—¡Que nadie mire hacía atrás! —Grito sintiendo que mis pulmones me exigen con urgencia que le dé descanso. Los ignoro y continúo corriendo como si mi vida dependiera de elli, bueno, literalmente mi vida justo ahora está dependiendo de que corra más rápido que algún atleta. Pero estos hombres robustos que nos siguen no se ven nada amigables como para querer entablar una conversación sin disparos y sin matarnos en algún punto de nuestra charla civilizada, así que nuestra única opción es correr. Porque nuestras jodidas vidas dependen de eso ahora.
—¡Que no escapen! —Escucho al jefe gritar y los otros que lo acompañan gritan como si fuera algún ladrido que más bien lo veo como: Cuando los alcance será su final. Bueno, es mejor no pensar en mi muerte ahora.
Inuyasha sujeta mi mano y me hace señas de que hay que enfrentarlos, lo miro horrorizada. No puedo pensar en una pelea ahora. Sigo corriendo y salto un contenedor de basura que alguien dejó caer, hasta parezco bailarina de ballet.
—No creo que aguante mucho a este ritmo Kag — miro furiosa a Sango quien es sujetada por Miroku para que no detenga el paso, ellos son 10 personas como nosotros somos 10 personas. ¿El problema? Bueno, ellos son diez personas robustas, llenas de musculos y que apuesto saben pelear muy bien. En cambio nosotros tenemos a cuatro chicos que tal vez sepan defendernos, ah, e Inuyasha. Luego tenemos a Rin quien no sé que hará cuando solo trate de evitar el contacto con Sesshomaru. Kikyo, bueno, ella al menos puede que pelee con unos de sus tacones. Quiero saber que tipo de pacto satánico Kikyo hizo para correr en unos malditos tacones y seguirnos el ritmo y que ellos no se rompan, eso tiene que ser algo sobrenatural, no hay poder humano que pueda con algo así. Ayame bueno, ella está muy entretenida en contar el dinero que lleva en la mano mientras corre.
Aunque, nada de esto estuviese pasando si Sango y Ayame me hubiesen hecho caso en el momento en que les advertí que dejarán la jugada, pero como ellas no pueden ir a un casino como las personas normales todo terminó siendo un desastre. Bien, estar de luna de miel con Inuyasha apestaba, estar con este zoológico de monos y monas está peor, solo han causado problemas desde el momento en que pusieron un pie en las vegas. Que bonita familia tengo, quiero que todos de vayan al infierno.
—¡La perra castaña es mía, nadie se meta cuando la atrape! —Escucho el grito de uno de ellos y Sango sigue cib la vista al frente y sin detener el maratón que tenemos.
—¡Perra porque no quise nada contigo, poco hombre! —Tengo ganas de aplaudirle y veo a Miroku mirarla con sorpresa.
—Tengo gas pimienta ¿Ayuda eso en algo?—pregunta Ayame y no se porque todos ellos son atléticos y corren tanto, si no fuese porque Inuyasha me arrastra a correr ya hubiese desistido desde hace tiempo.
—Por esta causa, sacrificaré mis tacones—anuncia Kikyo.
—Kagome de nada nos va a servir seguir corriendo sin un punto fijo—Inuyasha me mira y yo muerdo mis labios. ¿Desde cuándo todos me han hecho la capitana de esta huida fugaz?
—Bien, los vamos a enfrentar—anunció y detengo mi paso. Todos copian mi acción, los grandulones también lo hacen y me miran con los dientes afuera, ellos tienen más r**a de perro callejero que Inuyasha—escuchen, estamos en son de paz así que—el jefe de ellos da un paso adelante y me mira. Las cicatrices en su cara o podrían parecer aterradoras para cualquier otra persona, pero ahora me aterra más que la policía nos encuentre, estamos siendo prófugos de la justicia. ¡Yo pensaba serle infiel al bastardo de Inuyasha en la luna de miel! Al parecer todos pensaron que lo haría y vinieron a evitarlo, pero de una manera no muy convencional, todos ellos están de atar, pero atar urgentemente.
Resulta que Kikyo le advirtió a Narsku que no juegue con fuego dentro del hotel y él no le hizo caso jugando con un encendedor. Bueno, la cosa es que Sesshomaru y Rin estaban peleando y golpearon a Naraku haciendo que deje caer el encededor en una telas finas que habían, el fuego se propagó en segundos, la policía ahora nos busca a mi y a Inuyasha por ser responsable de todos los monos. Desde entonces estamos huyendo porque el dinero que hay que pagar en el hotel no es nada barato, ya saben, es mejor correr cuando no tienes la culpa. En realidad me sorprende que yo no he hecho ningún desmadre y estos idiotas si.
Resulta que como estábamos huyendo dedicimos hacer una parada y cambiar de ropa y de aires, eso terminó en uno de los mejores casinos de las vegas. Claro que había olvidado un pequeño detalle; Ayame y Sango no deben ir a casinos. ¿La razón? Bueno, ellas son unas apostadoras de calidad, lo que siempre los lleva a tener problemas. Este tipo perdió contra ellas, ahora mismo hay algunos millones en las cuentas bancarias de estas dos mujeres cara de ángel, pero que están loquitas, pero loquitas. El hombre al parecer se quedó sin dinero y ya saben lo demás, todos huir por nuestras vidas porque este tipo está sediento de venganzs.
—Asi que nada—su voz es tan odiosa—ellas dos—señala a Sango y a Ayame—me tienen que devolver todo mi dinero—termina gruñendo.
—Veámos, en primer lugar es su dinero, en segundo nadie te dijo que juegues el dinero, tercero era un juego donde ellas de manera limpia patearon tu trasero, no seas un jodido llorón resentido—miro a Rin para que haga silencio y le sonrío al hombre que parece más molesto ahora.
