—Señora Lily, ¿usted lo sabía?
—Danielle, lo siento. Todo pasó tan de repente.
—No se preocupe, es que todo es raro, no creo que yo lo pueda ayudar. Ni que sea una mujer idónea para un matrimonio con alguien tan importante como el.
—Te prometo que no te dejaré sola, nunca.
—Gracias. Me ire a limpiar la sala, es lo único que me faltaba hoy.
—No Danielle, ya no limpiaras más. Tus cosas están en tu nueva habitación, debes descansar mañana temprano vienen muchas personas para dejar ropa, zapatos y un vestido de novia que debes elegir.
—¿Pero quién se hará cargo entonces de mis labores?
—No te preocupes, eso ya no es de tu incumbencia.
—Lily, llama a todo el personal los quiero reunidos en el comedor. Ahora.
Danielle intento caminar detrás de la señora Lily, pero frederick la detuvo.
—Tu no, a partir de hoy serás la señora de esta casa, me ayudaras a administrarle como es el deber ser. Tu habitación estará justo a una puerta de la mía, debes subir y cambiarte, la ropa esta sobre tu cama, te espero en el comedor.
—Si señor.
—Y no puedes contestarme así, menos delante de las personas. Tenemos que aparentar lo que seremos desde mañana, una pareja de esposo.
—Si se...
—Danielle.
—Si, Frederick —aquello le había costado.
Al subir a la segunda planta, no supo exactamente a dónde dirigirse, entonces recordó que Frederick le había dicho que estaba a una puerta de la suya, se encaminó al lugar y busco las dos puertas más cercanas, pero ninguna parecía tener sus cosas y mucho menos ropa sobre la cama. Recordó que dentro de la habitación del joven, había una puerta, no sabía lo que había allí porque nunca se le había permitido pasar.
Ingreso a la habitación principal de Fredrick, que conocía a la perfección pues la limpiaba cada dos días, se dirigió hasta la pequeña puerta y la abrió, era como si un mundo nuevo se le hubiese presentado allí a sus ojos. Una cama amplia, una alfombra suave que no pudo evitar agacharse a acariciar, un armario enorme y con algo de ropa, un tocador, un baño propio y sobre la cama estaba la ropa. Se cambio rápidamente, porque no quería hacer esperar a su jefe, o esposo, o compañero. En realidad ella no sabía como llamarlo a partir de ese momento.
Al llegar al comedor, todos sus compañeros e inclusive Sam, estaban allí. Frederick la tomó de la mano y se sintió extraña, todos la miraban con admiración, estaba hermosa, un pantalón n***o ajustado en las caderas de cintura alta y piernas amplias junto a un saco grande de color crema y unos tacones delicados no muy altos.
—A partir de hoy, quiero que Danielle sea tratada como lo que es, la dueña y señora de esta casa. Mañana a esta hora nos casaremos y será ella quien mande y administre a partir de ahora, le deben tanto respeto como a mi. Gracias, pueden regresar a sus puestos.
Cuando todos dieron la espalda, Frederick la soltó de la mano, así que entendió cómo sería la dinámica de su nueva y extraña vida. Ante las personas serían uno solo, pero en la privacidad serían dos perfectos desconocidos.
—Danielle, vamos al despacho, tengo que enseñarte las reglas y condiciones.
—Si, claro.
Una vez tomó asiento, frente a ella se colocaron Sam y Frederick, se sintió intimidada y cálida a la vez, así eran esos dos hombres uno frío y el otro parecía que te abrazaría en cualquier momento.
—Primero que nada, el es Sam, mi amigo y abogado, en caso de que yo no esté por la circunstancia que sea oyeme bien Danielle, no debes acudir a nadie más que él.
—Entiendo.
—Ahora con respecto a la boda, será mañana aquí en el jardín, sin invitados, el vestido de novia llegará en la mañana y podrás elegir entre cientos, lo mismo con el maquillaje y el peinado, todo está dispuesto para que seas atendida de la mejor manera.
—Tu ropa también llegará mañana, nos hemos encargado junto a la señora Lily de tener en claro cada talla de lo que usas, desde zapatos hasta ropa interior —Danielle se sonrojo con aquello—, medias, sacos, chaquetas, en fin todo lo que puedas necesitar. No podrás elegir nada aún porque eres muy nueva en esto, así que por el momento lo harán terceros.
—Claro.
—Deberás hacer apariciones publicas conmigo, serán inmediatas, así que tendrás que aprender a lidiar con la prensa, como no has estudiado nada tendrás profesores particulares de idiomas y otras cosas, para que tengas tema de conversación en las galas, cenas o bailes, también aprenderás a sentarte a comer a saludar a...
—A respirar —intentó hacer una broma que le salió mal.
—Si Danielle, inclusive a respirar.
—¿Podré ver los amaneceres, Frederick? —esa petición la hizo directo al joven, lo miró casi suplicante.
