Capítulo 31

2310 Words
"Proteger. Proteger. Proteger" Aquellas eran las únicas palabras que repetía el lobo de Luther en su mente de forma insistente. Manteniendo su cuerpo encima del de su pareja, el hombre lobo lo mantenía atrapado contra el suelo y le protegía en lo que esos disparos seguían llegando, cada vez acercándose peligrosamente a ellos. Cosa, que no podía seguir así. —Necesitamos entrar al departamento —anunció. Con grandes ojos llenos de sorpresa, Zac le observó y asintió un tanto aturdido. —Escucha, cuando los disparen cesen me levantaré y responderé. En eso, aprovecharás de ir hacia la puerta y abrirla —instruyó. —No te dejaré aquí solo cuando estamos siendo atacados tan abiertamente. Es obvio que ya no les interesan que los vean o no —gruñó Zac. —Te seguiré de cerca, pero necesito que me escuches en cada orden. Esto no es un juego, no puedes pararte di te digo que te agaches, tu vida está en peligro, ¿entendido? Zac lo observó con cierta molestia. —Lo sé, puedo ser un terco de mierda la mayor parte del tiempo, pero no soy un idiota —refunfuñó. —Perfecto. Deslizando una mano por su cuerpo, Luther sacó su arma y le quitó el seguro. —¿Desde cuándo traes un arma contigo? —cuestionó su humano con sorpresa. —Desde siempre —anunció y observó sobre su hombro al no escuchar más disparos—. Ahora. Abre la puerta. Levantándose, Luther inmediatamente observó en la dirección que había detectado que provenían los disparos y disparó un par de veces para asustar al contrario, el cual se escondió para reponer sus balas. Cuando el hombre volvió a mostrarse, Luther disparó nuevamente, logrando que este se escondiera rápidamente, protegiéndose a sí mismo. —Está abierto —anunció Zac, levantándose. Retrocediendo sin bajar su arma, Luther volvió a disparar al observar aquella sombra y su animal ladró en su mente, advirtiéndole del peligro que estaba a su costado. Percibiendo algo brillante por el rabillo de su ojo, el hombre lobo giró rápidamente y fue directo con su pareja. —Abajo. Mantén tu cabeza abajo —ordenó. Afortunadamente, Zac obedeció sin preguntar nada mientras era arrastrado al interior del departamento. Bajando las escaleras, intentó levantarse tras llegar al primer piso y su guardaespaldas inmediatamente se lanzó sobre él, llevándolo contra el piso otra vez. Gruñendo ante la caída, Zac observó con molestia a Luther y abrió su boca para quejarse. Otro disparo consecutivo atravesó una de sus ventanas y el humano se quedó en silencio, observando con helada sorpresa aquello. —¿Por... ? Pensé que el peligro estaba arriba en la azotea —pronunció con sorpresa. —No te endereces hasta que yo te lo indique, encanto, de lo contrario sigue manteniéndose cerca del suelo —instruyó. Alzándose levemente, Luther intentó averiguar la dirección de donde provenían los disparos, pero tan pronto como lo hizo, una avalancha de disparos llegó y Zac tiró de su cuerpo sobre el suyo nuevamente. —¿Estás loco? No se supone que alzas la cabeza cuando están disparando —gruñó. —Tenía que identificar cuantas personas eran. Bajando su mano al bolsillo de su pantalón, Luther inmediatamente llamó a Caden, manteniéndose alerta. —Nos están disparando —anunció tan pronto como su amigo respondió. —¿Dónde están? —El departamento de Zac, había un par en la azotea de al lado y debe de haber al menos otro por el costado, ya que nos está disparando aún en el primer piso —informó. —Mandaré un equipo, mantenlos vivo —ordenó y cortó. —¿En serio? ¿Eso es todo lo que va a decir? ¿Mantenlos vivos? —gruñó Zac. —Su trabajo es dirigir la agencia, bebé, no trabajar activamente. Pocas veces lo ha hecho y ninguna desde que sale con su mocoso —explicó. Zac le observó enfurruñado. —Aun así... Un disparo justo sobre sus cabezas interrumpió a su chico y Luther inmediatamente observó a su alrededor buscando un mejor escondite. —Por aquí. Enderezándose levemente, una lluvia de disparos cayó y el hombre lobo arrastró a su pareja hasta la cocina, en donde se escondieron detrás de los muebles. —No te muevas —ordenó. Arrodillándose, Luther intentó observar sobre el mesón de la isla y más disparos cayeron por encima de ellos. —j***r, ¿quieres dejar de hacer eso? —espetó Zac un tanto nervioso—. No puedo creer que esos desgraciados ahora