capítulo 8

1565 Words
Tengo las mismas ganas desesperadas de saber que hacer a continuación, averiguar por qué lo retuvieron tanto tiempo y en esas condiciones y saber que clase de peligro nos espera en el camino. Sam es lindo, supongo que aún más una vez que recupere el color y unos cuantos kilos, pero tengo que ponerle fin a este interés que siento por él, es demasiado joven para mi, y no estoy seguro de que sea gay tampoco. Pero no demostró no serlo y eso me confunde, me dejó bañarlo, vestirlo, calmarlo tocándolo, por dios se acostó arriba mío, seguro que es gay. De igual manera lo sea o no, no puedo intentar hacer algún movimiento, el pobre chico acaba de salir de una tortura horrible y aun no se recupera. Que clase de bastardo soy? Lo observo quedarse dormido poco a poco a mi lado, no imagino cómo le ha afectado leer toda esa información, debe estar muy cansado. Hago el intento de salir de la cama para que descanse tranquilo y su mano toma la mía -no me dejes solo por favor -voy a estar en la habitación Sam, duerme un rato -quédate conmigo, no soporto el frío, tengo miedo. Por favor Su voz quebrada me obliga a quedarme, lo abrazo, nos acomodo y él pone su cabeza en mi pecho. No está completamente sobre mí como antes, pero su oído está sobre mi corazón y con una mano me acaricia el pecho. Su toque me relaja al punto de quedarme dormido. No he podido descansar desde la noche antes que le llevé la comida al cuarto y mi cuerpo necesita recargar energía para el viaje que viene. Un temblor me despierta y encuentro a Sam acurrucado contra mí bajo las mantas temblando sin parar, lágrimas mojan su hermoso rostro. -Sam, Sam cariño despierta. Estás seguro aquí ya no hace frío. Lo abrazo y acaricio por todo el cuerpo intentando transmitirle calor. De a poco se calma y sigue durmiendo. La siguiente vez que despierto Sam está sentado a mi lado, pasando sus dedos por mi pelo, mi respiración es mas profunda ahora con su toque. -perdona no quise despertarte. Me gusta tu pelo, se siente como imagine. No encuentro palabras para contestar así que le sonrío en silencio. Su cuerpo se relaja y vuelve a pasar sus dedos otra vez. -mis padres me echaron de casa cuando tenía 16 Comienza a hablar, su mirada fija en el movimiento de sus dedos. No lo interrumpo porque me gusta que me cuente algo de su vida. -les dije que era gay y que no estaba seguro de cómo hablar con un chico que me gustaba, mi madre quedó petrificada y mi padre me dio un golpe en la cara. Yo comencé a llorar y preguntar que pasaba. Recibí otro golpe más fuerte, le gritaba a mi madre que me ayudara y me respondió que ya no era su hijo. Intenté escapar de mi padre y me tomó de los pies, me arrastró hasta el patio delantero y volvió a golpearme. Yo gritaba, apareció mi hermano y no intervino solo observaba quieto como una estatua, en mi desesperación vi unos vecinos acercarse y mi padre gruñía una y otra vez que él no tenía hijos gays. En algún momento la gente se fue dispersando, mi hermano ya no estaba a la vista, mi madre miraba desde la puerta y mi padre con una última patada y una escupida me dijo -no te acerques, no llames, no existes más para nosotros. Sus dedos nunca dejaron de acariciar mi pelo. -yo solo quería que me dieran un consejo en mi primer ilusión de amor, se ríe, -nunca imaginé esa reacción. Mi familia siempre fue tan amorosa, mis padres tenían una palabra de aliento cada vez, sabían que hacer por nosotros sin que lo pidamos. Era una familia tan espectacular que en mi inocencia supuse que mi familia sería una contención para mi. Ahora que pude experimentar un poco mi vida se con certeza que no soy gay, cuando conozco a una persona no importa el sexo si me gusta y me siento atraído. En ese entonces conocí a un niño que me gustaba y mi primer pensamiento fue que soy gay y así lo creí durante unos años. Sonríe -imagina mi sorpresa cuando me enamore de una mujer en uno de los tantos trabajos que tuve, estaba tan confundido, era un desastre. -y como hiciste tú sólo en la calle? -dios fue tan duro, me echaron sin dejarme llevar nada conmigo, ni una campera. Pedí ayuda en la policía y me echaron, dormí en bancos, utilizaba los baños del centro comercial. Cuando necesitaba bañarme las vendedoras de una tienda de comestibles me