—Si Danielle, podrás ver tantos amaneceres como quieras —lo vio sonreír con aquella respuesta y eso le causo algo de alegría.
—Gracias.
—Danielle, una última cosa —ella lo miró antes de ponerse de pie, para salir de allí—. Nunca, por nada del mundo, te alejes de tu esquema de seguridad y menos si mi madre está cerca, cuando la conozcas entenderás porque. Pero nunca salgas sola de casa y si estas conmigo no te alejaras.
—Entiendo.
—Prometelo —Frederick se puso de pie y la miraba desde arriba.
—Lo prometo, nunca estar sola.
—Eso, buena chica. Puedes irte a tu habitación, nos veremos en la hora de la cena.
Ambos jóvenes la vieron retirarse y se quedaron en silencio por unos minutos, unos que fueron eternos para Sam y que no evito en romper.
—Es hermosa, Frederick esa mujer es hermosa por decir lo menos. Tu madre la va a asesinar.
—Mientras esté aquí o conmigo no la va a tocar.
—Si algo le pasa, si la dañas de alguna forma el cielo va a llorar Frederick, solo mirala. Hasta virgen debe ser esa chica.
—¿Tu crees?—pregunto curioso— Sería algo interesante de averiguar y...
—No seas un bastardo.
—Ya prometí que no lo voy a ser, por Dios deja la paranoia.
—No es paranoia, te conozco.
—Debes irte, mañana tendremos un gran día.
A la hora de la cena, Danielle se presentó en el comedor, donde Frederick ya aguardaba, era una mesa de doce puesto y ella debía sentarse en el otro extremo, frente a Frederick. Les sirvieron y ella comio y cogio los cubiertos como siempre hacía, entonces lo escucho hablar.
—Esa cuchara es solo para la sopa, debes comer lo que te sirvieron —Un filete de pescado con papas al vapor y vegetales—, con el tenedor de tres dientes —se dio cuenta de que Danielle observaba los tres tenedores que tenía junto al plato—. Es el más plano de los tres.
—Claro, gracias.
El resto de la cena pasó en silencio y con mucha dificultad Danielle termino de comer.
—¿Por qué no tomaste vino? Eligieron uno perfecto para el platillo.
—Yo no bebo, no me gusta.
—Esto no es beber, esto es un acompañamiento con la comida, es para que puedas sentir los sabores mejor y acompañarlos. Beber es algo muy diferente.
—Tengo demasiado que aprender, espero no decepcionarle.
—No lo harás, estoy seguro y no tienes que impresionarme a mí, es más como una educación para ti, aprenderás y serás cada día más sabía, tenlo por seguro.
—Si, pero de todas maneras no puede negar que si voy a su lado a una cena, no puedo tomar el cubierto incorrecto o no saber que vino debe acompañar un pescado o una pasta.
—Eso no importa, creeme no soy de los que se fija en eso, a mucho eventos asisto sin estar realmente allí presente, mi mente al menos, divaga en otras cosas.
—Pero las personas que asisten con usted, si. Ellos si se fijaran y no quiero que hablen de usted por culpa mía.
—Creeme Danielle, ellos hablan de mí desde hace años y luego de nuestra boda mañana, será peor.
—Si nos casamos, nosotros ¿debemos? ya sabe, lo que hacen los casados.
—Sexo, tener sexo —la chica se sonrojo enseguida y supo que su viejo amigo tenía razón, era virgen—. No, para tu fortuna no tendrás que tocarme ni dejarte tocar, voy a respetar tu intimidad y tu deberás respetar la mía, tengo necesidades y se que tu también, así que si deseas estar con un hombre no tendré problemas siempre y cuando esté dispuesto a firmar unos papeles.
—¿Es decir que usted se acostara con otras mujeres aquí? —pregunto perpleja y con los ojos de par en par.
—Si, es mi casa...
—No me parece justo y me gustaría reconsiderar aquello, estoy durmiendo a unos pasos de su cama, eso implica que tendré que escuchar todo.
Aquello solo le causo gracia a Frederick, tal inocencia era algo que nunca había probado, pero una promesa era una promesa y no tocaría a Danielle, no a menos que ella se lo pidiera.
—Esta bien, lo voy a considerar, pero recuerda que sigue siendo mi casa.
—No quería que pensara que yo estaba tomándome atribuciones, lo siento, lo siento mucho.
Verla disculparse y sentirse tan apenada, lo hizo divertirse, hacía mucho tiempo no se divertía con cosas tan banales, pero allí estaba riendo por causa de esa chiquilla menor que el 10 años, porque si, Daniella tan solo tenía 21. No solo era menor y más inexperta, era dulce e ingenua.
Lo que de alguna manera lo aterrorizaba, pues consideraba que tenía que protegerla aún más de lo que se había imaginado, la tormenta no había empezado, pero cuando los golpeara, los daños serían incalculables.