Un gruñido cansado brota desde lo más profundo del pecho de Inuidiota. Su cabeza está agachada mirando con aburrimiento los barrotes que nos impiden nuestra libertad. Han pasado aproximadamente cinco horas desde que estamos aquí y ya tengo tanta hambre que podría comenzar a cocinar barrotes. Muero por comer algo cocinado por mamá, ella es excelente en la cocina, todo lo contrario a mi.
En momentos como esto agradezco el que mi familia posea dinero y gracias a eso yo posea dinero, porque el futuro de mi pobre esposo sería trágico, pero todo esto se me pasa al recordar que mi tragedia es mayor al tener que casarme con Inubaka.
¡Yo no quiero casarme con un traidor! A ver, si me traicionó being solamente su amiga ahora seré la mayor cornuda del mundo entero, este tipo no sabe lo que es la lealtad y fidelidad. Él es un idiota sin remedio.
—¿Por qué te hice caso? —Pregunta cansado levantando la cabeza.
Por lo menos ahora viste ropa decente que muy "amablemente" los oficiales le prestaron.
—Porque soy genial, dah — hago mi cara de mayor aburrimiento al él preguntar algo con una respuesta tan obvia.
—Claro, y tu estás buena — murmura.
—Gracias por el halago — él rueda los ojos a la vez que se pone de pie.
—Tenemos que salir de aquí — dice y asiento.
—Creo que empezamos a estar de acuerdo, no puedo pasar mis últimos días de libertad encerrada contigo — murmuro horrorizada.
—Kagome — lo miro.
—¿Qué? —Pregunto acomodando mi ropa.
—Actuemos, cariño — no se a qué se refiere hasta que mis piernas se encuentran enredadas en sus caderas.
—¿Qué cojo ...?
—Shhh—pone su mano en mi boca—¿has visto porno cierto?—asiento confundida—gime, eso alertará a algún oficial, ellos vendrán, entrarán para cambiarnos de celda y espero que tus malditas clases de autodefensa nos ayuden—trago en seco.
—Bájame, no pienso hacer eso—digo intentado bajarme.
—No, es nuestra única salida. Si nuestros padres saben esto nos sacan de aquí y te aseguró que nos veremos la cara hasta durmiendo, sabes como son—aunque no lo quiero aceptar, tiene razón. Esos dos seres portadores de espermatozoides potentes que hicieron a Inuyasha y a mi estar aquí están dementes. Y lo último que quiero es a Inuestúpido cerca de mi todo este tiempo. De solo pensarlo mi cabeza duele, no, no quiero a ese traidor más cerca de lo establecido. Definitivamente no.
—Bien—mis mejillas se tiñen—esto es tan vergonzoso—murmuro con cierto malestar en mi estómago.
—No eres la única avergonzada, recuerda que no te soporto tampoco—dice y ruedo los ojos.
Despacio tomo aire y cierro los ojos. Si no veo a Inuyasha es más fácil hacer esto. Si, he visto innumerables películas porno. De hecho, mi primer porno fue con este idiota y fue súper vergonzoso. Casi muero de un infarto al ver a Inuyasha concentrado en el porno y diciendo lo que a los hombres les gusta. Si, él llegó a darme consejos muy útiles hoy en día.
Gimo alto y claro, tan real que abro los ojos y esos pozos dorados me miran gratamente sorprendidos. ¿Qué? Puedo ser muy realista cuando me propongo las cosas, por lo mismo gimo de nuevo.
—Ah, Kagome—gruñe Inuyasha divertido con la situación. Maldito, apuesto a que debe estar burlándose de mi en su maldita mente, ese bastardo.
—¡Oh Dios si!—luego Inuyasha me impacta contra la pared de manera violenta robándose un jadeo de mi parte, este no es fingido ya que la sorpresa me hizo soltarlo. Escucho pasos cerca.
—¿Lista para tu mejor actuación?—pregunta y hace movimientos no acto para niños.
—¡Oh si!—gimo con fingida satisfacción.
—¿Qué ocurre a...?
La chica se queda con la boca abierta. Inuyasha fue muy inteligente de aflojar su pantalón y hacerme parecer como si estuviéramos teniendo sexo.
—¡Oh Kagome!—casi me río al ver la cara de horror de la chica.
—¡Así bebé!—gimo agarrando su cuello. La chica abre la puerta y llama a alguien. Un chico entra y jadea al vernos.
—Us...te...des no pue...den ha...cer eso—gimo como si fuese alguna actriz porno y cuando Inuyasha aprieta mi muslo en la señal.
