Las parejas

2515 Words
Ramón es una persona que está muy acostumbrado a salirse con la suya y también, sin embargo, mientras lo buscaba por todos lados ayer, le pedía su teléfono para poder llamarlo y hacerle entender cuán importante es para mi vida, mis sueños y mi futuro. Lo veo pasear medio desnudo por la habitación mientras bebe una taza de café. — ¿A dónde vas? —pregunto. — A correr, ¿quieres venir? —responde. — ¿Por qué no vienes aquí y te abrazo? — ¿Vamos a correr juntos? — Sí. Ramón ve sus tenis en un rincón de la habitación, me mira, da un sorbo a su taza de café, yo estiro mi mano y acaricio la piel, mi marido me mira a los ojos y se inclina para besarme en los labios. — O vienes conmigo a correr o mejor no salgamos. — Vale... — ¿Vale sí? — Sí, pero el sábado nos quedamos en la cama hasta las diez —respondo mientras salgo de la cama, me ruedo hasta el baño para que Ramón se ría, y lo hace. Me pongo de pie, le doy un beso en la mejilla antes de ir a buscar en mi armario algo combinable para correr. Él busca algo a juego y me lo tira en la cara, como el adolescente eterno que es. Me lavo la cara, los dientes, me pongo un poco de perfume, el desodorante poco ambientalista de Ramón porque es de aerosol y un poco de bloqueador con maquillaje para no avergonzarnos al sudar, Ramón regresa para ver si me metí de nuevo en la cama o estoy dirando lo que me apetece, un poco de los dos, pero me acerco a él y le doy un beso. Ramón sonríe y me da un beso corto sobre los labios y acaricia mi espalda. — ¿Lista? — Sí. — Bueno, vamos al parque de los patos —comenta. Ramón inicia preguntándome cuántos kilómetros corro y me quedo mirando. Correr, correr, unos dos, él sonríe como si fuera broma, y le recuerdo que no tenemos el mismo ritmo, mi esposo, el señor que elegí para compartir mi vida, cree que vamos a ir de nuestra casa al parque Piev (al otro lado de la ciudad) trotando y eso no va a pasar. Me subo al auto y Ramón me ve exasperado. — Quiero hacer esto contigo, pero no voy a correr al parque Piev o me desmayo, y la segunda no sería agradable, pero ahora puedes aceptar venir conmigo, Ramón, y darle las vueltas al parque, o puedes irte corriendo y nos vemos ahí. — Gretta, estamos a una hora caminando, puedo caminar por ti y correr cinco miserables vueltas si tú haces concesiones. — Esta relación está llenándose de concesiones, prevalecemos, tú ganas porque no quiero que me abandones. — No estoy abandonándote. — Sí, pero va a dolerme el doble si tu nueva esposa corre y tiene tetas postizas —Ramón me toma de la mano y pienso que voy a salir corriendo. Pero al igual que William, este insiste en la importancia de estirar, me muestra su rutina de calentamiento y después me promete que caminaremos a nuestra velocidad basal un kilómetro, lo programa en su reloj y vamos caminando despacio. Ramón casi no habla, pero yo hago algunas anotaciones de lo bonito que se ve el sol saliendo por la mañana, él sonríe y continúa caminando tranquilo. — ¿Por qué tienes tennis diferentes? — Porque los míos son especiales para correr, los tuyos son para hacer deporte. — Vale... ¿y cuál es la diferencia? — El tipo de pisada para correr es más frontal, con amortiguación, y estos dan soporte. — ¿Qué...? — Guarda tu aire, cielo. — Estamos caminando. — Sí, pero en unos minutos aumentaremos la velocidad y después correremos. No todo mañana, pero vamos a correr. Tal vez podamos diseñar una rutina y una cita que podamos compartir una vez a la semana, para... no tener que encontrar una esposa de tetas operadas, pero deportista. Es curioso que haya tanta vida en una ciudad a esta hora de la mañana: gente corriendo, caminando, practicando ciclismo. Del otro lado, ves a aquellos que intentan tomar un autobús o un tren hacia su trabajo y a los maridos sociopatas que sacaron de la cama a sus esposas y las destroza en una carrera que llamaron ligera, a ver que yo estoy intentando comparar mi capacidad circulatoria con la de un hombre que es triatleta, competidor por naturaleza. Ramón celebra, me aplaude y me llena de besos cuando llegamos al parque. — ¡La rompiste! —me asegura con cierto orgullo. —Quizás podamos hacer una maratón en parejas. — No, amor, esto no va a ser una práctica común porque te atraso y no encuentro el placer en esto —Ramón se ríe y me da un beso en la mejilla. — Venga, vamos a disfrutar de los aposentos —me dice mientras caminamos a un