Capítulo 25

2348 Words
Zac había llegado a la conclusión de que Luther era un tipo muy extraño que no tenía sentido intentar comprender, porque no se podía. Un momento podía ser el hombre más coqueto del planeta, luego un hombre de trabajo, seguido de un pervertido, a uno horriblemente sexy con sonrisa depredadora, a uno estúpidamente sincero, hasta uno infantil. Esa última faceta Zac no la había presenciado hasta el momento, y si no fuera por el pequeño twink del gimnasio que se atrevió a tocarlo sin su permiso, probablemente no habría sido capaz de presenciarlo. Y era un tanto gracioso que, alguien como Luther, se hubiera quejado tanto porque otra persona obviamente interesada se tomó el atrevimiento de tocarlo. El tacto era un movimiento común cuando se buscaba llamar la atención de alguien, para demostrar su deseo, y aun así, su sombra lo odió tanto como un niño pequeño que tiene que tomar a obligadas la mano de una pequeña. Y aunque no lo admitiera, a Zac si le gustó un poco que el pequeño twink hubiera sido rechazado tan firmemente. Ese tipo tenía a la mayoría de los miembros detrás de su trasero, lo que lo volvió un tanto arrogantes al respecto y como él era el único que no había caído a sus pies, le estuvo jodiendo los últimos meses. Mirando a su izquierda, el fotógrafo observó al hombre lobo con interés. Aquella mirada llena de odio que le brindó una sensación de peligro, había desaparecido totalmente de aquellos ojos tan azules. Había sido un tanto extraño, en un momento Zac estaba refunfuñando por lo bajo, a la espera de que Luther le defraudara y cayera por el pequeño trasero del twink, y al otro, contempló una mirada peligrosa llena de odio que le hizo saltar y detener a su tonto guardaespaldas que hiciera algo estúpido. Y por muy peligrosa que se tornó la mirada de Luther, adquiriendo incluso un tono dorado, Zac en ningún momento sintió algo de miedo por él al acercarse y detenerlo. Nunca había oído de un guardaespaldas que no pudiera contenerse de golpear a otros simplemente porque este no aceptó un rechazo, era la primera que presenciaba algo así, y eso que acosando a famosos si que había apreciado a guardias actuando. Sintiendo su mirada, Luther giró a observarle y le sonrió ladino. —¿Sucede algo? —Nada, solo me preguntaba cuándo ibas a soltar mi mano —indicó y alzó sus manos unidas como evidencia. —Dijiste que estaba bien que tomara tu mano. —No querías dejar de abrazarme, por más que te empujaba e intentaba golpearte —le recordó—. Además, dijiste que solo sería un momento, hasta que desapareciera esa sensación desagradable que te dejó ese tipo. Todo el cuerpo de Luther se estremeció exageradamente ante el recuerdo e incluso su propio lobo se quejó en su mente, todavía molesto porque ese pequeño omega no se tomara en serio sus palabras y hubiera seguido molestándole, negando su conexión con su encantador elegido. —Ni me lo recuerdes, me vuelvo a molestar con ese tipo —gruñó. —Muchos habría dado lo que fuera porque los mirara —comentó Zac casualmente. —Yo daría lo que fuera porque tú me miraras así. Bueno, no, ya lo he visto y es hermoso. —¿Cuándo te he mirado de qué forma? —se quejó observándole con el ceño fruncido. —Con deseo —declaró. —Yo no te he mirado así —gruñó. —Oh, pero si lo has hecho, mi encantador chico, aunque tal vez no te hayas dado cuenta de ello —indicó—. Tus ojos verde jade se vuelven un tono más oscuro, tu pupila se dilata y tu respiración-... —Cállate, entendí —espetó empujándole con el brazo. —Si sirve de algo, yo también te observo así, todo el tiempo. Zac resopló sin poder evitarlo—. Creo que me he dado cuenta de ello ya. Deseando decir algo, Luther guardó silencio y observó con interés, al igual que su pareja, la patrulla que se encontraba detenida frente al edificio departamental de Zac. —Esto no me da buena sensación —comentó el humano, observando a un par de oficiales salir del departamento. Sin decir nada, pero apoyando el sentimiento de su pareja, Luther apretó su mano y juntos se acercaron. Observando a un policía, el hombre lobo se acercó amistosamente. —Señores, ¿ocurrió algo? Nosotros vivimos en el edificio —explicó. —Hubo un robo, estamos intentando contactar al dueño del departamento —informó el oficial. Y por arte de magia, justo en ese momento el celular de Zac comenzó a sonar, anunciando