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1941 Words
Alan y Noa corrían lo más rápido que sus piernas lo permitieron. Alan arrastraba a su hermano por el bosque esquivando los árboles con dificultad sobre el terreno pantanoso después de la lluvia. Habían cometido el peor error de toda su vida. Habían pensado que todos los hermanos estaban juntos en esta causa, en salvar a su madre de las garras del alfa, pero que ilusos habían sido. La traición dolía y más cuando era la primera vez. Aún no habían salido de la conmoción de ver las condiciones en que estaba la antigua reina cuando volviendo a su cuarto habían visto a su hermano mayor y primogénito de los cinco. Rodrigo. Al igual que su padre los ignoraba y si podía humillarlos lo hacía, así había sido enseñado. Era tan fiel a su padre que daba asco verlo, pero seguía siendo su hermano e hijo de aquella mujer. Esa noche las cosas se habían salido de control, decirle al lobo que sabían dónde estaba su madre buscando su apoyo, había sido un error. No habían terminado la frase y los había dejado con la palabra en la boca desapareciendo por el pasillo ignorándolos. Entonces cinco soldados arremetieron contra ellos. No querían imaginar que su hermano formaba parte de aquello. No podía ser tan descorazonado de hacerle eso a su propia familia. Lograron escapar a duras penas por una de la puertas traseras sin poderle decir nada a Nicolás o a Catalina. Tenían que salir de allí y pedir ayuda a la única persona que sería capaz de acabar con todo aquello, antes de perder el cuello. No se habían adentrado muchos metros en los perímetros de la manada de plata cuando tres lobos habían saltado sobre su espalda y llevado hacia donde su alfa y magnate, los condenaría. *** La puerta de la oficina de Hades se abrió dejando pasar a su gemelo, con un aspecto desgastado y marcadas ojeras de bajo de sus ojos. El alfa le hizo sentarse y le brindó un vaso con un trago y se recostó en el borde de la mesa. -Alfa tengo noticias importantes para usted, no va a creer lo que descubrí- -Dispara- *** Alan miraba su plato de comida y no le apetecía dar un bocado. ¿Su madre tendría comida, pasaría frío, tendría una cama para dormir? Nunca la había conocido, ni siquiera tenía idea de lo que era el calor maternal, pero algo en su interior anhelaba estar al lado de aquella mujer desde que habían estado delante de aquella puerta. Su lobo interior se sentía intranquilo, queriendo volver a esas catacumbas y arañar la puerta hasta poder atravesarla y sabía que su hermano menor se sentía igual. Noa no era de los que expresaba sus sentimientos a menos que fuera alguen de mucha confianza, pero para él era un libro abierto. Sintió su mano sobre el hombro y lo miró. Tampoco estaba comiendo. Aquellos habían sido dos días muy difíciles. Los pasos en su habitación los pusieron alerta y levantaron la mirada para encontrarse con el alfa y su beta. -Ustedes y yo tendremos una larga conversación, así que pónganse cómodos- Hades se sentó en el sofá delante de ellos y cruzó las piernas cuando frunció el ceño al ver sus platos intactos. -Me informaron que no han querido consumir nada desde que llegaron- No recibió respuesta y prosiguió -A lo que íbamos, he estado pensando en la propuesta que me hicieron- los cachorros enderezaron su espalda tensa. Ya tenía toda su atención- Mandé a uno de mis hombres de confianza a infiltrarse en su manada y vaya sorpresa me he llevado. Quién diría que hay una Revolución formándose en un régimen tan rígido como el de su gente- -¿Cómo lo supiste?- Alan abrió los ojos con sorpresa. Solo habían pasado dos días y aquel lobo estaba informado de todo lo que se ocultaba entre las sombras. -Mi personal tiene sus métodos. De paso me dijo que les entregara esto a ustedes- Su beta caminó hacia ellos y les entregó una carta. Noa quitó el sobre y leyó el papel estrujado con la letra de su hermano. Al terminar tragó en seco al igual que su familiar. -Y bien ¿qué les parece?- Los cachorros estaban en trance. Aquel hombre era más peligroso de lo que aparentaba. En tan poco tiempo había desmembrado el secreto que tanto guardaban y como decía la carta, había hecho movimientos para lazarse con el resto de los miembros de la manada. Nicolás, les pedía que hicieran lo que estuviera en sus manos para ayudar al alfa, que depositaran su confianza en ellos, y que se alegraba de que estuvieran bien después de su desaparición. Aunque las cosas estaban agitadas luego de que alguien mencionara cierto tema al alfa. -He mandado un mensajero para concretar los últimos detalles para el supuesto golpe de estado que tu hermano está planeando- -Así que la final nos crees- Noa apretó el papel en su mano soltando un suspiro, relajándose después de días de tensión- Gracias alfa Hades, no sabemos cómo devolverle el favor- -¿Favor?