El señor

2206 Words
Hay una cosa tremenda que viven las mujeres casadas y es la elección más importante que una mujer puede hacer: su marido o sus amigas. A ver, no he tenido que elegir literalmente, pero Ramón ha tenido malestar estomacal casi toda la noche. Consuelo ha estado en nuestra cama porque compartir techo le parece poco, y no ha tomado la mitad de la cama porque Ramón me ha empujado hacia su lado y me ha abrazado territorialmente. Le pasó una almohada y una cobija a su hermana para dejar claro que no somos un trío, sino una pareja, y ella de colada. No puedo hacer mucho berrinche cuando las dos hermanas viven en nuestra casa, su hermana duerme en nuestra cama y su prima nos despierta con su mirada psicopática por la mañana. —Buenos días, con su permiso —dice mientras se acerca. —Consuelo no manda en esta cama —responde Ramón mientras se levanta furioso, medio dormido y dando tropezones. Camina hacia la ducha. A mí, la verdad, me encanta verlo por las mañanas, muy sexy y seguro de sí mismo, mientras camina hacia el baño y se asegura de dejar la puerta abierta para que Simonetta se sienta bienvenida. —Juraba que tenías la polla más grande, pero eres más huevoncito que palito —dice mi amiga y me guiña un ojo. —Este fin de semana, tú y yo solos, Gretta —advirtió, cerrando la puerta de mal humor. —¿Ese no es que corre todos los días? —Sí, pero está enojado, entonces va a levantar pesas y correr bajo techo. —Qué bonito, de verdad. —Sí… —¿A qué debo el placer de tu compañía y este café? —le pregunto y Simonetta sonríe de inmediato antes de cobijarse en mi cama y darme un abrazo enorme por salvarle el matrimonio. Desde mi punto de vista yo he hecho una inversión en un amigo, me he ganado una entradita por si el próximo libro fracasa o las editoriales deciden que al final siempre no. Matrimonio con bases falsas, pero no se lo recuerdo. Le doy un beso, lo abrazo y le pregunto cómo va todo. Mi hermana viene con la cobija sobre la cabeza, como la petarda que es, y se acuesta a mi lado. Rini entra con un outfit empresarial y anuncia que va para el trabajo. Yo veo a mi hermana de pies a cabeza porque hace unas horas había renunciado ¿o entendí mal? y me da un beso junto con las gracias por haberla cuidado. Ramón sale del baño con su ropa deportiva, las cuatro lo observamos y él a nosotras. —Mi amor, ¿estás muy ocupado hoy?—Le Pregunto porque si está de revista el muchacho pero de verdad el exceso de féminas lo está poniendo loquito. —Está casi libre.—Respponde su jefa. —¿Quieres almorzar conmigo? Ramón me mira con cara de malhumor, estresado, y yo finjo que no me importa, pero sí un poco, porque también hay un montón de personas locas en mi cama y yo lo gestiono tan bien como es posible. —Hoy tengo un almuerzo, puedes venir si quieres. —¿Almuerzo de trabajo? —Almuerzo con mis amigos. —Ah, ¿me invitan? —pregunta Simonetta irónica. —Es como… círculo cerrado. —Ya… entonces no vale la pena ir. —Es con mis amigos y esposas, si quieres venir; ven, y sino está bien —Ramón me da un beso en la mejilla y uno a cada una de las chicas. Todas se quedan en silencio y yo les comento que lo mejor para todas es que vayamos a desayunar en la cocina, lugar en el cual los enanos no están limitados. Mi amiga sonríe y me acaricia el pelo. —Vamos a desayunar, pero tienes que llamar a su secretaria para ese almuerzo. —No... —Sí. —Ramón no quiere eso, no quiere estar solo. —Gretta, ¿por qué eres tan perra? Ve con Ramón, si un hombre te ama y quiere presentarte con sus amigos y su familia tú sonríes y vas, sino, están perdiendo el tiempo, coño —grita, y sé que es un comentario muy personal, pero mi hermana quien había aparecido despertar de un coma en el que vivió con una pareja que nunca le dio el lugar que ella quiso en silencio… pues bueno, no parece querer