Capítulo 24

1888 Words
Ese día ambos nos ignoramos. De hecho, ha pasado una semana y ninguno nos hemos dignado a hablarnos, de pasar a tener algo de confianza uno en el otro, hemos pasado a ser nuevamente dos desconocidos y lo prefiero de esa manera. Pocas veces cuando salimos juntos nos tomamos de la mano y regalamos sonrisas falsas. Es fácil hacer creer al mundo que eres feliz, porque nadie conoce realmente tu interior. Y es por eso que Inuyasha y yo montamos un teatro donde el matrimonio es lo más lindo, hermoso y precioso que Dios nos ha regalado. Somos la envidia de muchos, la admiración de otros tantos. Ya ven, quizas no somos buenos teniendo una comunicación de pareja buena, pero somos dos actores que ni las grandes estrellas de hollywood pueden superar. Justo ahora estoy acostada en el mueble mirando el techo mientras llevo una uva a mi boca. Hoy nadie me ha molestado y eso es para tener miedo, pero como mi vida ha estado girando de un curso a otro y no he tomado un buen descanso, eso hago ahora, descansar. El sonido de pisadas en las escaleras me hace girar el rostro y justo en ese momento Inuyasha pisa el último escalón. Su mirada pasea el lugar antes de posarla en mi. Suspira y se acerca, se sienta frente a mi, pero lo único que hago es tomar otra uva y ubicarla en mis labios. —Kagome — me llama, pero yo termino esa uva y tomo otra pasando de él por completo — no sé porque no me hablas, pero creo que debemos parar la ley del hielo — termino la uva y me incorporo quedando sentada con los pies encima del mueble. —¿Perdón? —Él eleva una ceja mirándome y bajo la mirada. Ruedo los ojos mientras abotono mi camisa que tenía varios botones menos. —Mira, me disculpo si hice algo que te ofendió ¿bien? Ella y yo ... Tenemos historia, fuimos por mucho tiempo pareja, pero ya le dejé en claro que no debe seguir con todo ese escándalo y lo entendió. Pensé que las cosas entre tú y yo estaban mejorando, que por lo menos podíamos ya tener una conversación decente, pero ahora ni nos dirigimos la mirada, no se que creer — bajo los pies del mueble porque Inuyasha parece un poco serio sobre el asunto, lo mínimo que puedo hacer es eso, poner un poco de seriedad. —Tú fuiste el que se puso extraño dejando de hablarme por completo — argumento con tranquilidad. —Porque cada vez que te hablaba respondías con monosílabos, eso cansa, molesta e irrita bastante — bueno, en eso tiene la razón. Después de la conversación con Sesshomaru donde dijo que quizás mis sentimientos por Inuyasha no habían muerto estuve en mi pequeña crisis existencial donde no quería tenerlo cerca, pero él parecía un chicle y se me pegaba y aparecía por todos lados. Así que opte por contestar a todo de esa manera, sabía que tarde o temprano no estaría siendo una molestia queriendo acercase a mi. Y funcionó, porque... ¿qué persona le gusta que le respondan así? Porque a mi me responden de esa manera y mando a la mierda de inmediato al usuario de ese monosílabo hacia mi. —En esa parte tienes razón, no debí responderte de esa manera, disculpa—él me sonríe. —¿Estamos bien?—me pasa su mano y la estrecho. —Por ahora—unos gritos se escuchan y me levanto de inmediato. Veo a Kikyo llegar como poseía y las mejillas rojas. Pero para ninguno de los dos pasa desapercibido el enorme chupón que lleva en el cuello y del cual no parece consciente. Cuando abro la boca para hablar aparece Naraku con el cabello alborotado y una sonrisa en los labios. Kikyo le da una mirada asesina y él simplemente disfruta riéndose un poco de ella. Inuyasha y yo solo intercambiamos mirada sabiendo que esos dos estaban santificando alguna parte de mi casa. —Kagome—murnura Kikyo—que bueno que te encuentro. Sango quiere que vayas a su casa, al parecer sucedió algo y... Deja de hablar cuando Naraku se acerca más a ella, gira el rotro y sus mejillas ya se han calmado un poco y no están tan rojas. >> ¿Necesitas algo o simplemente te vas a quedar mirándome como idiota?