Capítulo 1 María Isabel

1563 Words
UN AÑO ANTES… Nombre: María Isabel Tamez Edad: treinta años Motivo de detención: asesinato por envenenamiento Condena: cincuenta años en prisión, fianza negada. —Me llamo María Isabel— le digo un poco intimidada, frotando mis manos y bajando la vista cuando me siento en la pequeña silla de metal en esa extraña habitación, yo nunca recibo visitas y menos cuando no es domingo —¿Por qué estás aquí? — me pregunta la persona frente a mi, frunzo el ceño y dudo en responder, pero no tengo nada que perder así que lo hago sin darle tanta vuelta al asunto —asesiné a mi esposo y a la zorra de su amante hace dos años— asiente alzando las cejas debido a la sorpresa de mi respuesta sin remordimientos —¿Por qué? ¿Cuál fue el motivo? ¿quieres contarme? — me pregunta sentándose en su lugar, cruza una pierna, entrelaza sus manos y suelto una risa por lo bajo —¿Por qué? yo estaba entregada por completo a mi marido, vivía y me desvivía por él, nos hicimos novios en la adolescencia, y poco después jurándonos amor eterno nos casamos, por desgracia después de seis años de casados no habíamos logrado tener hijos, aunque eso no me desanimaba, sabía que en cualquier momento dios me sorprendería con esa bendición— comencé a explicar, quitando de mi rostro las lágrimas que comenzaban a aparecer y sintiéndome un poco ansiosa frotando mis manos y rascando mi cuello, era demasiada extraña esta entrevista —en mi aniversario número siete, decidí sorprender a Rodrigo con una cena demasiado especial, esa misma mañana después de que se fuera a trabajar, comencé a sentir ciertos malestares un poco peculiares y que tanto había esperado, salí de casa y caminé hasta la farmacia más cercana, compré todas las pruebas que fueran necesarias y regresé a su casa tan rápido como pude, al confirmar mi embarazo, me sentí la mujer más feliz del mundo, al fin nuestro más grande sueño se estaba cumpliendo, salí rápidamente al centro comercial, quería darle un regalo sorpresa, pero lo que vi al llegar… Rodrigo salía de una tienda de maternidad con una chica más joven, su vientre lucía un embarazo de unos siete meses, además llevaban de la mano a un pequeño niño de unos tres años, ellos se besaban y…— me detengo cuando comienzo a temblar, eran los nervios y el enojo al recordarlo, la persona se pone de pie y me extiende un pañuelo —¿cómo lo mataste? — en sus ojos se veía algo extraño, pero decidí continuar —al llegar a casa, estaba furiosa, sentí un dolor horrible en el estómago, el odio por él me llenaba por completo, el dolor se fue extendiendo a mi vientre y de un momento comencé a sangrar, mis muslos se llenaron de sangre, sabía lo que significaba, ya que había leído mucho sobre bebés y abortos, lloré, lloré de desesperación, comencé a temblar y después de haberme dado una ducha, cambiarme de ropa y tomar un fuerte medicamento, fui hasta la cocina y busqué mis especias favoritas, unas muy especiales, además de mis instrumentos de cocina, preparé una rica cena y me alisté para su llegada, usando un hermoso vestido— sonreí al recordarlo… … —Buenas noches— decía animadamente Rodrigo al entrar a casa, ya era muy tarde, pasó el día con ella y la cena seguramente ya está fría, fruncí el ceño, yo estaba sentada en el sofá de la sala, viendo directamente a la puerta, él no me había visto —hola querido— respondí, apretando los puños y encendiendo la lámpara del centro, sonrió al verme, quería contener las lágrimas, no me iba a quebrar frente a él, me puse de pie y él me tomó por la cintura para besarme, si este sería nuestro último beso lo iba a disfrutar, comenzó a quitarme la ropa, quedé completamente desnuda ante él, coloqué mis manos en su cabello y enredé mis piernas en su cintura, me llevó hasta la habitación y me dejó suavemente en la cama mientras repartía besos y caricias por todo mi cuerpo, estaba sufriendo por dentro, por querer gritarle por haberme engañado, pero no podía, estaba invadida por el placer que sentía, sus caricias llegaron a mi sexo, comenzó a lamer y chupar mi clítoris, sus manos se encargaban de sobar mis pechos y cuando se detuvo comenzó a deshacerse de su ropa, mi marido tenía un buen cuerpo, estaba dudando en si perdonarlo o no, pero esa imagen, esa maldita imagen de ellos en el