guardarse ni el dolor que siente por su relación con el hombre con nombre de estrella de televisión. Me quedo en silencio esperando que los astros se acomoden y le pido a Simonetta que por favor llame a la secretaria de Ramón y nos pase el contacto para agregarme a su lista de invitados. Después confirmo la hora de su cita para ir a ver al bebé de mi amiga en el útero de otra mujer, y ella sonríe emocionada. Las tres bajamos a recoger el desayuno que Simonetta ha traído y conversamos. Lini confiesa que le duele estar peleada con su prometido, pero creo que la gente que está junto a una persona a la que acostumbra a hacer lo que no le gusta, cuando alguien está fingiendo llegar a las necesidades del otro básicamente fracasa sin mucho esfuerzo. Obviamente, hablar del amor es más fácil que vivirlo, y después de desayunar tomo una ducha, arreglo mi pelo y lo peino. Me maquillo, y voy a comprar algo qué ponerme, pero nada parece gustarme, nada muy delicado, pero de todas formas me visto como si fuera para una entrevista de trabajo y no para un evento social. Espero a Ramón frente a su oficina y observo a unos niños vendiendo flores en la esquina del edificio. Veo a una niña vendiendo flores y voy y le compro feliz de la vida. Ramón sale hacia el parqueo y lo persigo, le llamo y le chiflo, él se gira y se levanta los lentes de sol para mirarme casi caerme como una loca. Se acerca y viene a mi rescate, me toma de los antebrazos y me mira a los ojos completamente divertido. Le lleno de besos, y él me abraza. —¿Qué haces aquí? —Estoy cortejándote, Ramón. —No entiendo. —Vas con tus amigos y he llamado a tu secretaria para reservar una silla con ustedes, estoy dispuesta a conducir hasta la torre para ir a comer juntos y después voy a sentarme y sonreír. —No entiendo por qué no te caen bien mis amigos. —Son medio gilipollas, súper snobs, se cree la última coca del desierto o ultrapoderosos, pero si te hacen feliz, yo voy. —Vale... gracias porque tus amigas son súper guays. —¿Desde cuándo te caen mal Consuelo y Simonetta? —Desde que nací y las conocí —responde divertido y me llena de besos. —Pero, les tengo cariñito. —Sí —respondo y le entrego la flor. Mi esposo me da un par de besos en la mejilla y sonríe antes de entrelazar sus dedos con los míos. Vamos en auto hacia el restaurante ultracómodo que eligieron, pero no digo nada, solo trato de unirme al grupo. En el restaurante nos encontramos a Brenda y Damian sentados muy a gusto estaban conversando con Estefanía. Los tres se ponen en pie para saludarnos. —Gretta, bienvenida —saluda Esteph y le doy un beso en la mejilla. Ella sonríe y se inclina para saludarme. A ver, no es una mañana personal, hubo una vez en la que ella y yo nos gustábamos la misma persona. Una vez, en tiempos de colegio, yo lloré porque él estaba superenamorado de ella y yo estaba enamoradísima de él, casada con la idea de que fuera mi amor, pero Estefanía era tan guapa a los catorce como lo es ahora, muy alta, con un cuerpazo impresionante, una melena larga, y tengo que decir que ahora es mamá de dos niños y el juego sigue siendo injusto a mi favor. —¿Dónde está tu esposo? —pregunta Ramón a Estefanía. —Está tarde, como toda la vida. —¿Cómo han estado ustedes? —pregunta Brenda. —Muy visitados por la familia. —Yo soy hija única y sus hermanas viven lejos así que nunca los vemos. —Gretta es la mejor amiga de mi hermana y mi prima —comenta Ramón —entonces aparecen. —Tú les estás robando a ellas —le recuerda Damian. —Nadie le está robando a nadie, son tiempos diferentes. —Sí, pero ¿cómo crees que puedes meterte en esa relación y creer que va a salir mejor? —Gretty —me saluda Rick, el esposo de Estefanía, luego besa a su esposa en los labios, y por último saluda a Brenda, luego se sienta en la silla de Damian y le llena de besitos el rostro. Este lo empuja y los dos ríen, finalmente manosea a Ramón todo lo que es posible. —Gretta, escuché esta mañana que nos íbamos a machacar con las pesas porque mi amigo tenía los huevos dorados. —¿Cuántos años tienes hormonalmente? No es normal, Ramón. —¿Qué no es normal? —preguntan los tres hombres en la mesa. —Yo no todos los días quiero echarme uno. —¿Tienes un problema Gretta y tú estás haciendo algo mal, Ramón? —acusó Rick y todos nos reímos.