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2303 Words
Días antes Noa miró sobre su hombro mientras corría, a toda velocidad, por el pasillo, cuidándose de su perseguidor. Los pulmones se le apretaban en busca que aire mientras su cabello marrón se alborotaba sobre sus ojos. Dobló la esquina esquivando una mesa cuando el olor de su enemigo estaba detrás de él. Su cabeza era un torbellino como para pensar en un plan. Lo sentía tan cerca, pero dónde, no era a su espalda. No podía permitir que lo agarraran, no ahora. Una figura más alta se cruzó por el camino. Noa se detuvo en seco y tensó sus músculos. Tenía que escapar, tenía que... -Noa, desgraciado, cuando te atrape ya verás lo que te haré- Una risa molesta salió de la boca de su hermano mayor que aún mantenía puesta la camisa manchada por algún líquido viscoso resultado de alguna broma. -Eso es si me atrapas- Alan frunció el ceño sabiendo que por más rápido que corriera nunca atraparía a su hermano, pero reconocerlo, eso jamás. Un guardia que obstaculizaba el camino se giró hacia un lado dejando el camino libre a los dos príncipes que retomaron la acostumbrada persecución semanal. Quien viera la escena se reiría. Para su edad eran aun unos cachorros. Alan tenía 45 años pero apenas aparentaba 25 o 26 en términos humanos mientras su hermano, 38 y podía pasar por un adolescente. Y era lógico, los lobos alcanzaban su madurez cerca de los 50 años. Noa dobló por varios pasillos sin aminorar el paso. Era un lobo pequeño pero ágil como pocos y aunque el mayor no se quedaba atrás, le faltaban las neuronas necesarias para superarlo. Tal vez estuvieron una hora más así, no lo supieron. Dejaron caer sus cuerpos agotados y acalambrados por el intenso esfuerzo físico y con las panzas planas y duras rugiendo por un buen trozo de comida. Estaban seguros que serían regañados por su padre por el jaleo dentro de la mansión principal de la manada, pero les importaba lo mismo. Su padre no les prestaba tanta atención como para saber que estaban vivos, a veces ni se acordaba de sus nombres. Y Catalina y Nicolás tampoco escapaban de ese patrón. Nicolás era el segundo hermano, después de Rodrigo, el primogénito y favorito del alfa. Era el más tranquilo de los cinco y siempre estaba cuidando a Cat, su hermanita menor y el amor de todos ellos, y aunque no se parecía en nada a su padre, mantenía rasgos en común con ellos como el cabello chocolate, y se excluían sus dos grandes ojos violáceos, cuando los de los machos de la familia se mantenían entre el color avellana y verde. Incluso el alfa había sospechado de la procedencia de ella pero el olor delataba, no importaba su físico. Ellos cinco tenían un olor característico, que cualquiera externo a la familia sabría que estaba relacionados consanguíneamente. Así como de quien eran hijos por parte de madre y padre. Ahora la pregunta del siglo y el tema tabú en la manada. ¿Quién era la madre? Ninguno lo sabía y su padre le cortaría la lengua al que osara mencionar el tema. Solo era conocido que Rodrigo fue concedido por el vientre de la difunta reina, pero esa historia se había degradado con el tiempo. Ahora ya nada quedaba sobre la extraña loba. Como si nunca hubiera existido. Existían rumores que estaba viva pues todos los hermanos olían igual, pero el alfa negaba una y otra vez alegando que pertenecían a madres diferentes, y nadie era capaz de replicarle. Noa se incorporó del suelo acomodándose la ropa y le extendió la mano a Alan. -Volvamos, es casi hora de la comida y tenemos que cambiarnos. A padre no le gustara nuestras fachas- -Ni que estuviera tan pendiente de nosotros- -Alan- lo reprendió, con ellos los papeles estaban invertidos- Y tu hueles horrible, y más ahora que estas sudado- -¿Qué? ¿Te gusta? ¿Quieres un abrazo?- abrió los brazos pero su hermano se agachó esquivándolo y se apartó. -No más juegos por hoy, paz entre hermanos- -No quiero oír eso de la persona que arruinó mi camisa favorita- Alan adoraba al chico por más que le hiciera cosas. Siempre estaban juntos al cuidado de Nicolás. Ahora el lobo mayor no tenía mucho tiempo para estar con ellos, tenía que hacer huecos en su agenda de mamá sustituta y ama de casa para atenderlos. No le reprochaban nada, gracias a él es que se mantenían en aquellas frías paredes. Caminaron de vuelta cuando oyeron, a lo lejos, el grito agudo de su padre y un fuerte golpe sobre la mesa. -¿Qué hizo qué?