—Bien —parece curioso —envíame su nombre y lo que tenga.
Sonrío.
—Quiero todo, ¿entiendes?
—Perfecto.
Cuelgo y luego de enviar una fotografía de la hoja de vida de Brooke, me quedo mirando la misma.
—De verdad lo estoy considerando —susurro en la soledad de mi oficina.
Maldigo.
Descuelgo el teléfono de la empresa.
—¿Señor?
—Consigue una maldita asistente antes de que me quede con la tuya.
Con eso cuelgo y continuo con mi trabajo.
Fernando entra y me mira con curiosidad.
—Y, ¿la señorita?
—La candidata perfecta para lo que tengo en mente.
Arquea la ceja con curiosidad, pero no digo más.
Pov Brooke.
¡Maldita sea mi suerte!
Han sido meses duros, y cuando decido arriesgarme vengo a encontrarme al imbécil de Ian Wolf.
Desde que fui despida pro su culpa las cosas han ido de mal en peor.
Estoy a un par de meses de recibirme como enfermera y aunque trabajo medio tiempo en una clínica de reposo no me da abasto para todo lo que tengo encima.
Las deudas se acumulan y todo gracias al maldito de Ricardo, mi exnovio.
El hombre robó a uno de sus jefes en el bar donde trabajaba antes de desaparecer con una de las putas del mismo.
Ahora me están cobrando ese dinero a mí. A eso le añado mis propias deudas.
Quisiera desaparecer de esta maldita ciudad.
Nada me sale bien.
Niego.
Llego a la parada de autobús donde está una llenándose, subo y tomo asiento en unos de sus asientos intentando no dejarme arrastrar por la autocompasión.
En cambio, la imagen de Ian, hijo de perra Wolf, aparece en mi cabeza.
Su herida ha cicatrizado, pero ha dejado una marca muy pronunciada dándole un aspecto intimidante. A pesar de llevar barba es imposible no detenerse y darle una segunda mirada a su marca.
No tardó mucho en llegar a mi casa, un departamento situado a unos cuarenta minutos del centro.
Cuando llego al tercer piso usando las escaleras maldigo este lugar.
—Señorita Bennett.
¡Mierda!
Me detengo en seco cuando escucho la voz del encargado del edificio.
—Señor Sandoval, ¿Cómo está?
Lo miro intentando darle una sonrisa, pero el viejo regordete solo frunce el ceño.
—¿Ya me tiene el dinero de la renta?
—Le prometo que a final de mes…
—Eso me dice siempre y ya debe tres meses. No quiero ser malo y reportarla.
—Esta vez si estoy siendo honesta, a final de mes tendrá el dinero.
Me mira de arriba abajo.
—Está bien, solo tiene hasta final de mes.
—Gracias.
Abro la puerta de mi departamento y cierro detrás de mí.
—Maldita sea —gruño arrojando mi bolso y saliendo de los matadores zapatos que me he puesto para impresionar en la entrevista.
Los cuales me sirvieron para un carajo.
Me dejo caer en mi sofá y miro al frente donde el espacio vacío donde estaba la televisión se burla de mí.
La frustración se apodera de mí, odio sentirme acorralada.
Necesito encontrar una solución a esto. Pero, ¿cuál?