—pregunta ella con fastidio. —Nada, solo quería ver de cerca lo linda que te ves hoy—pienso que Kikyo va a responder con uno de sus comentarios listillos, pero ella se sonroja un poco más. Bien, esto se está volviendo un poco íntimo y siento que Inuyasha y yo sobramos. —Siento que estamos sobrando aquí—el murmullo de Inuyasha es lo que hace que ambos se alejen. —Kagome, Sango te necesita, no quiere ver a nadie que no seas tú—asiento y me siento a colocarme las zapatillas, pero antes de tomar una, Inuyasha se arrodilla y comienza a ponérmela dejándonos a todos en silencio y sorprendidos. Lo veo colocarme las zapatillas con una delicadeza asombrosa. Trago en seco mirando su rostro y como él muerde sua labios concentrándose en ponerla bien, hasta se preocupa en si me quedan muy ajustadas. Y ahí están, esas pequeñas acciones que hacen que mis latidos vayan más rápidos, esos pequeños momentos donde Inuyasha me recuerda que en la persona de rodillas frente a mi hubo un amigo que me hacía sentir feliz con cada pequeña cosa que hacía. Inuyasha me confunde tanto, pero según escuché; si alguién confunde tu corazón, es porque ese alguién ocupa un espacio muy amplio en el. Trago y cuando él termina de ponerla besa mi una de mis rodillas poniéndose de pie y es cuando recuerdo que no estamos solo y que hay una pareja de idiotas que parecen tan asombrados con la dulce escena que no hacen ningun comentario. Suspiro y miro a Inuyasha. —Gracias—es todo lo que sale de mis labios y él asiente. —Todo por mi linda esposa—sonrío para que esto no se vuelva tenso. —Iré a ver a Sango, ¿vienes Kikyo?—ella asiente. —Adiós hombres ardientes, ya nos vamos—ella sale moviendo sus caderas y haciendo que Naraku solo enfoque su vista en ella. —Regreso en la noche—Inuyasha me da un pico que me hace los ojos en sorpresa y Naraku una sonrisa pícara. Tomo mi bolso y camino detrás de Kikyo—cero comentarios al respecto—le digo rápido cuando noto sus intenciones. Ella se ríe y levanta las manos en señal de rendición. —No pensaba comentar nada—murmura guiñándome un ojo. *** Toco una vez más el departamento de Sango ya que la llamé y no contesta, fui a su casa, o bueno, la casa de sus padres y tampoco. Este es el lugar donde a ella le gusta refugiarse cuando no se siente cómoda con el mundo o simplemente quiere escapar de él. A Kikyo la llamaron de la empresa por lo cual me dijo que me disculpara con Sango por no venir, pero que había una emergencia allá que solo ella puede solucionar. Pronto terminarán mis vacaciones en la empresa y tendré que volver a trabajar y ser una esclava. Casi me río de mis pensamientos, pero entonces Sango abre la puerta. Suspiro dispuesta a hacer un comentario fuera de lugar cuando mis ojos se topan con su rostro. Ese rostro alegre ahora está palido, demacrado, veo sufrimiento en el. Sus ojos están rojos lo que me da a entender que ha estado llorando, el cabello que parece como que le dieron con la escoba y va en una pijama. Antes de poder pronunciar palabra la tengo aferrada a mi mientras llora. La abrazo y en silencio dejo que sus lágrimas mojen mi camisa. La dejo desahogarse porque parece querer hacerlo. A veces las palabras simplemente sobran cuando las lágrimas son libres. Ella me abraza con fuerza como si quisiera fundirse en mi y grita, llora, deja