—¿Para qué estabas practicando entonces? —pregunta su amigo y todos se ríen. —Hemos tenido hermanas muy deprimidas a las cuales no podemos echar, pero, tampoco es tan malo. —Yo amo a mi hermana, pero no quiero compartir casa ni cama con ella, y adornos a tus hermanas, son divertidas que te cagas, pero tampoco las quiero en mi cama o tanto en mi casa. —Está bien mi amor, ya les escribo—digo mientras saco el celular y busco el servicio este de mensajería, coloco los contactos pacienzuda porque Ramón está, viendo de reojo cada movimiento de mi dedo. Todos me miran expectantes. —Voy a inciar... con un:“queridas hermanas”—todos contienen la risa —“Ramoncito no se siente en disposición de escuchar o vivir sus sentimientos depresivos y solitarios. El joven considera que sus problemas no son nuestros y que afectan nuestra vida s****l y emocional entre paréntesis (no se le para si están en cuartos vecinos)”—Damian y Rick se ríen hasta casi ahogarse —Una mentira nunca está de más, que ya nos han oído follar, pero bueno, ahora Ramón tiene límites… —Ramón me mira divertido—. “Por eso les pido en nombre de Ramón que se vayan de nuestra cama, tan pronto como sea posible váyanse de nuestra propiedad. Y la verdad, ¡la verdad!, para que Ramón esté feliz; no nos visiten más que en ocasiones raras como el años bisiestos. Atentamente, Ramón, a través de su querida hermana de toda la vida Gretta, quien tendrá que buscar la manera de volver a coincidir en secreto, las amo silenciosamente”. —Todos en la mesa están riendo a carcajadas, excepto Ramón, a quien le preocupa que ese mensaje se vaya por ahí. Él intenta arrancarme el celular de la mano en un intento infantil de borrar el mensaje, y mi respuesta madura es impedírselo. Escuchamos el sonido ese que alguien se inventó para confirmar de forma auditiva que se ha ido el mensaje a sus destinatarios. Los dos vemos la pantalla y él me pregunta si he sido tan cabrona de ponerle receptores. Yo asiento y Ramón me quita de verdad el teléfono. El celular suena un par de veces y sé que he iniciado una guerra mundial. Consuelo Ojalá te rompan el corazón en mil pedazos. Lini Se te está quitando lo guapo, pero no tengo dignidad y planeo quedarme el tiempo que sea necesario porque un 50% de esa casa es de mi hermana y lo que tú digas en ese 50% no me interesa. Rini ¿Quién se cree Ramón? ¿Y qué le dice a él que nos importa su polla? Yo me río. Por favor, ¿qué esperan ustedes? Y Ramón, como el hombre sensible que es, intenta ocultar la evidencia de nuestro crimen y tira el teléfono, que Damian ataja, y después se lo tira a Rick, quien decide tirarlo sobre su cabeza. Es entonces cuando el teléfono blanco, el bonito y sexy que apenas sé usar, vuela por los aires y se estrella contra una pared. Me río, ellos se ríen, y a pesar de las heridas, el teléfono, en sus últimos alientos, suena para indicar que alguien está llamando. Mi esposo se pone en pie para recogerlo y ve el nombre que se extiende por la pantalla: Consuelo Mondragón. —¿Por qué esta mierda no termina de oírse? —pregunta mi esposo mientras suena el teléfono y me quita el teléfono. Tanto sus amigos como yo nos reímos porque si algo tiene el más guapo de los Mondragón es que es un “queda” bien femenino y la que se le avecina... lo va a m a t a r. 
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