–Mami, te estás tardando demasiado, tenemos hambre.
Patty reaccionó ante las palabras de su hija.
–Sí, mi vida –sonrió nerviosa –. En seguida voy.
El hombre de traje formal apareció detrás de la pequeña, sus ojos azules vieron a Patty y casi la deja sin respiración.
–¿Necesitas ayuda?
–Ah…
–Yo la ayudo –Apareció el moreno poco después –. Es mi esposa.
Patty no entendía cómo había terminado con dos hombres en su cocina, hace un par de meses tenía una vida tranquila con su hija y un trabajo sencillo en un restaurante, pero ahora estaba en un conflicto amoroso del que solo quería huir, si tan solo Paul estuviera con ella, nada de esto hubiera sucedido…
Seis meses antes…
La vida no había favorecido demasiado a Patty, ella no tenía familia y tuvo que arreglarse sola para poder salir adelante, cuando tenía diecisiete años conoció a Paul Williams, fue amor a primera vista, al menos eso era lo que Paul contaba siempre cuando les preguntaban su historia, su amor fue profundo y fugaz.
Por cinco años fueron la pareja más feliz del mundo o eso era lo que les gustaba creer, para Paul su vida era Patty y para ella lo mismo, cuando su amor dio frutos a una nueva etapa para ser padres, Paul tuvo un accidente.
A Patty se le derrumbó la vida, Paul tenía un seguro de vida el cual cubrió los gastos de su funeral, pero la firma de arquitectos donde él era socio no le reconoció nada a Patty, la familia de Paul nunca la aceptó debido a que creían que solo lo quería por su dinero y le dieron la espalda, la vida de Patty se volvió un desastre, sola, sin trabajo, ni estudios, embarazada y totalmente destruida por la pérdida sentía que ya no había un motivo para vivir.
Aunque si lo había y un mes después cuando la enfermera le colocó en sus brazos a esa pequeña niña de cabello rubio igual al de su padre, descubrió su nuevo propósito, Paty siguió usando el apellido de su esposo y se lo colocó a su hija, Nathaly Williams.
Tenía una casa que Paul había dejado a su nombre, donde estaban todos sus recuerdos, consiguió un empleo de camarera en un restaurante, el jefe era considerado para dejarla llevar a su hija al trabajo y fue así como Patty siguió con adelante con su vida, aún con su alma fracturada.
–Pequeña llegaremos tarde –le avisó por tercera vez.
Esa mañana como todas las mañanas Patty debía dejar a Naty en la escuela y luego ir a trabajar, la mayoría de las veces tenía el turno de mañana, Dereck su jefe o como comúnmente lo conocían D*ck le daba esos turnos porque sabía sobre su hija, ella podía ir a trabajar mientras la pequeña estudiaba, terminaba el turno en el restaurante y se iban juntas a casa.
–Mami, no me sale.
Patty tuvo que darse un pequeño respiro para tomar paciencia, el cabello de su hija parecía un nido de pájaros y no de los bonitos.
–¿Qué has hecho, linda?
–Es que vi un peinado en la tele y quería hacerlo.
–Me hubieras pedido ayuda.
–Estás ocupada –murmuró la pequeña.
–Ya, ven aquí –le señaló la silla –. Come algo y yo te arreglo el cabello.
Hizo lo imposible como toda madre soltera y le hizo una trenza como la niña quería, al terminar salieron rápido de la casa, pasaron saludando al señor Goldman que se sentaba frente a su pórtico cada mañana a observar a todos.
–Le haces caso a tu maestra y por favor come de la refacción, cuida tus cuadernos, tus tijeras, el pegamento y cuenta tus crayones.
Era el mismo sermón cada mañana y la niña aceptaba todo lo que le decía.
–Te vas directo al restaurante.
–Si mamá.
–Y no hablas con nadie.
Ya tenía siete años y la escuela estaba cerca justo después de la clínica Robinson del otro lado de la calle, Naty se había aprendido el camino muy bien.
–Sí mamá.
Se detuvieron frente al instituto y Patty la abrazo.
–Te amo.
–Yo también te amo, mami.
Se despidieron y luego fue al restaurante, otro día de trabajo por cumplir…