Postboda inmediata

1377 Words
Este es el gran día de Consuelo, así que es necesario iniciar con su historia de amor. Consuelo es la hija mayor (por dos minutos y treinta y nueve segundos) de una pareja conformada por una empresaria de una familia ultra rica y su esposo, un fotógrafo enamorado de la vida, ligeramente exitoso, marido promedio y papá impresionante; el mejor papá que todos hemos conocido, y eso tiene un único efecto en las hijas: que no sepan con quién casarse o que pongan tantas expectativas que se vuelva imposible. Así que, fácil, Consuelo es la primera, ven a cualquier idiota y creen que será igual que su padre, y Simonetta es más de las segundas; es mujer, y por más bueno que sea el hombre, por más cerca de la perfección, no puede amar ni entregarse. Me imagino que en este punto se preguntan por mí, qué pasa conmigo. Creo que el día que le rompieron el corazón a mi papá, trataron tanto en repararlo, en hacerme todo normal, en decirme que estaríamos bien, cuando el corazón más roto de todos era el mío. Sé que si están aquí es porque son unas románticas, y sé que me estoy saliendo del tema, pero esta historia tiene que llevarse de aquí a que terminemos. La mejor forma de entender el amor y definirlo es haber leído, escuchado o visto películas e historias del Titanic. Están las mujeres que subieron a los botes porque llevaron a sus hijos, y qué más da hay que elegir siempre a la familia, salvar a todos los que se puedan. Están las que evidentemente querían salvarse a toda costa, en ese grupo cabemos casi que todas (las que hemos sido previamente decepcionadas pro amor). ¿Pero a qué costo hermana Rose? Sobre todo si eso significaba no compartir la puerta (o el pedazo de madera en el que flotaba) con el hombre que consideraban el amor de su vida, para posteriormente salvarse, tomar su apellido y vivir en la miseria mientras escondían una joya escandalosamente impresionante en el abrigo del no sobreviviente de esta historia (mórbido, hasta para la tal Rose). Y está una sola mujer, la única que dijo: "Amo lo suficiente como para quedarme y ahogarme con él. Si no hay espacio para mi amor, yo no tengo vida". La verdad es que no consideraría a ninguna de mis amigas pertenecientes a este grupo, sin embargo, con el tiempo definitivamente me demostrarán lo contrario. Consuelo es una chica muy inteligente, dulce y alegre. La verdad es que criarse entre tanta estabilidad le dio mucha fuerza para creerse invencible e irresistible. Y bajo esas dos cualidades, había creado una vida maravillosa en la que por mucho tiempo pasaron demasiados hombres con la etiqueta de temporales. Ella estaba guardando su energía y emociones para un hombre con el que quisiera todo, y lo encontró, Arturo, su profesor de leyes financieras. Ella no pudo resistirse y lo persiguió durante semanas, hasta que obtuvo lo que quería y de ahí... bueno, un ciclo autodestructivo. Consuelo creía que el sexo era el problema, pero para mí... la verdad, el divorcio era el problema, el hecho de que ya hubiera vivido una vida demasiado compleja en la que jamás hubo intención de abrir espacio para vivir una historia de amor real con ella. Mi amiga culpaba a sus ganas de sexo y decidió hacer una sanación, un celibato de ocho meses, que la llevó a conocer al hombre que era 100% lo opuesto a su ex. No era tan guapo, tampoco tan alto, le gustaba su carrera, pero no era su prioridad. Manuel era un joven soltero que provenía de una familia acaudalada dedicada a las inversiones de riesgo. Para él, la vida era tan simple como la gravedad; en un momento estamos arriba, viviendo una experiencia impresionante, y segundos más tarde estamos abajo, tocando el suelo y buscando cómo levantarnos de nuevo. Manuel, de entrada, parece un estúpido. Creo que la palabra que usamos Simonetta y yo fue: "majo". Es pequeño, es regordete, muy divertido y muy servil. La verdad es que