- Los hermanos se arrodillaron en una esquina apartada pensando que había sido sobre ellos. A la distancia que estaban podían oír todo por su oído bien desarrollado y con el olor que tenía Alan sería imposible que los detectaran. Ralentizaron su respiración para ocultar su presencia. Si su padre los iba a regañar o castigar era mejor saber cómo seria. -Lo siento alfa, pero al parecer no puede mantenerlo más tiempo dentro- Otra persona lo acompañaba. Sonaba angustiada y temerosa. -No me importa el método, no puede perderlo- -Eso podría hacer que su vida peligre- Sintieron pasos en el piso, su padre se había levantado de donde estaba. -Te pago muy bien para mantenerla con viva y dándome cachorros para consumir su sangre cuando sean adultos. Dale medicamentos, opérala, cósele las piernas, pero no puede morir el cachorro- Noa se pegó a su hermano con un ligero temblor. Eso no podía ser. Sus oídos lo estaban engañando. Sabía que su padre era cruel, pero aquello superaba las expectativas, como era posible que le hiciera algo así a alguien, incluso fuera un enemigo. -Al menos podía mandarla para un lugar mejor. Las mazmorras no son el mejor para su barriga y las condicione...- -Cállate. Tu trabajo es atenderla como doctor, yo decido donde tiene que estar. Y recuerda- la voz de su padre bajo tanto que les costó trabajo escuchar- Nadie puede saber que la antigua reina de esta manada está viva. Entendiste- Alan miró a Noa con la misma expresión de terror. Aquello se estaba descontrolando. Había mencionado a la reina, la única lobaque había dirigido la manda sin tener los genes de alfa. La esposa del actual líder. Si sus palabras eran ciertas, todo lo que les habían contado era una vil mentira. Ambos asintieron con la cabeza. Tenían que descubrir lo que ocurría en aquella mansión. Caminaron hacia atrás con cautela sin hacer ruido, si su padre se enteraba que tenían esa información de seguro los mataría. Se alejaron, pero antes de girarse para volver a sus cuartos una mano cayó sobre el hombro de Alan. -¿Qué hacen aquí?- *** Los cachorros tragaron en seco al ser descubiertos y una ligera capa de sudor cubrió sus cuerpos, pero se tranquilizaron al oler, a su espalda, la esencia de su hermano mayor. -Nico- Alan se giró y mostró una mueca incómoda- Solo estábamos dando un paseo. Ya volvemos a nuestros cuartos para cambiarnos para la cena- El lobo de cabello castaño, al igual que ellos, que lo llevaba en una larga trenza a lo largo de la ancha espalda miró por el pasillo que daba al final a la oficina de su padre. -¿Oyeron lo que dijo?- preguntó con el ceño fruncido. Noa levantó las manos en rendición y duda. -No sé de que estas hablando- si había algo que Nicolás nunca hacía era molestarse, pero pobre del que estuviera cerca cuando ocurría. El lobo mayor les volvió a prestar atención, su tono de voz era seco y serio. -Ustedes dos. Vengan conmigo- No había replica para sus palabras. Los dos cachorros siguieron a su hermano, que después de hacerles pasar a su cuarto y revisar si había alguien en los alrededores cerró la puerta a su espalda. -Al parecer ya lo saben- Alan y Noa se pusieron tensos sentados sobre la cama. -No pongan esas caras, no los voy a regañar o a delatar- Dos suspiros de alivio se sintieron en la habitación. -¿Qué significa las palabras de padre, Nico? ¿Es verdad todo lo que oímos?- Su hermano se sentó en una silla frente a ellos y recostó los codos sobre sus rodillas. -Si les digo que es la verdad detrás de las acciones del actual alfa ¿Qué harían?- La expresión de Noa era todo un poema. Al igual que su hermano, no podían creer que aquello estuviera ocurriendo. -No hablas en serio- Alan se revolvió el cabello levantándose de la cama y dando vueltas -Eso significa que padre es un usurpador y que la anterior reina esta en alguna parte de esta mansión- -Y hay más- sus dos hermanos lo miraron -Hace poco descubrí la ubicación de la celda donde esta cautiva- -¿Y por qué no la has sacado?- Noa se levantó también con los puños cerrados, sentía en su interior una sensación extraña por esa persona a pesar de no conocerla. -Porque no se puede. Está dentro de las antiguas celdas de tortura de las catacumbas, debajo de la mansión. La única forma de sacarla es con la llave que padre siempre lleva en el pecho- Alan se paró delante de él. -¿Desde cuando sabes tú esto?