dejaban usar el baño del local, y si barría la vereda o sacaba la basura me alimentaban cómo podían. Pero eso era una vez a la semana como mucho. Intenté contactar con el resto de mi familia, tenía abuelos, tíos y  primos, nadie me atendió al teléfono. Estaba tan confundido, tan perdido, no entendía qué pasaba. Un día de verano hacía tanto calor, estaba acostado a la sombra de un árbol en un parque y una señora que me había visto varias veces se acercó a sentarse a mi lado y comenzó a contarme cosas al azar. Mi estado de ánimo era terrible, para ese entonces lloraba casi a toda hora, estaba hambriento y no tenía donde refugiarme, la trate muy mal al principio, ella siguió viniendo a verme, a veces me encontraba en otros lugares. Varios días después estaba ansioso por verla y nos fuimos haciendo amigos. Me convenció de ir a su casa, así que fui, resultó ser la persona mas buena del mundo. Viví con ella, sus gatos y sus discos de rock durante 6 años hasta que falleció. -Imagino que debe haber sido muy doloroso. Lo siento mucho. Le digo apretando su rodilla, en algún momento de la conversación mi mano encontró su camino a su cuerpo, para darle mi apoyo supongo. -oh si, fue tan desgarrador. Con ella volví a ser feliz, a tener vida nuevamente. Me enseñó muchas cosas y me alentó a ser libre. No quise estudiar, y me apoyó, mis trabajos duraban menos de un año y ella seguía ahí ayudándome a experimentar cosas nuevas. Cuando murió alquilé un piso con 2 chicos para compartir gastos. Mágicamente ese piso es lo único que pude mantener más de un año. Me dice sonriendo. -En mi último trabajo llevaba 4 meses cuando me secuestraron. -ya se acercaba la hora de ir dejándolo? Pregunto amistosamente -Por raro que suene en mí, ese trabajo me gustaba, la gente era increíble, los clientes amorosos, era un bar de café con temática de rock. Supongo que me recordaba a Amelia. Me sentía como en casa. -¿La moto la compraste tú? Nunca monté en moto, yo siempre cuatro ruedas y cuanto más grande mejor. Me río como tonto cuando su cara se transforma en un gesto raro. -por qué me lo imaginaba? Insinúa en tono burlón Lo insto a que continúe contándome de su vida -y qué sucedió con la casa de Amelia? -es mía. Contesta y queda helado -que pasa Sam? -Amelia me dejó todo John. Todo. Su casa, sus autos, sus cuentas bancarias -tenía dinero? Por como la describiste supuse que era una hippie -si lo era. Se ríe, -vivía descalza y fumaba marihuana. Tenía un jardín lleno de flores y la casa era como un arcoiris. Pero su dinero y bienes venían de su familia, sus padres eran super ricos y ella heredó todo. Yo creo que para lo único que usó una gran suma de dinero fue para comprar mi Ducati. Esa loca mujer, la mañana de mi cumpleaños número 21 abrí los ojos y me encontré con la moto roja y un increíble moño gigante azul en el asiento. -la puso junto a tu cama? Pregunté sorprendido -si, por dios, nunca me contó cómo lo hizo o quien la ayudó. Pero se reía a carcajadas cuando me llevó horas bajarla a la planta baja. Ahí me esperaba un casco n***o mate y una campera de cuero hermosa. Me duele tanto haber perdido todo eso. Fue un regalo tan especial. Habla con un nudo en la garganta y me siento a su altura para poder abrazarlo. Le doy un beso en la cabeza. -deberías peinarte Sam, tienes el pelo hecho un desastre. Le dije para animarlo Y funciona. Me fulmina con la mirada y luego se ríe. -está bien, demasiadas palabras, deberíamos seguir viaje no?. -si, tenemos que continuar. Le digo mirando sus ojos, miro su boca justo cuando pasa su lengua por el regordete labio inferior. Y sin pensarlo dos veces me inclino a probarlo. Suavemente beso su boca, caliente, húmeda, paso mi lengua pidiéndole entrar, con un suspiro abre y yo recorro toda su caliente cavidad con hambre. Sus manos me agarran con fuerza por los hombros y las mías lo mantienen frente a mi amorosamente por sus mejillas. Rompemos el beso para respirar y nos miramos a los ojos. Le doy un beso más porque no me puedo resistir. -Ve a peinarte un poco. Le digo acariciando sus brazos Riéndose, baja de la cama, con cuidado, todavía está muy débil. -¿Necesitas ayuda Sam? -no gracias. Si me caigo voy a gritar. Responde concentrado en caminar
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