Durante el regreso a la mansión Catalina se quedó dormida en la parte trasera, apoyó su cabeza en una de las puertas y cerró los ojos vencida por el cansancio, Vicente la dejó dormir durante todo el camino, pero cuando llegaron a la casa, debía despertarla, se quedó mirándola dormir sobre los asientos y curvo sus labios, ella se veía tan tierna, y tan dulce que le dio lástima despertarla, asi que la cogió de los brazos y piernas y la sacó suavemente del coche, Catalina aún dormida enredó sus brazos por el cuello de Vicente, y recargó su cabeza en el mentón de él, Vicente no pudo evitar absorber todo el dulce aroma de Catalina, aquello lo conmovió y lo hizo temblar un poco.
Mientras Vicente cargaba a Catalina hacia su alcoba, ella iba balbuceando como si estuviese en un sueño.
-Tus ojos son hermosos…-decía ella- quédate conmigo para siempre…
Vicente la recostó en su cama, y se iba zafar de los brazos de Catalina para marcharse, pero ella se opuso, y cuando él intentó otra vez ella lo presionó aún más acercándolo hacia su rostro. Sus labios estaban rozándose, y sus respiraciones se volvieron una sola. Vicente se quedó detallando su hermoso rostro y la escuchó susurrar.
-Bésame- dijo Catalina mientras dormitaba, entonces Vicente no se pudo resistir más y juntó sus labios suavemente con los de Catalina, ella aún dormida abrió un poco su boca, dejando entrar la lengua de Vicente, él saboreo la cavidad de Catalina, y su corazón pegó un brinco de emoción, ella olía a flores y era tan dulce como la miel.
-Emilio bésame- los ojos de Vicente se abrieron y se separó bruscamente de Catalina, se puso de pie rápidamente y se limpió la boca con el dorso de su mano.
Catalina por el movimiento repentino despertó.
-¿Vicente?- dijo con un hilo de voz confusa
-Ya está en su habitación señorita, ahora descanse- dijo Vicente y se marchó sin decir nada más. Catalina se quedó despierta y confundida al ver marcharse al joven con tanta prisa. Ella había tenido un sueño con Emilio Beltrán, pero siempre lo veía como una versión más joven de él, ella no se enamoraba de Beltrán en la actualidad si no de su juventud. Y ahora que conoció a Vicente, supo que la persona que ella veía en sus sueños era una extraña mezcla de Emilio y Vicente, aquello la atormentó y se sintió incómoda al pensar en eso. La señorita Elizabeth siempre le había dicho que la lujuria no era mala, pero se debía compartir con la persona que se amaba, sin embargo, ella estaba teniendo esa clase de sueños extraños sin tener a nadie a quién amar, aún.
Cuando estuvo más calmada, se tocó con la palma de su mano la ropa interior y se sorprendió al encontrarla húmeda, se sonrojó y corrió a su baño para darse una larga ducha.
Vicente se fue corriendo hacia su habitación, se encerró con llave y también debió darse una ducha para calmar su calor, Catalina lo imponía mucho, tanto que le daba miedo, había comenzado a pensar en ella de otra forma, y se sentía realmente culpable por su padre. Ahora que Catalina había nombrado a Emilio sabía que ella lo amaba, entonces decidió no inmiscuirse en esos asuntos, aunque para él fuera extremadamente difícil teniéndola tan cerca.
A la mañana siguiente, Vicente no miró a Catalina por la mansión, aquello lo extrañó, entonces decidió preguntarle a Doris.
-Esta teniendo una charla privada con su institutriz- le respondió mientras cocinaba. Vicente asintió y se marchó para pasear por el jardín.
Desde un ventanal, Catalina observaba a Vicente admirar las flores, y mientras hablaba con la Señorita Elizabeth ella se estrujaba las manos.
-Creo que me gusta
-¿Qué sientes al verlo o al estar cerca de él?- dijo Elizabeth mientras se acercaba a Catalina.
-Siento que mi corazón late con fuerza, que me sudan las manos y que me quedo sin aliento- Elizabeth tomó el hombro de Catalina y se quedó mirando a Vicente desde la ventana.
-Él es muy guapo y además es joven, pienso que es normal que te atraiga. No debes asustarte Catalina
-Pero Don Emilio, yo debo casarme con él- Elizabeth rodó los ojos sin que la muchacha la viera.
-Ya te he dicho, si no quieres casarte con él, no lo hagas
-No es tan fácil señorita, él me buscará hasta encontrarme y me obligará a desposarlo
-¿Y si yo te digiera que te puedo ayudar?- Catalina se volteó hacia Elizabeth- solo tienes que pedírmelo- dijo ella
-¿Cómo podría ayudarme?- Catalina apretó sus manos una con la otra
-Te podría sacar del país- Catalina abrió la boca con sorpresa y luego volvió la vista hacia Vicente.
-No podría- Elizabeth apretó los labios- Esta bien, lo entiendo. Pero Catalina, la oferta siempre estará en pie- ella asintió con la cabeza.
-Bien háblame más de Vicente- a Catalina le volvió la sonrisa al rostro y sus mejillas tomaron un color rosa encantador.
-Hay algo que quiero contarle, anoche tuve un sueño y cuando desperté mi ropa interior estaba mojada- dijo en un susurro Catalina, temiendo que alguien más pudiese escucharlas, Elizabeth sonrió y le tomó las manos a Catalina
-¿Tu sueño fue con Vicente?
-Algo así, es algo difícil de explicar. En mi sueño veo a un chicho joven, pero él tiene un rostro con una extraña mezcla entre Don Emilio y Vicente. Él me besa y me…toca- dijo bajando la vista hacia el piso.
-¿Y tú lo disfrutas?
-Si
-Muy bien, creo que tu cuerpo está listo para convertirse en el de una mujer. Cuando encuentres al indicado podrás entregar tu virginidad Catalina- dijo eso y la abrazó- Pero ten cuidado a quién elijas, aquello será muy importante para ti
Catalina se quedó pensando, ella sabía toda la teoría gracias a Elizabeth, pero la practica era lo que le atemorizaba ¿le dolería? ¿ sangraría? ¿lo haría bien? Eran preguntas que le rondaban constantemente en su cabeza.
-No te preocupes más, cuando el momento llegue lo sabrás. Por mientras disfruta de tus sueños, esa también es una manera de aprender a conocerte.
Sin más que decir Elizabeth se despidió de Catalina, y la dejó sola contemplando al muchacho que le gustaba. Catalina aprovechó de examinarlo con detalle, le miró su cabello castaño ondulado, y sus facciones masculinas, sus ojos eran verdes y profundos y sus manos fuertes. Jamás se había sentido atraída por alguien, como lo estaba ahora de Vicente.
La tarde se le pasó en un pestañear de ojos, soñando con las cosas que podría hacer con Vicente si él la correspondía.