—Bien, ya no quiero el dinero—dice de repente y suelto el aire que contenía.
—Que bien, me estaba llevando un susto de...
—Quiero la cabeza de todos ustedes—anuncia con una sonrisa. Todos nos miramos y veo algo que me paraliza. Kikyo no lleva sus tacones, Kikyo está descalza y con sus tacones en mano, Kikyo no se ve para nada feliz, de hecho está cabreada y su cara se torna roja y más roja a cada segundo que pasa. La última vez que vi a Kikyo dejar su glamour y bajar de esas trampas mortales cosas no muy bonitas pasaron y creo que este tipo de mucho músculos y cicatrices de terror ha despertado al demonio que nadie quiere enfrentar. A Kikyo con uno de sus tacones rotos.
—¿Así que quieres mi cabeza?—pregunta ella como si fuese alguna demente que se ha escapado de un reformatorio mental—¿escuché bien?—todos nosotros retrocedemos. Tragamos en seco, sus ojos parecen sacados del infierno porque los grandulones también retroceden—¿sabes cuánto me costaron estos hermosos tacones y cuánto los amaba?—pregunta con los ojos puesto en el jefe.
—Me importa una mierda tus malditos juguetes, quiero mi... ¡Perra!—Kikyo le ha clavado un tacón en el ojo a este tipo, se coloca detrás de él y pone el tacón en su yugular.
—Ahora todos suelten las armas o su jefe pasará al otro mundo a acompañar mis preciosos tacones—ellos la miran con temor, pero no hacen ningún movimiento. Kikyo aprieta su agarre y el jefe llorón grita como si lo estuvieran torturando, ellos se desarman y nosotros tomamos las armas.
—Chicos improvisen e inmóvilenlos—mascullo e inmediatamente Sesshomaru como si fuese algún vikingo o que se yo, rompe su camisa y amarra a dos de ellos fuertemente—bueno, él sabe ser útil—comento en voz baja.
Los demás hacen lo que hizo Sesshomaru y en menos de diez minutos tenemos a todos inmóviles. Tiramos las armas a un contendor de basura a unas cuadras de donde nos encontramos. Suspiro cansada, me duele todo el cuerpo y tengo hambre.
—Quiero irme a dormir, estoy cabreada—anuncia Kikyo y Naraku se acerca a ella con una sonrisa.
—Sé de algo que podría quitarte ese cabreo—mueve sus cejas de arriba hacia abajo y Kikyo rueda los ojos y luego se acerca a sus labios.
—¿Sexo?—pregunta tocando el paquete de Naraku frente a todos. Mi boca cae al suelo al igual que la boca de Rin.
—Todo lo que quieras—ella le sonríe coqueta.
—Como que no me interesa tu propuesta—aleja su mano y la cara de Naraku pasa a sonrojarse al saber que Kikyo solo le tomaba el pelo—no me gustan los hombres desesperados en un meter su pene en una v****a—ella acomoda su ropa y suspira.
—La sutileza no es lo tuyo—comento comenzando a caminar lejos de nuestro crimen. Kikyo dejó al jefe inconsciente de un taconazo en la cabeza.
—Justo ahora nada es lo mio—dice bostezando.
***
Despierto con un dolor de cuello insoportable y entonces me doy cuenta del porqué y porqué tenía un calor infernal y sentía algo fuera de lo normal. Resulta que solo encontramos un hotel y este tenía dos tres habitaciones. Solteamos una entre todos y ganamos Inuyasha y yo. ¿El problema? La cama era súper pequeña y tuvimos una discusión de que él duerma en el suelo, yo no iba a dormir en el suelo con el dolor de cuerpo que traía. Al final estaba tan cansada que nos acostamos ambos ahí. ¿Problema? Inuyasha duerme horrible. Lo veo descansar con los pies fuera de la cama, me tiene en amarrada con sus brazos y su cabeza descansa en mis pechos. Bostezo y lo miro.
Desde que Inuyasha me traicionó yéndose con la españolita que no es de España nunca volví a verlo igual. Nunca me he fijado en que sus pestañas han incrementado en número, que sus labios son más bonitos y que su cabelleza está muy bien cuidada. A pesar de que no lo soporto por ser un maldito traidor bastardo de lo peor, hay cosas que no puedo negar, él es todo un hombre ya. Ya no es el niño de antes, pero lastimosamente se va convertido en alguien muy detestable. Resenredo sus manos de mi cuerpo y con mucho amor y cariño lo empujo un poco haciendo que su cuerpo caiga al suelo como si fuese una roca.
—¡Maldición!—lo escucho jadear, al parecer la caida no fue grata.
—Buenos días amorcito bueno para nada—él me mira y sus ojos se entrecierran.
—Kagome eres una maldita arpía, me duele todo y me tratas así—me encojo de hombros.
—Invadiste mi espacio personal—veo una sombra bajo la puerta y ruedo los ojos—no estamos follando como conejos, así que entren y dejen de ser unos jodidos metiches que escuchan tras la puerta—el club de los idiotas entran y Sesshomaru es el primero en abrazarme.
—Solo nos asegurabamos, pero viendo a Inuyasha creo que él durmió en el suelo—Inuyasha, siendo la persona más madura del mundo, solo le saca la lengua.
—¿Qué haremos hoy?—pregunta Rin callando a Sesshomaru quien al parecer iba a decir algo.
—Yo tengo algo en mente—anuncia Kikyo con una sonrisa—además, recuerden, somos prófugos y debemos ocultarnos de la policia—todos asienten y yo miro su sonrisa. ¿Por qué no me fío de ninguno de ellos? Espero queno termine siendo todo esto un desastre mayor.