Nos hemos tomado una botella entera de vino, pero por alguna razón, Hanna luce muy tranquila, y yo, muy alterada. Mi pulso está bastante acelerado y me siento taciturna. Todo me da risa, pero estoy bien consciente de lo que ocurre —Hanna… ¿Por qué me siento extraña? —¿Cómo extraña? —cuestiona. —¡Siento que quiero volar! —estallo en grandes carcajadas. Hanna nueva y va al refrigerador. Saca otra botella de vino, la descolcha y llena mi copa. —¡Volemos entonces! Necesito estar tan feliz como tú en cuanto llegue mi bella suegra. —Tu suegra es una perra. —¡Aria! —por primera vez, es ella quien me reprende a mí. Sigo riéndome por su tono falso—. Tienes razón… pero no lo digas en voz alta por favor. Se acerca y me hace a quitar la copa, pero soy más rápida y me alejo. —Tranquila Hanna