ARCÁNGEL —¡Necesito encontrarla! ¡No soporto no estar junto a ella!—. Le grité a Zelix mientras daba vueltas por mi despacho mientras él se sentaba en la silla a mirarme. —Y yo te dije... —¡A la mierda tu plan! ¡Maldita sea! Muévete, estoy haciendo llamadas—. Caminé alrededor de mi escritorio y lo empujé lejos del teléfono y empecé a marcar números. —¡Contesta, maldita sea!— Esperé a que contestaran y al tercer timbrazo descolgaron. —¿Hola? Sentí mis labios crecer en una sonrisa de satisfacción. —Hola amigo. Tengo una pregunta para ti—. Le oí aspirar con fuerza y mi sonrisa se hizo más grande. —Alfa Arcángel, ¿en qué puedo ayudarte?—. Su voz temblaba, pero se aclaró la garganta. —Voy a hacer una pequeña visita... —Si te atreves a pisar mis tierras con tu manada me lo tomaría como