Capítulo 12

2320 Words
Una vez Luther terminó de instalar la nueva cerradura de la puerta de la azotea, asintió satisfecho. Guardando sus herramientas, entró al departamento y contempló a su encantador chico "ordenar" este con la expresión más aburrida del mundo, siendo bastante obvio que no se trataba exactamente de su tarea preferida. Tan pronto como le observó, dejó lo que estaba haciendo y alzó una ceja. —¿Está listo? —¿Por qué no lo probamos? —propuso—. Saldré a guardar mis herramientas, mientras coloca seguro en cada puerta y ventana y yo volveré a intentar a entrar. Zac asintió y rápidamente se alejó del sofá, el cual había estado ordenando, y recibió sus nuevas llaves. —Suena bien. Saliendo del departamento, Luther inmediatamente escuchó con su sensible oído a su pareja deslizarse por todo el lugar para asegurarlo. Satisfecho, bajó las escaleras y salió del edificio. Cruzando la calle, le quitó el seguro a su automóvil y guardó sus herramientas en la cajuela, dejando afuera solamente aquellas que necesitó la vez anterior para entrar. Volviendo al edificio departamental, se desvió por el costado de este y utilizó las escaleras de emergencia. Deteniéndose justo en el piso de Zachariah, intentó pasar entre los barrotes, soltarlos y hasta moverlos. Cuando nada funcionó para llegar a la ventana, asintió satisfecho con su propio trabajo. Zac, que le había estado observando a través de la ventana, asintió como si también lo aprobara. Levantándose, Luther terminó de subir las escaleras hasta llegar a la azotea. Dirigiéndose a la puerta que lo llevaba directamente al hogar de su elegido, intentó abrirla empujando primero, cuando eso no funcionó, prosiguió a utilizar sus herramientas con los movimientos que utilizaría desde un ladrón a un asesino. Ninguno funcionó. Feliz con ello, el hombre lobo bajó las escaleras de emergencia. Internándose en el edificio, subió nuevamente y se detuvo en el piso de su pareja. Agachándose frente a la puerta, intentó utilizar el mismo truco anterior, el cual por supuesto que no tuvo éxito. Intentando otros, finalmente se rindió cuando nada pareció funcionar. Su lobo agitó felizmente su cola en su mente y emitió un ladrido contento por su trabajo, feliz de que hubiera hecho del hogar de su pareja un lugar seguro, considerando la amenaza que estaba detrás de él. Con la puerta abriéndose, su humano apareció cargando un canasto de ropa entre sus brazos. —Parece que tus arreglos realmente funcionaron, si no permitieron que te colaras en mi departamento como antes —comentó. —Todo está perfectamente asegurado ahora. Si alguien quisiera entrar, te darías cuenta inmediatamente, ya que no podrían intentarlo sin emitir algún ruido de por medio —prometió satisfecho. —Ya lo veremos. Saliendo de su departamento, Zac cerró la puerta con su nueva llave y luego bajó las escaleras con Luther siguiéndole. —Recuerda que tienes que darme tu cuenta para poder depositarte o transferirte lo que gastaste en estas mejoras —le recordó Zac. Y el lobo de Luther inmediatamente se quejó en su mente, sin agradarle aquella idea. Ellos habían pensado en la protección por el bienestar de su pareja, no para que este les pagara de vuelta. —¿Necesitas ayuda con algo más? —preguntó Luther, cambiando el tema. Bajando al sótano, ambos llegaron a la lavandería del edificio y Zac fue directamente hacia una lavadora desocupada. Abriendo la puerta, simplemente vertió el canasto con toda la ropa en el interior junto al detergente y la programo. Girando, Zac observó al hombre lobo con sus ojos ligeramente entrecerrados. —Necesito tu cuenta, no que te hagas el idiota amable e intentes cambiar el tema —indicó. Dejando el canasto vacío sobre la lavadora, el fotógrafo se enderezó y cruzó sus brazos. Al contemplar la expresión de su encantador elegido, la cual le exigía que obedeciera, Luther soltó un suspiro. —No hice esto para que me pagaras por ello. —Tonterías, nadie se mueve simplemente porque sí, obviamente estabas buscando algo al hacer esto —resopló. —Sí, mantenerte seguro en tu departamento —le recordó—. Especialmente si no te agrada la idea de que me quede fuera del edificio vigilando que estés a salvo. Zac juntó profundamente sus cejas y observó con sospecha al contrario. —No te creo. Debes de estar buscando algo a cambio ¿Es