una llamada entrante. —¿El departamento que robaron es el último piso? ¿La puerta 12b? —cuestionó Zac. —¿Es usted Zachariah Di Montelroso? —preguntó el oficial. Zac asintió. —Un inquilino del piso inferior llamó pensando que estaba teniendo una pelea con su pareja ante los ruidos, vinimos y nos encontramos con la puerta abierta y el interior todo desordenado. —Yo cerré la puerta antes de salir —anunció Zac y observó a Luther. —Lo sé, encanto, te estaba observando —aseguró—. Debieron de haber forzado la puerta. —Pero cambiaste la cerradura precisamente para evitar que se metieran —se quejó. —Ambos sabemos que ese tipo de personas no les iba a detener algo como eso. Y hasta donde sabemos, podría tratarse realmente de un simple ladrón —indicó. —Por favor, creo que todos en el edificio se han dado cuenta de que te estás quedando conmigo, por algo piensan que estamos saliendo, un ladrón lo pensaría dos veces antes de entrar a robarte. Irritado, Zac pasó entre ambos hombres y subió directamente a su departamento, con Luther pisándole los talones. Tan pronto llegó a su piso, sus labios se torcieron en una mueca al contemplar su puerta desencajada del marco. Al ver a su pareja acercarse, el hombre lobo inmediatamente actuó adelantándole y le tomó de los hombros. —Espera, deja revisar primero, podría ser peligroso —pidió. —Ya revisamos el departamento, no encontramos a nadie —informó el oficial. Luther observó de manera irritada al otro humano. —Zac está en una situación delicada donde hombres peligrosos lo están acosando por culpa de su padre. Cuando su pareja apartó sus manos, Luther inmediatamente colocó sus ojos azules en él, otra vez. —Es mi departamento, Luther, no el tuyo. Y entraré a ver con mis propios ojos qué es lo que le hicieron —declaró. Pasando por al lado de su guardaespaldas, Zac fue directo a su departamento y entró. Tan pronto como contempló el caos en el interior, quedó mudo. —Según el inquilino de abajo, llamó tan pronto como escuchó el primer sonido de algo estrellándose, y nosotros no tardamos más de diez minutos en acudir al llamado. Estimamos que registraron todo el departamento entre diez y quince minutos —explicó el oficial que les siguió. —¿Registraron? ¿Hicieron un puto caos? —exclamó Zac señalando a su alrededor—. No hay nada que no hayan dado vuelta, ningún mueble que no hayan registrado, tocaron absolutamente todo —gruñó. —Estoy llamando a Caden —anunció Luther. —De nada me sirve que lo llames, esos malditos ya entraron e hicieron lo que quisieron en mi departamento —espetó y pasó sus manos por su rostro. —¿Podría hacerme una lista de las cosas que le robaron? —pidió el oficial. Zac le lanzó "aquella" mirada al oficial y el lobo beta inmediatamente actuó colocándose entre ellos. —Yo soy su guardaespaldas, agradecería si preguntas a cada inquilino, si vio o escuchó algo extraño en lo que contacto con mi jefe, quien está participando en el caso del juez Di Montelroso en conjunto al equipo de detectives —explicó. —Por supuesto, lo haré ahora mismo con mi compañero. Habiendo sacado al oficial de su camino, Luther observó a su pareja y prácticamente contempló una oleada de irritación siendo emanada de sus tensos músculos. —Zac... —No digas nada —espetó—. De nada me sirve tu lamento, o palabras de consuelo. Esos idiotas entraron aquí e hicieron lo que quisieron antes de llevarse mis cosas —gruñó—. Mi cámara. Internándose rápidamente, Zac subió a su habitación y buscó entre las mantas en el suelo, su ropa desordenada y su cama desarmada, pero no estaba en ningún lado. Sentándose en el borde de su cama, Zac contempló el desastre que hicieron en su departamento y pasó sus manos por su cabello. Peinándolo todo hacia atrás, tiró suavemente de este y tomó una profunda respiración, seguido de otra, y otra. —No, esto no está funcionando. Necesito un cigarrillo. —No necesitas esa basura —pronunció Luther. Zac lo observó sobre su hombro con irritación. —No estoy para tu mierda en este momento, Luther. El hombre lobo asintió y tomó asiento a su lado. Metiendo su mano en su bolsillo, sacó una paleta y le sacó la envoltura. —Abre —ordenó, apuntando los labios de su pareja. Cuando su pareja abrió su boca para reclamar, Luther empujó con cuidado la paleta entre sus labios. —Chúpala hasta que tus labios queden rojos y toda tu boca