me estén disparando, como si no hubieran tenido lo suficiente ayer invadiendo mi departamento —gruñó. —Esta clase de basura no les importa nada, encanto. Por algo están disparando a plena luz del día y siendo que más personas viven abajo —le recordó. —Jodida mierda, ¿crees que ellos estén bien? Sin poder responderle aquello a su pareja, se encogió de un hombro. —Ya no... No están disparando —detectó el humano. Asintiendo, el hombre lobo intentó enderezarse y observar sobre el mueble nuevamente con su arma en mano. Como una bala no intentó atravesar su cráneo inmediatamente, Luther se mantuvo arriba, observando. Al detectar una sombra, disparó e inmediatamente fue respondido. —Maldición, Luther, no te quedes ahí arriba cuando siguen disparando —refunfuñó Zac. El lobo beta disparó un par de veces más y entonces bajó, escondiéndose detrás del mueble. Sacando el cartucho de su arma, buscó en su bolsillo más balas y las colocó. —¿Realmente siempre has estado tan armado y preparado? Observando a su pareja, Luther asintió. Al contemplar una sombra por las escaleras, justo detrás de su elegido, el hombre lobo alzó su brazo en su dirección y disparó. —¿Qué carajo...? Acercándose a su chico, Luther lo atrajo hacia él, alejándolo de la escalera y siguió disparando hasta que el otro individuo se detuvo y rodó por las escaleras. Cuando no hubo más disparos, Zac intentó moverse, pero el fuerte brazo de Luther se lo impidió. —Quédate quieto, otro más podría bajar —indicó. —No me gusta darle la espalda a las personas que me están disparando —se quejó, pero se mantuvo quieto. Al sentir algo húmedo, el humano alzó su mano y encontró un rastro de sangre. —Escucho ruido, la ayuda ya debe de haber llegado —informó Luther. —¿Dónde? Ante la pregunta de su elegido, el lobo beta le observó un tanto confundido. —Tonto. ¿Dónde te dispararon? —cuestionó e intentó enderezarse. Rápidamente, Luther lo volvió a tirar contra su cuerpo. —No te muevas hasta que nos informen que la zona está despejada, ¿de acuerdo? —le gruñó severo. Era exactamente la misma mirada y tono que empleó aquella vez que casi de caer del tercer piso de un edificio por culpa de la tonta escalera de emergencia. Y a pesar de que Zac quiso responder, su atención recayó totalmente en su brazo tras descubrir en donde había sido herido. —Mierda, sabía que habías sido herido, idiota. Buscando a su alrededor, Zac tomó un paño de cocina que colgaba en el borde del mesón y rodeó con este la herida de Luther, haciendo presión para detener el sangrado. Alzando su mirada, contemplo a su guardaespaldas, quien mantenía su vista al frente. —¿No te duele? —No encanto, debe de ser solo un roce. —No puedes saber eso —negó Zac. —He recibido las suficientes heridas de balas como para saber aquello. La puerta fue abierta a la fuerza y el brazo de Luther inmediatamente rodeó con más fuerza a su elegido, manteniéndole con él mientras se enderezaba y los apegaba al mueble de la cocina. —Revisen cada rincón del departamento. Ante aquella orden y sonido de varios hombres armados trasladándose, Luther soltó un suspiro y observó a su pareja. —La ayuda finalmente llegó. —Sí, y otra vez destrozaron mi puerta —suspiró. Sonriendo, el hombre lobo besó su frente y observó a la persona que Caden había enviado a su rescate. —Señor, ya todo ha sido despejado —informó. Asintiendo satisfecho, Luther finalmente se levantó del suelo junto a su pareja y observó al capitán que estaba dirigiendo el equipo de rescate. —¿Atraparon a alguien? —Dos huyeron, uno está herido, y el otro muerto. Instintivamente, Zac intentó observar hacia la escalera, pero una mano apareció justo ante sus ojos impidiéndoselo. Frunciendo sus cejas, miró hacia Luther y lo encontró seguir hablando con el otro hombre uniformado y armado como un militar, solo que en vez de los típicos tonos verdes, su traje era en tonos oscuros. Y ninguno de los dos, le estaba prestando algo de atención a la herida de su tonto guardaespaldas. —¿Es que ninguno vino con un médico? —interrumpió. —Una ambulancia está esperando abajo, si gustan pueden bajar ambos para que atiendan sus heridas en lo que me ocupo del resto —ofreció. —¿Heridas? —repitió Luther y su mirada inmediatamente viajó hacia su humano—. ¿Estás herido? —Por