La misma pregunta

1891 Words
Consuelo estaba esperando a su novio en el lobby de su edificio y este no llegaba, por lo que decidió subir a esperarlo en el apartamento en lugar de ser tan dramática. La mujer vio el lugar ordenado, impoluto como siempre, y la curiosidad comenzó a picarle un poco. ¿Cuántas mujeres quieren volver al apartamento de sus novios, el lugar en el que guardan sus más íntimos secretos, y él ni aparece? La respuesta: Consuelo, y un montón de mujeres que nunca han padecido ni siquiera de nervios, pero terminan internadas en el ala del psiquiátrico de algún lugar. De todas formas, Consuelo siempre se había considerado una superviviente. Ella había compartido útero con un hombre que intentó eliminarla enredándola a su cordón umbilical. Si Ramón cuenta esa historia, asegura que se trata de cercanía, para todos, incluso los médicos, fue un intento de asesinato prematuro. Después de eso, fue criada por los dos tipos de papás más disímiles y temidos del mundo: un hippie liberal que siempre te dice que sí, o la mujer más estructurada y normativa del mundo. Es complicado sobrevivir a eso porque, si bien, Ramón es el claro ejemplo de que se puede ser un poco de ambos, Consuelo es el claro ejemplo de que uno puede terminar desquiciado. Volviendo a la realidad, esta reina del drama y protagonista de su propia historia de terror, se ordenó una pizza, intentó sentirse cómoda, le escribió un mensaje a su novio y abrió la botella más cara que encontró. Consuelo: Manuelino, estoy en tu apartamento, cenaré aquí, espero que llegues pronto. ¿Estás en la oficina? ¿Puedes salir pronto? Entonces ella pensó que ningún hombre que estuviera escondiendo su sexualidad querría decirle que realmente es homosexual así como así, pero un hombre que tiene su casa propia, tiene que tener pistas. La joven fue corriendo directo a la habitación de Manuel y buscó en su armario, pero solo vio ropa demasiado ordenada, de todos los colores, predominantemente azul y verde, sus colores favoritos. Entre sus zapatos no había nada. En cada uno de los cajones podía encontrar medias, ropa interior, camisetas, corbatas, nada sospechoso, solo una caja que estaba cerrada. Ella sacudió la caja de un lugar a otro e intentó abrirla como había visto a su hermano y a su papá hacer, pero nunca había logrado aprender sus malas mañas. Consuelo decidió dejar la caja por ahí, mientras buscaba en el baño un dildo, un consolador, condones especiales, un calzón o algo que le dijera que había alguien más. Se metió en el botiquín de emergencias y se encontró con un montón de medicamentos antidepresivos; su madre solía usar muchos de ellos para sus problemas de sueño y manejo del estrés, así que los reconocería en cualquier lugar. Consuelo escuchó el timbre anunciando la llegada de la pizza, le pidió al botones que se la subiera y llamó a su hermano. —¿Dónde estás? —preguntó. —Estoy saliendo de la oficina. —Necesito un favor de hermanos. —¿En dónde estás? —preguntó Ramón. —En el apartamento de Manuel. —¿Dónde está Manuel? —No está. —¿Mataste a tu esposo? —¡No! No, no, Ramón, estoy loca, pero no estoy lista para ir a la cárcel. —Ramón escucha la masticación de su hermana y entiende lo ansiosa que debe estar y que por supuesto ha hecho algo malo pero no fatídico. —Vi en un programa de policías que hay una casa que se llamada: “radiobases”, te dice de donde llamas a una persona para confesar tu crimen y esto rastrea desde qué torre hiciste la llamada, ó sea, esto sería una cagada, lo mato en su casa y llamo a mi hermano mellizo para ayudarme. Este lugar tiene un montón de cámaras, sería terrible para mí cometer tantos errores. —Tengo una cita con Gretta, ¿Qué tan urgente es? —Tráetela, Gretta es la persona más curiosa del mundo, tráetela. A mí solo me dijeron que íbamos a cenar. Cuando llegamos al edificio de Manuel, me pareció raro, pero no sabía que contaban con servicio de restaurante. Sin embargo, seguí a mi esposo, porque en el matrimonio siempre hay que confiar, y los hombres en general nunca mienten. —Vamos a ver qué necesita esta loca. Me aseguré de que no sea un crimen, pero conoces a Consuelo. —Me dijiste que era una cita. —Ya, socia, sí, pero te dije que Consuelo me llamó. —Ramón... —Te ves muy guapa, se te ve el culo muy sexy. —Llevo una faja y calzón con corte —Ramón se ríe. —Por eso no te has quejado de que te toque el culo. —Te sentí, pero quería esperar a que hicieras el comentario. —Los dos reímos y las puertas del elevador se abren. Consuelo tiene una bolsa gigante de chips entre sus brazos y nos ve desesperada antes de acercarse a saludarnos. —Si ustedes estuvieran casados con alguien que tiene un cuarto secreto con una llave, ¿qué harían? —Lo primero que yo haría es pensar... que mi marido tiene... una familia entera escondida ahí dentro —comento. —Ay, Gretta, no me estás tomando en serio. —No, Consu, te envié a HABLAR con Manuel, no a ESPIAR. Dame, dame esos chips, que si engordas y no cabe en el vestido de la abuela, te vas a querer matar. —Estoy muy triste porque creo que nunca voy a poder usar ese vestido. —¿Cómo así ... ? —Sí. —Abre esto, por favor, Ramón