paso más relajado por los alrededores del parque, y la gente sigue sorprendiéndome, con una sesión de yoga que nunca a las 5:35 am. ¿Quiénes son estas mujeres? — ¿Me prestas tu celular? —pregunto, y Ramón asiente antes de dármelo. Comienzo a narrar lo que veo. La realidad del deporte en mi vida es que a nosotros nos convencieron de que era imposible pasar de ser cazador y recolector a oficinista. Alguien dijo que levantarse más temprano para darte energía a través del ejercicio es espectacular, te iba a llenar de vida, y lo es. Nunca me he sentido mejor que desde que puedo agacharme sin chocar la frente para atarme los cordones o subir entre escaleras sin sentir que voy a morir en la lucha contra el quinto escalón. Ramón escucha lo que grabé para más tarde y continúa caminando conmigo por el lugar mientras relato los verdaderos beneficios de abrir los ojos a las 4:30 am, escapar de la comodidad de las suaves y cálidas mantas para ver al sol salir y a la gente con sus estrategias para iniciar el día de forma positiva. — Mira, Dami y Brenda. — ¿Quién es Brenda? — Su esposa. Déjenme contarles que la esposa de uno de los queridos amigos de Ramón parece salida de un anuncio de playa: es morena, alta, con una cabellera castaña larga, esbelta y perfecta, con la energía de levantarse al son del amanecer para correr con su marido. A diferencia de mí, parece que hace esto todos los días. Si tiene veinticinco, tiene demasiado, pero no quiero entrar en ese juego. — Buenos días —nos saludamos los cuatro al unísono. Damian me presenta a Brenda, una mujer impresionantemente guapa, inteligente y dulce. — ¿Quieren ir a desayunar? —pregunta Damian. —Brenda parece que nunca en la vida ha comido un bocado. Mi esposo y yo compartimos una mirada y sé que parece incómodo decirles que no después de lo mucho que le grité a su amigo ayer. — Damian hace cardio en ayunas —comenta su esposa y los tres reímos. — Ramón también, y corre como cuarenta kilómetros. No están bien desde que comían moco juntos en el jardín de infantes —Brenda los ve a ambos y sonríe, que es la realidad, estos dos se han probado de todo, y asquerosamente, puede que yo haya participado observándoles por si no lo estaban haciendo bien. — ¿Estás intentando convertir a Gretta en una corredora, Ramón? — Tiene maneras, eh… hemos corrido cinco kilómetros para ser su primera vez. — Ya tú te viste en la maratón de parejas. —le acusa Damian. — Por supuesto —responde mi esposo con seguridad. — ¿Gretta, tú qué opinas? — No es un no, no es un sí, ni un tampoco. —Los tres ríen y después de caminar unos cuantos metros, llegamos a lo que parece el lugar usual de Brenda y Damian. Damian se puede considerar un viejo amigo de la familia, hermano con el que crecimos y del que su padre nos separó (Enviándole a un internado del terror), pero, siempre, siempre; un amigo, uno muy leal y uno muy querido por Ramón. Mi esposo pide un café a ambos de inmediato, el mío n***o, solo y muy caliente, y sonríe al escucharle, el suyo poco frío. — Eso dice mucho en pareja —comenta Damian. —La forma en la que se toman el café. ¿Cuánto llevan juntos? — Hace unos meses. —Damian y yo, nos vimos como a los dos meses... — ¿Y de qué se arrepienten? — Cuando sabes, sabes. —responde Damian y se encoge de hombros. —¿Consuelo sabe de esto? — Uhh, básicamente fue su idea. — Es un buen match —responde Damian. Los cafés llegan y a mí me dan el de Ramón. — ¿Por qué no vienen a la gala con nosotros?—propone nuestro amigo— Iba a venir nuestra hermana y su ex, pero es complicado, entonces… tenemos un espacio. — ¿Gala de qué?—pregunta Ramón interesado y yo de inmediato negocio la cabeza, las manos y con todo el potencial de mi voz. — ¡No! Uuh, no—les digo y los dos ríen. — No, gracias. — La gala para los niños del hospital. — ¿De qué tema es este año? — Una temática de casino, enfocado en el Póker —responde Brenda. — No somos de ese tipo de gente. — ¿De los que van o de los que llenan el cheque? — Damian, te estás portando fatal, obvio, firmo uno que otro cheque al año, pero... no quiero vestirme y rozarme con gente. — Qué mal, desperdiciando la comida —Sí, comida que podrían donarles a los pobres —respondo y él ríe. — Podríamos ir.—insiste Ramón. — No. — ¿No? — No. — ¿Por qué no? — Porque irán tus papás, mi mamá irá sí o sí y no quiero ir a comer ninguno el domingo y contarles nuestros planes de vida. — ¿¡Sus papás no saben!?