Tan rápido que por poco no lo veo venir, Inuyasha me baja y golpea al policía y antes de que la chica reaccione ya la tengo inconsciente. Miro a Inuyasha quien le toma un poco de tiempo dejar inconsciente al oficial.
—Vamos—digo y como Kikyo me enseñó: en cualquier situación, por muy mala que sea, no debo perder el glamour. Es por eso que a pesar de estar prácticamente corriendo mis movimientos sin hipnóticos y muy seguros de ellos.
Antes de que nos demos cuenta ya estamos fuera de la comisaría. Inuyasha me guiña un ojo y eso me hace reír.
—¡Corre!—grito a ver como nos buscan con la mirada.
—j***r ni que fuésemos criminales—murmura furioso.
—No sé si criminales, pero rompimos la ley—murmuro agitada al correr.
—¡Alto!—una señora pasa a mi lado con un pastel.
—Espero no irme al infierno por hacer llorar a una señora—digo antes de tomar el pastel y lanzárselos a los oficiales quienes quedan embarrados de rosa gracias al bizcocho, veo que se desorientan y adentro a Inuyasha a un bar de mala muerte. Por el espejo veo como se alejan y suspiro.
—Eres cruel—murmura Inuyasha mirándome de reojo, me encojo de hombros.
—No lo soy y además...
Mi voz se apaga al mirar al frente. Robustos hombres nos miran con cara pico amigable, chicas con vestimentas muy insinuadoras me dan una sonrisa extraña.
—Tenemos invitados—veo como de manera discreta hacen ver que poseen armas de fuego.
—Bien, creo que nos equivocamos de lugar—digo con una sonrisa nerviosa.
Miro a Inuyasha y es una suerte que ni deba decirle que tenemos que salir de este lugar, algo en la mirada de estas personas no me gusta para nada.
Cuando doy la vuelta casi caigo de bruces al suelo por el grandulón que hay interrumpiendo la entrada. Muerdo mis labios y miro al debilucho de Inuyasha, si por él es estamos perdidos, creo que yo misma tengo más fuerza que ese idiota.
—No irán a ningún lugar—dice el grandulón con una sonrisa burlona.
—Esperen—una chica muy bonita se acerca hasta mi—yo te conozco—dice mirándome con el ceño fruncido—¡claro!—grita sobresaltadome—ustedes son la pareja del concurso de esposos—dice mirándome maravillada.
—¿Ellos?—ella asiente.
—Los vi en la televisión, claro que son ellos—ella sonríe—me encantó verlos en acción—Inuyasha se mantiene en silencio.
Ellos nos regalan una sonrisa siniestra.
—¿Kagome?—murmura Inuyasha.
—¿Si?—me giro para mirarlo.
—Ellos...
Y su frase se corta.
**
Mi cara de desagrado me hace murmurar maldiciones mientras veo como juegan con mi cabello estás chicas. Parecen extasiadas de solo pensar en lo que Inuyasha y yo debemos hacer para salir de este lugar. El vestido rosa me hace sentir náuseas y la ahora corona que posan en mi cabeza me hace querer arrancarle la cabeza a cualquier persona que se me pase por encima; exactamente en estas chicas que maquillan mi rostro solo por hacerle pasar buen momento.
—Listo, quedaste perfecta—en mi imaginación ellas son castigadas con látigos por ponerme como una muñequita de esas que vendían en las tiendas. Que asco.
—Ya empezará la función, tienen que salir—ellas asienten con una sonrisa y me miran.
—Rómpete una pierna—dice guiñándome un ojo.
—¿Por qué mejor no te rompo la cabeza o un brazo a ti?—murmuro apretando mis labios.
—Listos, sal—tomo las hojas y salgo al escenario improvisado que prepararon. Se supone que esto es un bar y no se como mierda terminé haciendo de actriz en este lugar.
—¡Oh!—leo caminando con educación—¿dónde está mi príncipe? Ya no quiero sufrir más mi corazón no aguanta tanto dolor—pongo mi mano de manera teatral en mi rostro.
>> Oh Pocopeyo ¿dónde estás?—los pasos rápidos de alguien resuenan y mi mano va a mis labios para no burlarme de forma cruel de él. En silencio lloro de la risa al ver a Inuyasha con un traje ridículo y él al verme queda quieto.
—¡Kagome se convirtió en un feo moustro!—grita y cae al suelo riendo como loco. Mi mano, la que sostiene todos los guiones que estos locos tenían guardado, van directamente a su cara haciendo que caiga hacia atrás.
