Ella se encogió de hombros. —No necesitaba uno. Tampoco podía permitírmelo—. —El transporte público está bien en Londres—, dijo Patrick, —pero aquí es necesario un automóvil—. —¿Es necesario un Ferrari?— Ella rió. —Siempre.— Patrick sonrió. Estaba tan guapo hoy, con su ropa informal y su actitud relajada a juego. Sus gafas de sol le sentaban bien, al igual que la ligera barba de varios días en su mandíbula. —¿Y un Porsche?— Miró a Hugh. —¿Básico?— —Un hombre puede darse un capricho de vez en cuando. Trabajo duro, me gusta jugar duro—. —Me di cuenta de.— Ella hizo una pausa. —¿Puedo hacer una pregunta personal?— —Ustedes son familia, así que no veo por qué no—. Hugh la tomó del codo mientras ella pasaba por encima de unas raíces retorcidas. Siguieron caminando, ahora a la sombra de