—A-Amor… ¿De dónde vienes? —Hera saltó del asiento, corriendo preocupada a abrazarme y recibirme con besos en el rostro—. Estuve muy preocupada, te fuiste sin desayunar, ni siquiera regresaste a almorzar, ¿dónde estuviste? ¿Qué hacías? ¿Por qué no contestabas a mis llamadas? ¿Con quién estabas? —Hera… Solo déjame ir a mi habitación. —Pero amor… —¡Entiende que quiero estar solo! —miré su rostro afligiéndose por la pena que trataba de ocultar tras su sonrisa. —E-está bien, pero si quieres algo, estaré cerca. Ya sabes que estoy dispuesta a complacer todos tus deseos. No respondí, únicamente subí las escaleras, mirando como mi bastón golpeaba en cada escalón, hasta llegar al segundo piso, de donde pude sentir la mirada de Hera aún clavada en mi espalda. —Buenas noches —fue lo último que