—Así que moustro ¿eh?—lo miro furiosa, de hecho, con este vestuario ridículo parezco una princesita que cualquiera compra gracias a su dulzura.
—Si, espera... Tu nombre era... Etto, déjame recordar... ¡Scarlett—grita y se levanta—¡Oh Scarlet, Scarlet, al verme casi me orino, no por tu belleza, sino por tu enorme cabeza—canturrea con voz poética.
—¡Maldito idiota!—le lanzo la silla que encuentro cerca—Oh Pocopeyo, Pocopeyo, no me sorprendí al verte hoy, no por que estés bueno, sino porque tu mal olor te delató—escucho carcajadas de las personas que se encuentran aquí y no me importa. No entiendo la razón por la cual todos mis encuentros con Inuyasha terminan en esto; en rivalidades.
¡Cierto! Por traidor que es el muy maldito, por poco lo olvido, que gran descuido mio.
—Scarlet vida de nadie, no entiendo porque no te largas, si sabes que nadie te quiere... Por no tener tetas—unos gritos de parte de las chicas del lugar apoyan a Inuyasha, pero los hombres me defienden.
Inuyasha es un grandísimo Estubecil.
Ya saben: Estúpido + Imbécil =Estubecil.
Creo que suena hasta refinando y un insulto con clase.
Solo en tu mente cariño, en realidad suena horrible, si sé como te inventaste eso.
Ignoro a mi conciencia y miro al frente a mi enemigo. Ambos nos miramos fijamente.
—No entiendo por qué eres tan cruel—dice de manera dramática.
—Porque tu me engañaste a los 16—me lanzo al suelo de manera dramática.
—Eso solo era...
—Oh Pocopeyo ¿quién es está mujer?—abro los ojos y una gota estilo anime aparece en mi imaginación al ver a Kikyo caminar.
—Kikyo amor, dime tú ¿quién es este hombre?—Naraku aparece y la toma por la cintura.
—Él es mi verdadero amor, aunque si le destruyes las pelotas me quedo contigo—casi estallo en carcajadas al ver la cara de incredulidad que tiene Inuyasha.
—No dejaré que eso pase, Pocopeyo es el padre de mis once hijos—digo e Inuyasha cae al suelo.
—¿Once? Pensé que eran dos—oculto mis labios y nariz detrás de la manga del vestido.
—Que extraño, no pensaste en eso cuando lo estaban procreando—dice Sesshomaru con una sonrisa subiendo al escenario—ahora te harás cargo de tus hijos Pocopeyo, no te eduqué de esta manera—Sesshomaru me ayuda a levantarme.
—Es cierto Pocopeyo, sabes que nosotros te dimos la mejor educación ¿no es cierto?—pregunta Rin al público.
—¡Pocopeyo es un bastardo!—gritan los hombres llorando.
—Alto ahí—Sango hace su aparición—si tengo 1094 manzanas y las multiplico por 1050 y las divido por 509 y las resto por 432 ¿cuántas me quedan?—un silencio se establece en todo el lugar.
—Etto... Creo que esto no tiene nada que ver con la obra Sango—dice Miroku—, pero... ¿Quieres tener el resultado de esa larga operación de hijos conmigo?—pregunta guiñándole un ojo.
—¡Ay mamsita!—Sango pone cara de retrasada y se desmaya en manos de Miroku con una sonrisa que asusta a cualquiera.
—Kagome—Inuyasha murmura en mi oído—¿cómo salimos de esto?—suspiro mordiendo mis labios.
—Es una buena pregunta—todos comienzan a discutir y gracias al peso de tantas personas el un pequeño escenario, este termina destrozándose y con el muchas botellas de alcohol para nada baratas. Inuyasha y yo nos miramos suspirando y luego miramos el desastre.
Naraku tiene a Kikyo estilo princesa y ella gritándole muchas cosas no actas para menores.
Recuerda que eres la persona que más maldice de la familia Kagome, no es como si eso fuese extraño.
Sesshomaru hace sonrojar a Rin con propuestas muy indecentes y ella lo acusa de pervertido maniático.
Sango sigue con su cara de retraso y sonrisa que da miedo y gracias a eso Miroku la lleva en sus brazos.
Y claro, las personas de este bar están preparados para matarnos, algo que ya es cotidiano.
—Yo escaparé. ¡A correr!—grito corriendo con una multitud de familiares y desconocidos siguiéndome.
Gracias gimnasio por darme actitud física, porque de no ser así, hace tiempo estuviera bajo tierra.