Ni siquiera quería verle la cara, ¡Dios! ¿Qué mierda tan grande había hecho? ¿Cómo carajos se me había ocurrido vomitar justo sobre sus pies?
¡Mierda, mierda, mierda!
—¡Ya! No ha sido nada, solo son zapatos —dice al estirar una mano para colocarla bajo mi barbilla, obligándome a mirarlo—, ve a lavarte, yo voy a servirte la sopa —me sonríe con dulzura, para luego hacerme girar, dándome un pequeño empujón para que camine hacia el baño.
Camino con rapidez alejándome lo más que puedo de él, con el rostro quemándome de la vergüenza. Me quito la ropa y me doy prisa en abrir la llave, asegurándome de que el agua esté fría, dejo que me golpee la cabeza, tratando con ello de hacer que me baje la resaca y la vergüenza ante la enorme metida de pata que acababa de hacer. Paso mis manos por mis br
