Debía de admitir que estaba disfrutando mucho ver ese ceño fruncido y esa mandíbula apretada. Casi podía ver como esos bonitos azules se habían oscurecido de rabia, mientras que su manzana de adán, se pasea por su garganta, probablemente al contener la necesidad de continuar discutiendo conmigo.
Su mano continúa manteniendo mi muñeca cautiva, sus ojos aún fijos en los míos. Un lento suspiro abandona sus labios, mientras que un gesto con su otra mano, vuelve a pedirme que me siente, lo cual hago enseguida.
—Hay que llegar a un acuerdo —dice con seguridad al volver a concentrarse en el papel.
—Tú eres el que debes de llegar a ello, ahí están mis condiciones, y, ninguna de ellas está haciendo que cambies alguna de las tuyas —tuerzo una sonrisa, sintiéndome relajada, aún esperando a que él
