—¿Tuyo?— Dijo Janice, la única palabra rebotando alrededor de su cabeza como si no supiera qué hacer consigo misma. —¿De qué diablos estás hablando? No soy tuyo.—
—Tú eres nuestro—. Patrick se desabrochó el puño derecho y luego dobló cuidadosamente la manga de su camisa. Una vez. Dos veces. Tres veces. Reveladores antebrazos ricos en tendones y cubiertos de pelo oscuro. Las venas del dorso de su mano eran prominentes y llevaba un reloj plateado de aspecto caro.
—Es posible que nuestros padres se hayan casado, pero eso no te convierte en mi jefe—.
—Ahí es donde te equivocas—.
—¿Cómo es eso?— Se llevó las manos a la cintura y levantó las caderas hacia la izquierda. —Dime.—
—Su comportamiento se refleja en nosotros, en nuestra familia. Sobre nuestros padres. Comenzó a arremangarse la otr