como amigas, uno siempre sabe quién daría la vida por esa persona con la que compartes risas, secretos, exes, amores, desamores, pérdidas de peso y calzones deshilachados. ¿Ya agarraron el tono? Lo compartimos todo, lo bueno y lo malo, los buenos deseos y, lo más importante, Manuel es la persona que realza las mejores cualidades más escondidas de nuestra amiga. Manuel es el hombre y lo ha demostrado en sus peleas, bajones de ánimos y días locos. Por eso ahí les va; en cuanto llegaron de su boda, ella fue directo al baño de su habitación de hotel, hizo todas sus necesidades, se bañó y salió desnuda caminando despacio, sexy, toqueteándose y gateo como la diosa que es sobre la cama, pero su nuevo marido, a “Adele desfigurada” bueno… se quedó... dormido. El nuevo marido de mi amigo se quedó dormido y ella simpelmente pensó que estaba siendo castigada por algo, eso sí, no perdió la oportunidad de celebrar que había elegido un hombre que no quería sexo por ahí, con ella ni con nadie, después de intentar despertarle fallidamente la joven se acostó en la alfombra y puso un poco de videos eróticos, y las vegas se puso tan prometedor como planeaba. William y Simonetta, por su parte, son de esos amigos que pueden guardar un secreto de por vida, así que les dices las peores cosas. Por ejemplo, cuando yo dejé de estudiar medicina, decidí contárselo a Simonetta. Fue un septiembre, mediados de semestre, sin alguna razón en particular. Se lo dije después del desayuno y ella fingió por dos cuatrimestres que todo estaba bien. Se le cayó el pelo, perdió tres tallas de peso, pero nunca le dijo a nadie siquiera que sabía, porque su lealtad hacia mí era muy fuerte. Ni siquiera se lo dijo a Consuelo, para que entiendan cuánto y qué tanto puede guardar un secreto. El nuevo marido de Simonetta, William, había crecido en una casa llena de secretos. Sabía que la profesión de su padre algo tenía que ver, pero por mucho tiempo no entendía cómo ni por qué iba a afectarle a él. Pero sabía que estaba involucrado. Su matrimonio había iniciado con secretos, intimidad, conversaciones de dormitorio, a medio, a medio vestir, y entrepiernados, William estaba besando el cuello de su primera esposa mientras ella le acarician la oreja y se susurraban verdades, dolores y miedos, y de toda la información que compartieron. Hay una específicamente que me lastimaría a mí, y a muchas cosas que salieron a la luz en ese dormitorio y por la mañana botarán dos veces contra la frente de cada una de esas adoloridas y mortificada persona. Por último y no menos importante, es el momento de que sepan qué hemos hecho Ramón y yo postboda, pues bien, les mencioné que no tenía intensiones religiosas o morales por las cuales reservar mi cuerpo. Ramón me cargó al borde de su cama, me colocó en la orilla y me preguntó si consensuaba la consumación de nuestra más reciente unión , me preguntó qué tan borracha estaba, él rió y yo le desabroché los pantalanes. —Estoy lo suficiente borracha como para sentirme caliente, y lo suficiente sobria como para saber que mañana taan temprano como despertemos, te burlarás de mí—Respondo mirándole a los ojos, mientras le bajo los pantalones. — Mientras acaricio lentamente su m*****o, él me mira, divertid y coloca su mano sobre la mía y me enseña cómo le gustaría que le acariciaran. —Espera—dice y regreso por las bolsas de recién casados que nos han dado, me da un par de botellas con pastillas para la resaca y agua. Si ustedes creen que el shot de arcoíris nos volvió locos, yo la verdad no sé si nos ha terminado de enloquecer o si ha borrado los detalles más importantes de la noche, que sí, que tuvimos sexo, E s pe ct a c u l a r (que no se lo diré a Ramón y menos a su ego). Creo que esa bolsa de recién casados arruinó por completo la memoria de... una, tres, cinco personas borrachas, y una Adele.
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