(julio 5, 2019, Los Ángeles, California, USA)
(Serena Maxwell McNamara)
Escucharlos era verlos felices pues eran libres de preocupaciones, tras la comida había baile y como era costumbre en el rancho, los hombres prepararon un potro para domar, así que todos estábamos encaramados en el corral viendo a los hombres tratar de domar al potro.
Después de que el potro tiro a diez hombres, Jesse se lanzó a intentarlo, pero en pocos segundos estaba en el suelo; lo que le gano silbidos y risas. Vi como Nathan se lanzó y monto el potro, que corcoveo y salto, tirando a Nathan contra el cercado del corral por lo que dos jinetes se lanzaron para sujetar al potro, salte al interior del corral y vi a Nathan que estaba reprimiendo el dolor, le toque el costado y sentí que debía tener al menos dos costillas rotas por lo que ordene
-Sáquenlo y llamen al Médico, tiene dos costillas rotas por lo menos, ustedes suéltenlo. - les dije a los hombres que soltaron al potro y se retiraron.
-Cuidado maestra. - escuche que gritaron.
-Tenga cuidado Señorita Serena. - dijo otro de los chicos.
Yo camino hacia el potro que me observa, respira fuerte y tiembla por la excitación de la lucha contra el domador, yo me acerco poco a poco sin dejar de ver al potro y tomando las riendas, con un rápido movimiento salto sobre la silla y me sujeto bien, pongo los pies en los estribos y dejo al caballo relinchar, saltar y brincar, mientras intenta tirarme, este potro no se crio en el rancho, es de los que se compran para el trabajo por lo que es muy salvaje, yo me sujeto fuertemente y me preparo para hacer una maniobra que no solo es difícil sino también peligrosa para el jinete y el caballo.
Así que jalo las riendas haciendo que el potro relinche y trate de golpear con las patas delanteras, pero cae al suelo solo para intentar levantarse una vez más. Nathan que sigue presente y su hermano Jesse, así como Tobías el capataz, saben lo que pasara, pues los escucho gritar órdenes.
Yo sujeto fuertemente las riendas y las jalo haciendo que el potro se levante en las dos patas traseras, lo suelto y lo dejo caer, pues debo prepararme para saltar.
El caballo salta y corcovea y yo saco los pies de los estribos apretando las piernas y jalo las riendas cada vez más, haciendo que el potro se levante sobre sus patas traseras, lo suelto y vuelvo a jalar las riendas haciéndolo pararse en las patas traseras, pero esta vez no afloje las riendas, sino que me impulse hacia atrás jalando al potro.
Yo caí al suelo y me rodee, mientras el potro cayó sobre su lomo pataleando tratando de levantarse; yo me levanto, pero no me sacudo y voy por el potro tomando las riendas y jalándolos para controlar al animal, este relincha y me ve, me observa y me teme.
Yo lo observo por unos segundos hasta que el potro relincha y baja la cabeza, yo le acaricio y sujetando las riendas camino hacia Nathan a su lado esta Jesse y más allá Tobías, yo extiendo la mano hacia Tobías y digo
-Esta domado, cepíllenlo y denle de comer ¿Qué no te mande a ver al médico? - pregunto viendo hacia Nathan
-Lo hiciste, pero eso era digno de verse, no siempre se te resisten tanto como para llegar a volcarlos. - me responde Nathan.
-Ya y eso los hace temerme y sabes que es el último recurso. - le digo
-Lo sé, pero hoy era necesario, vamos. - me dice y salimos del corral, todos los chicos me observan y les escucho decir
-La maestra es una vaquera en toda regla, domo al animal cuando otros no pudieron.
Vamos a la casa en donde el doctor del rancho, un antiguo medico de combate retirado como muchos aquí, revisa a Nathan y le pone un fuerte vendaje, pues debe llevarlo al pueblo.
La fiesta siguió su curso y los chicos y chicas se divirtieron y eso es bueno, el tiempo avanza y a las ocho de la noche se sirve la cena, no tardamos nada en organizar todo para el día siguiente.
Cuando se termina la cena, llamo la atención de los alumnos y les digo
-Todos a la cama, mañana comenzaremos a las cinco de la mañana.
-Pero maestra, normalmente comenzamos la escuela a las siete de la mañana. - dijo Miguel
-Pero no estamos en la escuela y aquí se comienza a las cinco, no se desvelen, así que a la cama. - como los chicos protestaban Frank uno de los guardias se levantó tomando su wínchester y simplemente dijo
-Ya escucharon a la Señorita Serena, a la cama. - nadie se atrevió a seguir protestando pues Frank era un hombre de dos metros y diez centímetros de altura, con más músculos que Conan el Bárbaro y una cara de pocos amigos que no admitía replicas.
Vi como todos se levantaban y se dirigían a los barracones, solo una hora después, ya todos estaban retirándose a descansar.