- se acomodó más en el sofá- Nunca dije que mi ayuda fuera gratis- Los chicos se paralizaron. Ya sabían que en la vida las cosas no siempre resultan tan fáciles. -No me miren así, arriesgaré a los miembros de mi manada, tendré que convencer al Consejo y además no recibir nada a cambio. No me subestimen cachorros. No soy alfa por gusto- -Recibirá nuestra manada- dijo Noa como algo lógico. Si un alfa retaba a otro y ganaba su familia pasaba formar parte de él. -Eso lo sé, pero no es suficiente- Ellos no sabían que responder, que más querían, no podían dar más nada, sus manos estaban vacías. -Mencionaste que su madre era la antigua reina y la única omega pura de sus lobos- los chicos asistieron temiendo lo que venían- En ese caso...la quiero a ella- *** La puerta se abrió dejando pasar un leve destello de luz que se esfumó con la misma velocidad. Levantó la cabeza con tanto esfuerzo que abrir los ojos fue toda una proeza. La imagen ante ella le repugnó tanto que sintió náuseas aún más intensas que las que tenía. Sus garras comenzaron a romper la piel de los dedos mientras sus colmillos se agrandaban. Soltó un rugido utilizando toda su fuerza para llegar hasta la persona para desgarrarle la garganta. Su cuerpo comenzando la transformación, pero los grilletes oxidados alrededor de sus muñecas y tobillos le cortaron la circulación y la piel. El dolor recorrió su cuerpo como brazas de fuego cayendo de rodillas y jadeando sin fuerza. Una sonrisa triunfadora cruzó los labios del alfa que se arrodilló y apartó el cabello sucio del demacrado rostro de la mujer. -¿Cuántas veces hemos repetido este evento, mi hermosa reina?- limpió una gota de sangre que manchaba su mejilla para después levantar la mano y golpearla con un ruido seco. La cabeza de la mujer golpeó el suelo irregular y se quedó allí sin moverse cerca del charco de su propia sangre seca. El alfa frunció el ceño al ver la evidencia del aborto. Se acercó a la mujer y asentó una patada en su estómago ganándose un gemido de dolor del cuerpo a sus pies que se estremeció poniéndose en posición fetal. Un chorro viscoso de sangre negra salió de su boca, tociendo irremediablemente. -Ni siquiera eres capaz de mantener un cachorro decente en ese vientre tuyo- Rudoc tenía los dientes apretados- Maldito el día que me case contigo. Lo único bueno fue tu lugar en la cúspide de la manada, pero ni siquiera tus hijos son lo suficientemente buenos para lo que tengo planeado. De quién debería deshacerme primero, si perdiste una cría, otra no hará la diferencia- La omega a sus pies apretó su tobillo intentando otra vez transformarse, sabía que era inútil y solo le causaría más daño a su débil cuerpo, pero no podía quedarse de brazos cruzados, tenía que luchar. ¿La muerte de sus hijos? Todo menos eso. No conocía el rostro de ninguno, apenas recordaba el olor de cada uno, pero seguían siendo sus hijos. Recordaba vagamente de hacía unos días un leve olor familiar que la hizo gemir queriendo ir hacia él, aunque las cadenas se lo impidieron. Había llorado en silencio toda la noche añorando volverlo a sentir. Rudoc apartó la mano con violencia y la agarró del vestido viejo y desgarrado alzándola en el aire y acercándola a su rostro. -Más vale que prepares tu cuerpo, mi reina. Vendré dentro de poco a hacerte tener otro hijo mío- La soltó y ella cayó otra vez al suelo, contra la pared. La puerta volvió a cerrarse levantando polvo a su alrededor y ella solo se quedó ahí, sumida en la oscuridad. Cuanto tiempo llevaba ahí. Eso ya no lo sabía. 30, 40, 50 años, tal vez. Llevar la cuenta era algo que ya no hacía desde que había llegado a 25. Los recuerdos la volvieron a torturar como cada día. Por cada error cometido, por cada mala decisión tomada. No podía decir que todo siempre había sido así. Había tenido una infancia feliz, exigente al ser la única hija del hermano del alfa después de una cadena mayormente de omegas, por lo que su linaje era considerado de los más extraños y puros. Eso tenía cosas buenas y malas, y las malas las había aprendido a la fuerza. Conoció a Rudoc cuando tenía cerca de los 18 años, apenas una cachorra consiente del mundo a su alrededor. Era un lobo prometedor, hijo de una amistad de su tío, el alfa. Las cosas como que se habían salido de control y sin proveerlo se vio casada con el 4 años más tarde. Una cosa era que le agradara y otra era que fuera su esposa, y más cuando él le llevaba 130 años. Aun joven para un lobo, demasiado adulto para ella. Muchos habían celebrado la boda sin saber que sería el inicio de la decadencia de la manada. A los pocos años el alfa había fallecido de improvisto junto a su reina, dejando a su hermano a cargo de la manada hasta que apareciera un candidato digno de ser el alfa regente. Poco después, en un incendio de causas dudosas su familia entera había muerto, quedando ella apenas con vida y con la responsabilidad de la manada en sus hombros. Rudoc en todos esos momentos la había apoyado, consolándola. Por 10 años había reinado la manada. 10 años que había hecho lo posible por mantener a todos los miembros reunido y lo había logrado. No sabía cómo, pero el respeto por parte de su gente fue un tema de conversación a lo largo de su mandato. Todo hasta que tuvo a su primer primogénito a una edad tan polémica como en sus treinta y tantos, ya que ni siquiera tenía la mayoría de edad, que se consideraba al cumplir los 50 y durante su primer celo. Al ser una omega aquello resultaba natural ser fértil a partir de los 30 totalmente diferente de las lobas normales. Después de eso Rudoc había cambiado mucho. Tanto que el día que abrió los ojos y se vio encerrada no comprendía nada, aunque él fue muy ¨amable¨ de compartirle sus planes futuros y de paso los pasados que la incluyeron tanto a ella como a su fallecida familia. Desde ese día toda su vida había dado un vuelco, solo manteniéndola viva bajo la amenaza de la muerte de sus hijos y la mísera esperanza, de alguna vez volver a verlos.
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