quede con esencia a fresa. Cuando termines, te besaré, y quiero sentir el sabor de la fresa en cada rincón de tu deliciosa boquita, ¿de acuerdo? —No —gruñó. Pero a pesar de ello, Zac no sacó la paleta de su boca y solo observó resentido a su guardaespaldas, quien le sonrió y le acercó para besar su frente. —Solucionaré esto. —Se llevaron mi cámara. —La encontraré. Solo quédate aquí mientras me encargo de todo —prometió. No muy contento, Zac asintió y recibió otro beso dulce en su frente. En silencio, observó al hombre lobo retirarse y bajar al primer piso, en donde se encontró con los otros oficiales que atendieron la llamada. Pero porque dos personas desconocidas no eran suficiente en su departamento, por supuesto que un batallón de personas que no conocían, entró de la nada, siendo dirigidos por Caden. Ambos hombres lobos intercambiaron un par de palabras, y luego aquellas personas desconocidas comenzaron a invadir todo el departamento de Zac registrando cada rincón, tal cual hicieron aquellos estúpidos ladrones. Sintiendo como una vena comenzaba a palpitar en su cuello al contemplar tantos desconocidos invadiendo su casa, su espacio, uno que ya había sido perturbado, la irritación volvió a crecer en él por más que succionara aquella paleta. Molesto, Zac se levantó y subió las escaleras hasta la azotea, en donde el agradable silencio le volvió a cubrir. Aunque por supuesto, apenas y si logró disfrutar de este unos cinco minutos antes de que Luther apareciera arriba. —Quiero estar solo. —Lo siento, encanto, pero considerando lo que le pasó, no te dejaré solo —rechazó su sombra. —Que gracioso, no recuerdo haber preguntado. Lárgate. —No puedo y no lo haré. Frustrado, Zac volteó a observarle. —Dijiste que solo me escucharías a mí, te ordeno que te vayas —espetó. —Lo siento, pero esa regla no puedes aplicarla ahora que tu vida corre peligro —rechazó. —Por Dios, solo entraron a robarme para asustarme —gruñó Zac. —Lograron entrar, Zac, eso es lo importante. Ya no es seguro que te quedes más tiempo... —Te atreves a siquiera sugerir que me vaya a la casa de mi estúpido padre y te despediré —amenazó. —No necesariamente tiene que ser ese lugar, podemos ir a mi departamento —ofreció Luther. —No voy a permitir que esos idiotas vengan y alteren toda mi vida, no se lo permití a Maximo cuando me buscó y no lo haré ahora —negó. Luther negó y se acercó. Zac se mantuvo firme. —Creo que lo decidido que eres es uno de los rasgos que más me encanta de ti, pero no creo que sea buena idea serlo en este momento. Vamos a mi departamento. —Suerte que no estoy buscando gustarte, ya que no tengo que escucharte —resopló y volvió la vista al frente—. Me quedaré aquí. —Zac... —Creí haberte dicho largo. —Bebé. —Bien, entonces yo jodidamente me iré de aquí —estalló. Girando, se acercó a la puerta y se detuvo al lado de Luther. —Solo para tu información, solo porque compartimos unos besos, no significa que puedes opinar ahora sobre mi vida —espetó manteniendo su vista al frente. Bajando a su habitación, el humano cogió su computadora que estaba dañada en el suelo. —Zac. Ignorando a Luther, bajó y observó con molestia a todas las personas que estaban invadiendo su departamento. Dirigiendo sus ojos a Caden, le miró enojado. —Me envían un mensaje cuando terminen con su reunión. Sin más, salió cerrando la puerta detrás de él y bajó rápidamente las escaleras. Saliendo del edificio, se colocó la capucha de su sudadera y caminó hasta el paradero de autobuses más cercano. Sacando su celular, marcó el número de Gertru. —Mi... —Tengo fotos de una actriz con un famoso youtuber en un encuentro amoroso —declaró. —¿Qué actriz? —Esa mujer que te gusta. —¿Cuándo me las puedes traer? Zac observó su computador. Tendría que llevarla a una tienda para que la arreglaran o por último recuperaran todas sus cosas y por experiencia ya sabía que eso podría tardar. —En dos horas, más o menos —decidió. —Puedes traerla, si no te importa asistir a una fiesta. —¿Fiesta? —Jeff está de cumpleaños y se lo estaremos celebrando con una cena. ¿Te apuntas? La mirada de Zac viajó hacia su departamento y una pequeña punzada cruzó su pecho al contemplar que no era Luther quien le estaba siguiendo. —Me apunto. Ya estaba harto de todo, necesitaba beber un poco.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD