Como Jesse estaba más preocupado por caerles bien a las mujeres que nos rodeaban, miré a Aurora. Sus pequeñas manos estaban en las mangas de la camisa de su padre. Cuando soltó una la llevó a su boca. La saliva llenó su puño. Jesse estaba más concentrado en evitar las miradas, que me incliné sobre su hombro para alivianar la presión que sentía en su cuerpo. —¿Puedo cargarla? Jesse me escaneó como un detector de metales. —¿Quieres volverte aún más irresistible? Le sonreí ladeado. —No creo que a Winter le guste —bromeé. Miró adelante, donde las chicas conversaba. —Aprovecha que no mira. —Colocó la niña sobre mi muslo—. Aprovecha que las dominatrices no nos miran. Le sonreí, apreté las costillas de Aurora y la elevé. La niña continuaba salivando cuando sonó la música anunciando e