salir todo eso que ha estado guardamdo. Dejo que en mis hombros descargue su dolor, su agonía. Sango llora por minutos, pierdo la cuenta de ellos y solo me dedico a subir y bajar mis manos en suaves caricias en su espalda. Cuando parece que ya está lista para enfrentarme, dejo caer mi mano y ella se aleja para regalarme una sonrisa extraña, sus ojos están aún más rojos que cuando llegué debido a las lágrimas de hace un momento. Le regalo una pequeña sonrisa de: ¡Hey! Aquí estoy para ti, hoy y siempre. Y eso es cierto. Puede que no sea la mujer más amorosa del mundo, pero con mis chicas mi corazón de hielo se derrite y le permite la llegada cálida a las cuatro. A Sango, Ayame, Rin y Kikyo. Ellas cuatro son mis chicas y no dejaré que sufran, no cuando puedo evitarlo. Pero justo ahora no pude evitar que Sango sufra. En silencio nos adentramos a su departamento y camino hasta la habitación para sentarme en la cama, ella como una niña pequeña se acurruca dejando caer su cabeza en mis piernas. Inmediatamente me dedico a acariciar su cabello. Sango es una chica muy dulce, se puede decir que la más dulce de las cinco, odio que la hagan llorar. —¿Cuál es el problema Sango?—pregunto despacio y con calma. Ella sorbe su nariz y hace un sonido raro. —Miroku—susurra con su voz dulce a pesar de estar un poco ronca—cuando lo conocí me enamoré perdidamente de él, nunca llegué a creer en el amor a primera vista hasta que lo conocí. Hasta que él se volvió mi primer amor—guardo silencio porque Sango siempre ha sido recelosa con todo lo que tenga que ver con Miroku, solo nos ha contado pequeñas cosas y que esté hablando de él me hace saber que está sufriendo—solo quería una cosa de adolecente; ser la chica que Miroku llame novia. Ser esa chica a la cual no puede evitar mirar, pero todo eso fue imposible, él siempre ha sido un idiota mujeriego. Solo quería que me ame—comenta jugando con sus dedos—eso no fue posible, pero luego de años volvió y mi corazón latió igual que la primera vez. Lo sigo queriendo Kag, ¿sabes que es lo peor?—pregunta con voz rota—que Miroku me ilusionó. Me besó, me abrazó, me regaló palabras que me hicieron sentir especial, me regaló todas las miradas que un día esperé recibir ¿para qué? Para encontrarlo teniendo sexo con otra mujer. Todo lo que fui para él fue la diversión de momento—siento mi pantalón un poco húmedo y me doy cuenta de que es debido a Sango—¿esto significa amar?—pregunta—¿Qué alguien tenga el derecho a romper tu corazón fácilmente? El amor nos hace tan vulnerables, pero también nos hace fuerte. El amor es una contradicción de emociones y sentimientos que se mezclan para darte a elegir, felicidad o dolor—murmura—pero a mi no me dieron a elegir Kag, a mi simplemente me dieron el dolor sin un poco de anestesia y eso no debe ser así—beso su cabello y suspiro. —Miroku no te merece cariño, eres demasiado valiosa para que ese idiota merezca tus lágrimas. Aunque digo, es  parte del combo de idiotas Taisho, aún me sorprendo que de grandes personas hayan nacido semejantes desperdicios—ella se ríe un poco. —Si, me temo que es así—nos quedamos en silencio un momento. —¡Perras llegó por quién lloraban!—grita Rin entrando—traje helado así que pueden amarme más. Ayame y Kikyo vienen en camino—comenta con tranquilidad. —¿No que Kikyo tenía que resolver algo?—pregunto confusa. —Sabes que esa genio lo despacha en un parpadeo, lo resolvió rápido—besa a Sango en la mejilla y luego a mi—tengamos una noche de chicas, tambien traje golosinas—nos sonríe dulcemente. Quizás una noche de chicas es lo que necesitaba. 

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