Evaricio. —Ramón rueda los ojos y procede a buscar algo con qué abrirlo. Ante mi incredulidad, me informa que está verdaderamente preocupado por Manuel. Ningún hombre normal quiere casarse con una loca como Consuelo, menos dejarla sin intimidad y darle llaves de un apartamento para que tenga una oportunidad de husmear entre sus cosas. Él lo abre en cuestión de segundos, y yo me preocupo por mi propia seguridad y privacidad. ¿Quién es este, el hijo de un artista o el heredero directo de un ladrón de cajas fuertes? Definitivamente, un poco de ambos. Ramón va a la cocina y saca todo lo que hay en la caja con unas pinzas. Son cartas, y se recuerda que las huellas digitales se adhieren al papel. —Los tres leemos lo que dicen, algunas son cartas, otros son papelitos como los que pasaban en el colegio, y todos tienen insultos, burlas, y son para morirse. Al final de la caja, hay una fotografía de Manuel, mucho más joven y con unas cuantas libras de más, y William a su lado, siendo espectacularmente guapo, pero rodeando siempre con su brazo a Manuel. —¿Ahora te sientes como una mierda? —No... estoy súper intrigada. Mira esas llaves —dice Consuelo, las toma y sale corriendo hacia la habitación. Su hermano le recuerda que lo que está haciendo es una invasión a la privacidad y la tranquilidad de su relación, eventualmente cuando Manuel se sienta seguro podría compartir esos sentimientos que tiene guardados con ella. Consuelo no ha querido escuchar más y ha abierto el armario. Dentro del armario, si ustedes son imaginativas como yo, pueden asumir que ahí hay un c*****r o mínimo una persona retenida en contra de su voluntad. Pero ella pensó que encontraría un "cuarto rojo del placer". ¡Los libros que lee esta mujer son la bomba! La triste realidad es que Manuel tiene una pared llena de insultos y fotografías, y la verdad es que la gordofobia aquí implementada da miedo y mucho dolor. Mi amiga llora al tratar de entender qué es lo que tanto le duele a su novio, el que ha tenido una vida aparentemente perfecta y fácil, cuando en realidad, no es así. Cómo el bullying puede cambiar la vida de una persona. Manuel: Consuelo, Simonetta y yo estamos en el hospital. El hijo de William ha sido llevado a cirugía. No creo poder regresar a casa, pero quiero aclarar las cosas. Yo... en verdad no quiero perderte. Después de leer ese mensaje, mi amiga cierra el armario, limpia las llaves, las devuelve en la caja y pone todo en su lugar con mucha tristeza toma asiento frente a la pizza y se devora un slide, yo quiero entender cómo esta mujer no engorda si come como competidora internacional de atracones de hot dog. —¿Por qué no te apuras un poco? ¿No piensas ir al hospital? —Sí, es solo que ahora no puedo ver a mi esposo sin querer llorar. —¿Ya ahora sí te sientes como una mierda? —Repite Ramón. Como ya les he mencionado, la gordofobia y los traumas relacionados con el peso son un tema que hay que abordar, pero yo invito a entender a Dios por cinco segundos; él me va a decir así: Manuel salió bajo cabello n***o, con una contextura predispuesta a la obesidad, y su hermano mayor es alto, delgado, atlético, sexy, musculoso, con cabello cobrizo y ojos azules. ¿No puede repartirse equitativamente? ¿Todo tiene que ser blanco y n***o? El hombre que nos saluda y se presenta como Martín, el hombre que logra dejar a Consuelo en silencio o puede ser el pedazo descomunal de pizza que tiene en la boca. Mi amiga le mira a los ojos mientras se presenta ante nosotros; es espectacularmente apuesto y hasta yo requiero de darle una repasada visual al hermano perdido de Aquiles. —Consuelo, ¿qué estás haciendo aquí? —pregunta Martín. —Ohh, hola, solo... —se encoge de hombros y él sonríe. De nuevo: espectacular.—Viendo el tamaño del closet por si me quiero mudar. —Uhm... súper, me avisas para mudarme antes.—Los dos asienten en silencio mientras se miran, y Ramón pregunta si podemos irnos antes de que su hermana haga algo indebido. —Claro... —responde Consuelo—Tengo que irme. —Sí, ya escuché, me dejas pizza. —Ohh, sí, sí. —Consuelo...—la regaña su hermano para que deje la caja. —Martín solo comerá unos tres pedazos. —Sí —Consuelo —advierte Ramón a su hermana. Le deja la caja al cuñado, se despide y jala su hermana del brazo hacia el elevador, esto se devuelve por su bolsa y se despide de Martín el cual tiene algo privado que decirle en el oído, sus palabras textiles: “le hubiese encantado tener un ratito para darle una despedida a su Consuelito” follar que no alcanzo a escuchar, pero más tarde me lo contó y merece la pena que ustedes lo sepan, y la verdad, nadie debería culpar a Consuelito o a la Consuelo. Ramón y yo nos despedimos a la distancia y él evita que el elevador lastime a su hermana, pero en cuanto está dentro toca para que se cierren las puertas. —¿Ese no es tu cuñado...? —Sí. —¿Y cuántas veces han follado? —pregunta Ramón. Yo le miro incrédula, y de verdad, que planeaba defenderla. —Todo fue muy breve —reconoce mi amiga.—Mucho antes de saber que era primo/hermano de Manuel, lo dejamos de inmediato. —Eres horrible. —Soy monstruosa.
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