María Isabel, sin embargo, sentía un nudo en el estómago. Aceptó la oferta, le cerró la puerta del baño, y se metió en la bañera, tratando de relajarse, pero su mente seguía en Italia, con Tommy. Aldo soltó un gruñido, pensó que ella lo invitaría a disfrutar juntos, pero ella fue distante, sin embargo decidió darle espacio. Más tarde, cuando María Isabel salió ya luciendo su pijama de seda. Aldo la esperaba en la habitación, con la intención de llevar la reconciliación un paso más allá. —Te ves hermosa, Mabel —susurró Aldo, la tomó por sorpresa de la cintura, la pegó a su cuerpo para que ella sintiera el deseo que había despertado en él, le besó en los labios, pero la respuesta fue un beso lleno de frialdad por parte de ella. María Isabel, sintiéndose aún más incómoda, puso una mano