Capítulo 9

884 Words
Ya me había acostumbrado al frío, las enfermeras entraban y salían de la habitación de Margo, ella seguía profundamente inconsciente, sin tener idea de cómo estaban las cosas a su alrededor. Una de las enfermeras me dijo que todo estaba bien, que pronto despertaría. Quería entrar, pero no me lo permitían, necesitaba decirle cuánto lo sentía. Todo esto había sucedido por mi culpa, si yo no hubiese ido a la fiesta, la sombra no hubiese estado allí para atacarla. No entendía que era lo que quería ¿Atormentarme? ¿Matarme? O simplemente ¿divertirse? Si, claro, cómo si los demonios tuvieran sentido del humor. ¿Por qué nadie más los veía? ¿Por qué yo? —Señorita —me sobresalté con el toque de la enfermera, ella apartó rápidamente su mano de mi hombro —Lo siento, no quería asustarte —agregó. —No te preocupes, estaba distraída —mencioné, ella sonrió amablemente. —Te he visto parada aquí más de una hora ¿Eres familiar de ella? —preguntó, señalando a Margo. Negué con la cabeza. —Es mi mejor amiga. —Comprendo, lo primero que haga cuando despierte será decirle que su mejor amiga vino a verla, pero ¿por qué mejor no vas a tu casa a descansar? —Si, tienes razón, vendré mañana a verla —acomodé el bolso en mi hombro y le regalé una sonrisa de boca cerrada antes de dar media vuelta y dirigirme al elevador. Dejé escapar un suspiro, un doctor entró conmigo al ascensor, el celular de él empezó a sonar, después de ver la pantalla se apresuró a salir antes que las puertas se cerraran, dejándome sola. Mierda. Tranquila, es solo un elevador. Las paredes que me rodeaban tenían espejos, excepto la puerta. Mi reflejo estaba triplicado, Ector tenía razón, mi ropa no estaba a la moda, de echo era una ropa muy vieja al igual que mi gorra, mi cabello rubio había perdido su brillo y las puntas se veían maltratadas, a todo eso le sumaba mis ojeras y la pálida piel, parecía un completo fantasma. Me froté los ojos, una pesadez se empezó apoderar de mi cuerpo, me sentí exhausta, tenía mucho tiempo que no descansaba y el cuerpo me lo pedía a gritos, pero no podía tomarme ese atrevimiento, había demasiados problemas a mi alrededor. ―Alex... El susurro se escuchó en el pequeño espacio, mis huesos se congelaron y mis piernas empezaron a temblar. ―Alex...―allí estaba otra vez, un susurro casi inaudible, pero sé que era real. Permanecí con la mirada fija en el suelo, no quería mirar a mi alrededor, no quería levantar la mirada ni enfrentarme a lo que sea que estaba atormentándome. Sé que estaba ahí y las luces parpadeantes me lo confirmaron. Cerré los ojos con fuerza, rezando y suplicando que los susurros parasen, pero estos aumentaban cada vez más. ―Basta, déjame en paz ―solté de repente, me tapé los oídos con las manos y podía sentir mis mejillas arder del miedo, toda sangre ya podía sentirla en mi cabeza. Las luces seguían parpadeando, como si fuera una fiesta, algo estaba a mi lado, podía sentir su presencia y el roce a mi costado, además la respiración parecía lenta, al contrario de la mía que estaba muy alterada. ― ¿Qué es lo que quieres? ―me atreví a preguntar, fue solo un susurro, pero sabía que podía escucharme claramente. las lágrimas ya fluían con facilidad por mis mejillas. El sonido inesperado del elevador fue como un rayo de esperanza, lo único que hice al escucharlo abrir fue salir de allí, corrí fuera de ese elevador como si mi vida dependiera de eso y, de hecho, así era. Corrí fuera del elevador hacia la salida del hospital, sin importarme las miradas curiosas de los pacientes y enfermeras, yo solo quería salir de allí. Tras las lagrimas no me fijé por donde corría y choqué con algo, más bien contra alguien. Ector me agarró de los hombros e intentó calmarme, pero mi visión estaba borrosa y lloraba sin parar. —Alex ¿Qué pasó? Hundí mi rostro húmedo en su pecho para llorar más, él me abrazó y dejó de hablar, algo que le agradecí internamente. Después de un buen rato, las lágrimas se habían secado, así que tenia la cara pegajosa y no dejaba de sollozar. —Estoy bien, no te preocupes —logré decir entre sollozos. Su cara de preocupación era de películas. —¿Cómo puedes decir que no me preocupe? Si parecias una magdalena —respondió, me estregó una botella de agua que había comprado y se mantuvo impaciente mientras la bebía. ¿Y ahora qué le iba a decir? Si le decía la verdad pensaría que estoy loca y terminaría en un manicomio. —Es por Margo… no puedo verla así. —Respondí. Sus ojos se achicaron como si me juzgara, pero no volvió a tocar el tema. —Bien, ya que te calmaste, vamos. —¿Ir a dónde? —Iremos a Malteadas'Gus. —Pero… no estoy de ánimos para malteadas —mencioné, él se levantó del banco y se cruzó de brazos. —No iremos por malteadas tonta, iremos a buscar pistas que nos lleven al paradero de Jordan ¿recuerdas? Ay no. Trágame tierra.
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