- Nicolás se recostó en la silla cuando la puerta de la habitación se abrió dejando pasar al que conocían ahora como el Comandante de la guardia. -Desde hace un mes- este les respondió. -Cierra la puerta Liam. No sería nada bueno que alguien oyera la conversación- El recién llegado hizo lo dicho y caminó hacia ellos poniéndose al lado de Nicolás. Los más jóvenes no comprendían bien la situación. -No se preocupen, está de nuestro lado- su hermano no parecía incómodo-Realmente él fue el que lo descubrió en una de sus rutinas, al ver a padre y el doctor salir de las catacumbas cuando hace años que están abandonadas. De los que estamos aquí es el más antiguo y estuvo bajo las ordenes de la anterior reina, más específicamente, fue su beta, por lo que pudo reconocer su olor cuando se infiltró- -¿Y que pretenden hacer?- Noa se estaba desesperando. -Liam, diles, tarde o temprano lo tenían que saber- El comandante asintió con la cabeza. -Desde que supe que está viva he organizado al ejército para revelarnos en contra del alfa corrupto que nos gobierna- -¿Y cómo pretendes hacer eso cuando más de la mitad de los miembros de la manada le tienen terror a nuestro padre?- -Por eso tenemos intención de pedirle ayuda a las otras manadas- -Aunque esa es la parte complicada- Nicolás se tocó la sien como si le doliera la cabeza -Lograr el apoyo de otra manada es difícil cuando no existen pruebas y el alfa ha tomado medidas para ni dejar rastros- -¿Y si le robamos la llave a padre?- Alan dijo como si fuera lo más lógico del mundo. -Como si fuera algo fácil de hacer, no por algo es el alfa de la manada, aun cuando sea impuesto- -Lo que sí sabemos es que el tiempo es algo crucial en esta situación. Si la reina sigue teniendo cachorros morirá dentro de poco, después de todo, está procreando fuera de los ciclos de celo- -¡Teniendo cachorros!- Noa exclamó-¿ La reina sigue teniendo hijos? ¿ Y dónde están?- -Los tengo delante de mí- Liam los señaló con la cabeza. -Estas de broma- miró a Nicolás que apenas se inmutó con lo revelado. -Cuando ustedes empezaron a aparecer de la nada me extrañó que su olor fuera similar al primogénito. Y que la desaparición de la reina fuera tan repentina, ella no es del tipo de persona que deja de lado sus responsabilidades. Le pregunté al alfa y el me respondió lo que lleva diciendo hace años, pero nadie puede engañar el sentido de un lobo- Alan y Noa se dejaron caer en la cama conmocionados. Que te digan que tu madre está viva y que esta cautiva era una bomba difícil de asimilar. -¿Cómo estó ella?- el mayor de los dos preguntó con voz temblorosa. -Eso no te lo puedo responder alteza- inclinó la cabeza para incorporarse con una expresión de asco y rabia recordando las actuales condiciones de vida de su reina. Eso es algo que tiene que verlo por sí mismos- *** La brisa pesada y con un fuerte olor a humedad, carne podrida y polvo ensombreció los sentidos de las tres siluetas que entraban por una pequeña r*****a entre las piedras que daban acceso a un costado de las catacumbas. -¿Qué demonios es este lugar? -Noa sintió que lo poco que había comido amenazaba con volver al exterior. -Es lo que queda del santuario de tortura de los primeros miembros de la manada. Este lugar debe tener alrededor de 3000 años- -¿Y aquí es dónde esta nuestra supuesta madre?- Liam asintió hacia los dos cachorros que se estremecieron mientras caminaban detrás de él agachados, para evitar las piedras filosas del techo. Dieron vueltas alrededor de media hora mientras el comandante les advertía que no se separaran pues la esperanza de encontrarlo sería nula. -Es aquí- declaró Liam al detenerse delante de una enorme puerta de hierro oxidado que debía pesar una tonelada. Ahí fue cuando lo sintieron. Era leve, casi imperceptible pero todos los miembros de su cuerpo se sacudieron. Nicolás no mentía. Tocaron a la vez la puerta cubierta por telarañas. Olieron inundándose más de la fragancia que les hacía tan familiar y que recordaban como lo primero en su vida. Detrás de aquella puerta, en esas condiciones depauperantes, estaba la mujer que los había traído al mundo.
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