supuesto que no —resopló. Y entonces se percató de cierto ardor en su pierna derecha y bajó la mirada al igual que Luther. Tan pronto como contemplaron una mancha roja expandiéndose por el costado del muslo, el hombre lobo soltó una maldición y lo tomó entre sus brazos. —¡Espera! ¿Qué crees que haces, idiota? ¡Tu brazo está herido! —exclamó Zac. Por supuesto, ninguna de sus quejas fue realmente escuchada por el lobo beta, quien rápidamente, como si no tuviera herida alguna, bajó por las escaleras cargándolo como si nada. Con toda la conmoción, un gran número de personas se había reunido alrededor del edificio departamental, intentando observar el interior y siendo alejados por las autoridades humanas que aparecieron ante los disparos. Caminando directamente hacia la ambulancia, Luther se detuvo ante las puertas abiertas y observó a los humanos en el interior. —Recibió un disparo en su muslo —informó. Inmediatamente, ambos paramédicos se acercaron y recibieron con cuidado a Zac. Sentándolo en el interior de la ambulancia, rápidamente se pusieron a trabajar cortando el pantalón de este con tijeras para observar la herida. —Espera, ese tipo también está herido, tienen que revisarlo —indicó señalando a Luther—. Recibió un disparo en su hombro. —Yo estoy bien, revísenlo a él primero —ordenó cruzando sus brazos. —Eso no es... Una maldición de puro dolor escapó de los labios de Zac tan pronto como tocaron su herida. Bajando la mirada, contempló parte de su piel abierta y sangrante. —¿Qué tan malo es? —cuestionó Luther. —No veo realmente un impacto de bala o un daño profundo en el hueso o alguna vena, es un roce —informó uno de los paramédicos—. Necesitará puntos de sutura. —¿No tiene que ir a un hospital? —No. No quiero ir a un hospital —gruñó Zac—. Solo trátenla y si es posible, coloquen algo para que no sienta como entierran la aguja —pidió. —Por supuesto. —Y que uno de ustedes también trate a ese idiota, me está poniendo nervioso toda la sangre que baja por su brazo. Ambos paramédicos intercambiaron una mirada, y luego de que se ordenaran, uno se alejó en dirección hacia Luther. —Yo no... —Si no dejas que te revisen, malditamente no dejaré que me traten —advirtió Zac, observándole molesto. Solo eso fue necesario para que Luther subiera a la ambulancia y tomara asiento a su lado, permitiendo que el otro humano revisara la herida en su brazo. Cuando su pareja se quejó de dolor, el lobo de Luther aulló y este tomó la mano de Zac, quien le dejó y la apretó con fuerza. —Oh, Dios mío... ¿Qué fue lo que sucedió? Al escuchar esa conocida voz, Zac se quejó y observó a Luther. —¿Por qué está él aquí? Y la respuesta apareció ante ellos cuando el Juez Di Montelroso se detuvo frente a la ambulancia con Caden. —Como... —Si, si. Recibí un disparo. No es nada. Estoy bien. Fin del asunto. Adiós —cortó Zac. Cosa que por supuesto no pareció ser del agrado de su padre, quien furioso comenzó a darle un molesto discurso sobre tener la razón, seguridad, y más mierda que Zac no deseaba escuchar en ese instante. No cuando su pierna le dolía, aumentando el dolor de cabeza y justo después de haber sido atacado en su propio departamento. Quejándose, apoyo su frente en el hombro de Luther. —Dile que se calle —pidió. —No creo que sea el momento adecuado para regañar a Zac —interrumpió su sombra. Y por un milagro, aquello si logró que su padre se callara. Al menos por unos segundos. —Esto no puede seguir así, iremos a casa y te quedarás allá desde ahora —declaró Maximo. —No gracias, tengo mi departamento. —Uno que acaba de ser destrozado por balas —gruñó su padre. —Tiene razón, ya hemos asegurado toda la mansión. Lo mejor es que te quedes un tiempo allá —anunció Caden. —Si el problema es mi departamento, entonces me iré a quedar con Luther al suyo —decidió y le observó—. Tú me lo ofreciste solo ayer —gruñó al contemplar su mirada. —Ayer no te estaban amenazando con armas, encanto. Necesitas un lugar seguro, y por ahora, la casa de tu padre lo es. —No puedes estar hablando en serio. Pero Luther solo le mantuvo la mirada en silencio. Al igual que los otros dos hombres frente a la ambulancia. —Jodida mierda, los odio a todos —espetó Zac y se alejó de Luther.
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