—pregunta Damian divertido. — No tengo quince años, puedo perfectamente ir y tener un Ramón. — Gretta, sus papás son amigos. — Ya, pero qué tiene de malo. — Gretta, no tenemos quince. No deberíamos fingir que no nos conocemos. — ¿Quieres hacer pública nuestra relación? — No me incomoda. — Estamos desayunando en público. El mesero se acerca a tomar nuestras comandas. —Mire, a mi marido, le pueden preparar una torta de cinco claras de huevo, espinacas y el queso más proteico con el que cuenten. A mí un desayuno tradicional. Brenda hace un gesto de aprobación a Damian, antes de inclinarse sobre la mesa y preguntarnos a Ramón y a mí: — ¿No conocen los límites? ¿Te casaste con la amiga de tu hermana? —pregunta Damian. — Por supuesto —los dos ríen. — ¿Qué tan borrachos estaban? ¿A quién le estaban tomando el pelo? — Súper borracho, Greta no quería pelea. — Yo tampoco. — ¿Entonces... vamos? — Damian, qué intenso —le regaña su esposa y yo asiento. — Yo paso Navidad con mi familia —dice Ramón— y eso es unas semanas. Ceno habitualmente con mis amigos, voy a juegos y participo en actividades sociales. Tengo una imagen y me gustaría compartir esa parte de mi vida contigo. — Yo no celebro Navidad desde hace treinta años, puedes ir adonde quieras y podemos pensar en algo que no sea la gala más asistida de la sociedad. — Greta, ¿por qué quieres contradecirme? — No, estoy informándote. No voy a ir a la cena de Navidad y no estoy lista para los leones del mundo. — Leonard es un estúpido —dicen Ramón y Damian al unísono. — Sí, pero, mal tener amigos que critican a todas las mujeres del mundo —interviene Brenda. — Es un poco complicado, Brenda, no, no es tan malo... solo... ¿dale tiempo? —pide Ramón— y tú deberás saber mejor. — Ramón, me he levantado a las cuatro de la mañana por ¿no es suficiente? Estoy dando un paso al frente, estoy aquí sentada, ¿por qué arruinarlo? Si yo no fuera la narradora de esta historia, ya les hubiese contado que históricamente Ramón y yo nos tocamos las pelotas, hasta el punto de generar molestia e incomodidad a todo el que nos rodea. Que somos muy apasionados, porque somos polos opuestos. Ramón es luz y yo soy un poco más oscura. Siempre veo todos los escenarios mientras él vive y sonríe por lo bien que le salen las cosas, y estoy segura de que alguien tan popular no concibe el estar solo en Navidad, pero tampoco estoy lista para ser el foco de atención. Damian, quien pasó cinco años de su vida en el pupitre en medio de los nuestros escuchando nuestras tonterías, — ¿Por qué no celebras la Navidad, Gretta? —pregunta Damian, que creo lo recuerda, pero pretende darnos el pase a ambos de no ser las personas enojadas que discuten frente a su amigo y su esposa. — Mis papás se divorciaron antes de Navidad y no lo celebro desde entonces, Ramón. — Lo siento, Gretta... —No, yo… solo, podemos hablar de Damian y Brenda. y Ramón toma mi mano por debajo de la mesa, acaricia mis nudillos, la mesa se llena de comida, conversaciones y risas. Brenda se lleva una buena idea de cuán necio era Damian de pequeño y de cuán intensos podemos ser Ramón y yo en la vida, pero los cuatro quedamos de acuerdo en repetir. Mi marido me pregunta si está bien irse directo a la oficina y nos despedimos un poco después, yo me voy a casa, tomo una ducha y me pongo a trabajar. Al mediodía, Ramón envía un mensajero con rosas y un paquete, en la bolsa viene una pequeña tarjeta y yo la dejo del lado para poder terminar mi artículo y enviarlo a la revista. Que no me pagan la luz ni nada, pero enviar artículos de lo que opino y quemar el internet me devuelve la vida. Se me va el tiempo volando y cuando termino de editar, le doy finalmente enviar y reviso mis contactos de correo, y por supuesto, el señor Waitly está entre ellos. Gretta Buenas tardes, tengan usted, y la (guapísima, extrajoven y muy amable) señora Waitly, quería saber, caballero, si la invitación sigue abierta para acompañarles a la velada del próximo viernes y si puede hacerme llegar las invitaciones por mensajería directamente a la oficina del señor Murdock Mondragón. Damian Señora Mondragón, espero que esté bien. Claro, me encanta contar con su agradable presencia y la del amiguito el come-mocos ¿algún mensaje para su marido, Señora? Gretta Poco que decir, ponle a la nota que él gana y adviértele que se atenga a las consecuencias.
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