centro comercial volvió a mi mente, dejé que siguiera con sus caricias, si esta sería nuestra despedida, se llevaría el mejor sexo oral de su puta vida, comencé a tocar su m*****o erecto con mi boca, el solo se dejó llevar, recogiendo mi cabello para tener una mejor visión de mi… —esta noche haremos ese bebé cariño, estoy seguro— decía mientras me colocaba sobre la cama y me penetraba con delicadeza, oculté mi rostro entre su cuello y su hombro, quería matarlo ahí mismo, me había engañado, por años, fui una estúpida… Cuando se quedó dormido, me puse de pie en silencio y busque entre los bolsillos de su ropa, encontré una ecografía en el bolsillo de su saco, tendría una niña con esa mujer, otro hijo con una persona que no era su esposa, en cambio yo… había perdido esa oportunidad, me encerré en el baño por varias horas a llorar, cuando me sentí mejor, fui a la cocina y tiré la comida de la cena, ya no me serviría de nada.  A la mañana siguiente, preparé un delicioso desayuno, digno de reyes, sabía que hoy tenía una reunión importante de trabajo en el banco, estuvo hablando de eso por semanas, sería una lastima que no llegara, tenía una idea en mente, me quedaré con el dinero del seguro y huiré del país, él no se quedará con nada y esa zorra se quedaría en el abandono junto con sus bastardos —cariño esto está delicioso— decía mientras daba otra mordida a sus hotcakes, sonreí y solo le di una bella sonrisa, digna de la esposa ideal, yo no probé bocado, solo tomé un poco de jugo de naranja  Segundos después comenzó a toser, sonreí sin moverme de mi lugar, solamente viendo como se retorcía del dolor —ayu….dd…aa— comenzó a hablar, pero no me moví, su rostro comenzó a cambiar de color, se estaba ahogando, moría, me puse de pie y caminé hasta él —tus bastardos se quedarán en la calle, mereces esto y más, morirás solo, como el vil perro que eres— le dije acercándome a su oído, poco a poco fue inclinándose hasta caer por completo sobre el plato de comida, muerto, gracias al veneno que le había puesto en el desayuno esa misma mañana. … —¿Qué paso después? — me pregunta alzando una ceja, sonreí —Horas después cuando comprobé que estaba muerto, llamé a la ambulancia, lloré el tiempo que necesité y cuando se lo llevaron solo tenía que hacerme cargo del papeleo para cobrar los seguros e irme del país, todo había salido perfecto, ya que no habían encontrado rastros del veneno y solo creyeron que había sido muerte natural o un infarto— digo apretando los dientes —¿Por qué estás aquí entonces? — ruedo los ojos —el abogado me dijo que mi esposo no me había dado de alta a mí en el seguro, la dio de alta a ella, ella se quedó con todo, quise meter a una apelación, hablar con el banco y el seguro para decirles que yo era la esposa, que legalmente todo me pertenecía, pero no me ayudaron, me quitaron mi casa, al parecer había unas deudas pendientes con el banco, deudas que creí ya estaban pagadas, era mi casa y ahora todo había pasado a manos de esa zorra, me quedé en la calle, no tenía hogar, no pude más, la busqué, la encontré y le dije que quería hablar con ella, tal vez hablando podríamos llegar a una solución, la mejor para ambas, ella me recibió en la que había sido mi casa, llevé un pastel de manzana que hice en el refugio en donde estaba viviendo, su vientre estaba más crecido, su pequeño hijo jugaba en la sala, sonreí, ellos me habían quitado un hijo, ahora yo les quitaría dos, partieron el pastel y… todo fue igual, el niño y ella cayeron al suelo, al fin todo había terminado, con lo que no contaba era que la casa ahora tenía cámaras y era vigilada por la policía, me detuvieron horas después— bajo la vista, el odio seguía en mi al recordarlo, hubo un momento de silencio, la persona frente a mi no dejaba de observarme —contratada— me dice extendiendo su mano, frunzo el ceño —¿Qué? — respondo confundida, la persona se pone de pie y me extiende una carpeta con varios documentos —léelos y fírmalos, esta noche vendrá alguien y saldrás de aquí hoy mismo, nos vemos en unos días, espero aceptes este trato— y sin más, sale de la habitación, abro la carpeta, analizando su contenido y abro los ojos como platos, totalmente sorprendida con lo que estoy leyendo. 
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