un favor de mi padre? ¿Intentas agradarle? ¿De eso se trata? El hombre lobo bufó ante esa absurda idea. ¿Por qué su chico no podía aceptar que estaba interesado en él? —No me interesa tu padre. Aquí, la única persona que es mi prioridad tiene mi interés y debo de proteger, eres tú y nadie más. —Porque te están pagando por ello y para que seas un espía de mi padre —indicó Zac. Enderezándose, el humano se dirigió hacia las escaleras y subió hasta la entrada. Pero en vez de seguir subiendo, salió del edificio y fue calle arriba. Por supuesto que a su lado, su sombra le seguía fielmente. —¿Por qué sigues diciendo que soy el espía de tu padre? —indagó Luther, buscando acercarse a su pareja. —Porque obviamente para eso es que te envió realmente, lo de proteger fue una excusa, su verdadero motivo es mantenerme vigilado —respondió sin observarle. —¿Y por qué querría mantenerte vigilado? Eres su hijo. Los labios de Zac se torcieron instintivamente con esas palabras. —Deja de mencionarlo, es desagradable recordar que estoy emparentado con ese hombre. Pensé que había dejado bastante claro lo que pienso de él —se quejó. —Lo hiciste. Y comprendo tu punto de vista, pero a la vez también tengo el del juez, quien asegura que realmente está preocupado por ti y a diferencia de ti, si te ve como un hijo —argumento. Zac le observó, y fue bastante obvio que se estaba preguntando si era un idiota solo con su expresión. —Todo se trata de actuación. Ese hombre debería de ganar un maldito premio por ello —anunció y volvió su mirada hacia el frente—. Con la reputación que le sigue como un buen juez justo, tiene que mantener a su vez su nombre como buen hombre, padre, y esposo. Dime, ¿se vería bien que estuviera protegiendo a todo el mundo menos a mí, cuando se supone que también soy su hijo? —Pero según tengo entendido, hasta hace poco nadie sabía que tú también eras uno de sus hijos —le recordó. —Exacto. Entrando en el pequeño supermercado, el cual ya había llenado todas las góndolas con mercadería e insumos, Zac tomó una canasta y la empujó a los brazos de su guardaespaldas antes de tomar otra para él mismo. —Si no fuera por el teatrito que hizo su amada esposa en busca de sus cinco minutos de fama, en este momento tú no estarías aquí, porque yo no habría necesitado de un guardaespaldas —argumentó. Siguiendo entre los pasillos a su encantador elegido, Luther pensó en sus palabras mientras le observaba llenar las canastas. —¿Cómo puedes estar tan seguro de eso? Zac soltó una risa, pero fue una tan falsa y carente de cualquier sentimiento, que realmente no le gustó a Luther. Ese sonido no se veía para nada bien en su pareja. —Estoy seguro, porque no es la primera vez que Maximo Di Montelroso recibe una amenaza para él o para su familia. Y aun así, yo nunca tuve algún guardaespaldas como su querida familia hasta hoy, que los medios prestaron atención a su caso debido a la persona que lo amenazó. Y entonces, mágicamente yo también tengo un guardaespaldas —explicó observando entre dos productos—. ¿Lo entiendes? Todo es una pantalla para ese hombre, una actuación para mantener su reputación. Y como tal, te ha contratado a ti también para que me vigiles y me tengas bajo control, de esa forma no arruinaré nada. Ante la coherencia en las palabras de su pareja, Luther sintió como una ardiente furia surgía en su interior. Después de todo, el estúpido juez sí le pidió que mantuviera un ojo sobre los movimientos de Zac y le pusiera al tanto de ello, ya que aparentemente era un chico arriesgado y sin control. Y como el lobo beta pudo comprobar sus palabras tras pasar un tiempo con su elegido, realmente creyó que era preocupación pura. Pero el informe que leyó durante la noche respaldaba las palabras de Zac. En todo el maldito momento solo se mencionó cosas de los demás incluyendo momentos en los que necesitaron protección, y nunca se mencionó a su elegido. —Es un maldito mentiroso de mierda —espetó. Deteniéndose, Zac parpadeó un par de veces y luego le observó inseguro, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar. —¿Lo repites? —Tu padre, Maximo, es un maldito mentiroso de mierda. Observando la amargada expresión de su guardaespaldas, Zac ladeó ligeramente la cabeza y observó fijamente sus ojos azul mar. —Realmente crees eso. —No pensé que fuera un mentiroso, realmente creí que estaba preocupado por ti y tu seguridad, no por su apariencia y reputación ante los demás —resopló. —Bueno, bienvenido a este mundo, nunca puedes confiar en nadie de la familia Di Montelroso —expresó y siguió con su camino. Siguiéndolo, Luther guardó silencio cuando se acercaron a la caja a pagar y ayudó a Zac a cargar la mitad de las bolsas, aun si su elegido no le observó muy feliz al respecto. —No lo soy ni lo seré. Ante la repentina declaración de su sombra una vez salieron de la tienda, Zac le observó. —¿De qué estás hablando ahora? —No seré el espía de tu padre. Sin importar la razón por la cual realmente me contrató, es bastante claro que te envolvieron en su situación de peligro, por lo que para mí, solo tú eres quien manda y a quien protegeré y escucharé —declaró Luther. —Yo no fui quien te contrató y estará pagando tu sueldo —le recordó Zac. —No me interesa. Mi único propósito es mantenerte a salvo y eso es lo que haré, no seguiré cualquier otra cosa. Su encantador elegido lo observó, y por su expresión, fue bastante claro que no creía del todo en sus palabras. Y estaba bien, Luther solo tenía que demostrarle a su chico que solo vería por su bien, y a su vez, dejar claro la razón de ello, y eso es porque le interesaba. —Si sabes que no creo ni una de tus palabras, ¿cierto? —indicó Zac. —Lo sé —asintió—. Solo debo de demostrártelo. —¿Por qué tomarse la molestia de hacerlo? Espera, mejor no digas nada. Siento que no querré escucharlo —ordenó. Entrando al edificio, Zac inmediatamente tomó distancia al subir las escaleras. Sonriente, el lobo beta le siguió hasta llegar al piso de su humano. Sacando sus llaves, Zac abrió la puerta y se giró para observarle, sin entrar aún. —¿Cómo cuánto crees que tardarán en atrapar a todos los cómplices que están ayudando a Courtney? —Tanto mi jefe como las autoridades están trabajando al respecto, supongo que llevará su tiempo, pero no algo exagerado —respondió. —¿Y qué sucede con el tipo que atrapaste ayer? —Caden iba a llevar el interrogatorio, aún no hablo con él. Asintiendo, Zac se internó a su departamento y su rostro volvió a arrugarse ante todo lo que tenía que ordenar aún. Dejando las bolsas en el mesón de su isla, Zachariah observó al hombre lobo. —Según tu experiencia, ¿cuánto tardará todo esto? —Puede que tome un mes o un poco más —confesó cerrando la puerta antes de internarse. —Genial, simplemente perfecto —bufó el humano, para nada contento con la idea de que le estuvieran siguiendo por un mes entero. Observando a su guardaespaldas, Zac intentó imaginarse pasar todo un mes con Luther siguiéndole y negó. Si ya la estaba pasando mal con el hombre solo con unos días, ni siquiera quería pensar en qué sucedería estando juntos más días, y era frustrante, como incluso su mal humor de mierda no lograba ahuyentarlo como lo hizo con otras personas. —Realmente, necesitas un poco de orden aquí —comentó Luther. Y Zac gruñó, especialmente porque aquello era verdad. —Si no vas a ofrecerte a solucionarlo, no hables —refunfuñó y observó a su alrededor. —¿Y si lo hago? Como un látigo, el fotógrafo rápidamente giró su cabeza para observar al hombre lobo. —¿Qué dijiste? Oh, el placer recorrió a Luther al percibir que había logrado llamar el interés de su elegido. —Que puedo ayudarte a ordenar, si es que no tienes algo que hacer en este momento como salir —expresó, dejando las bolsas sobre el mesón de la isla. Zac sacó su teléfono y revisó la hora. —No tengo que salir hasta dentro de dos horas. Entrecerrando aquel hermoso tono verde jade en el lobo beta, Zac observó fijamente a Luther pensando en sus opciones, pero si tenía a alguien ofreciéndose a ayudar a organizar y limpiar su propio desorden, lo mejor era sacarle provecho a la situación, ¿no? —Que tal esto. Yo cocino y tú limpias y ordenas todo mi departamento —propuso—. ¿Qué te parece? "Sí" Aceptó inmediatamente el lobo de Luther, más que contento con la idea de permanecer cerca. —Que sea almuerzo y cena. Tu departamento es un completo desastre, encanto —indicó observando a su alrededor. —Bien, pero entonces quiero que hasta el piso sea barrido —exigió. —Es un trato justo —aceptó Luther. Alzando su mano, ambos las juntaron y cerraron el trato.
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