Casa llena

1786 Words
Mi intención no es ser egoísta ni grosera, pero, solo a mi madre se le ocurriría morirse así, con un cáncer que tiene un factor genético altísimo o, con un tumor enorme, lo que me hace lucir como la peor hija si no la cuido. El mundo definitivamente no gira alrededor de mí, pero nunca debería girarse en su dirección, qué es una perra hasta para morirse. Le doy un golpe al botón del elevador y busco con la mirada las escaleras, veo de un lado a otro hasta que veo la puerta y el elevador se abre. —Feliz vida… —Respondo y me quedo en silencio pensando en lo que acabo de decir, la campaña del elevador vuelve a sonar y yo finalmente logro caminar hacia las escaleras, Ramón me sigue en silencio, bajamos dos pisos y mi esposo solo se queda detrás, en silencio, esperando a que me derrumbe, pero para mi madre no tengo fuerzas ni ganas, ni palabras. —¿Qué tal una cena? Toda la familia, esta noche. —Suena genial, pero vamos a comprar la comida. —Prepararé un par de cosas, así que es mejor que paremos en el súper. —Yo le escribo a mis papás, —Vale, yo a Simmy y a Consu. —¿Tu papá? —También. Los dos vamos a casa, yo me dedico a cocinar y preparar lo que quiero, Ramón ordena un catering con un poco de todo lo que les gusta, mis hermanas vienen a la cocina parloteando, Consuelo, Simonetta y Wallace vienen corriendo a casa como si estuviesen esperando la invitación. —Entonces, Simmy… —Tu papá, dijo que sábado y domingo en familia. —Él está trabajando y tú y yo estamos en familia, con las tías, ves, mi amor. —Sí… pero son solo dos horas. —Wallace, tu mamá dijo que no, en dos horas uno echa un par de polvos espectaculares y no estamos listas para ser abuelas ni tías abuelas. —Tus amiguitos pueden venir también —Resuelvo. —Íbamos a salir. —¿Por qué nunca he conocido un amigo tuyo Wallace? —Uy… Wallace, no salgas de aquí, ven —Le invita Ramón a escapar de nuestro cuestionario de vida, por lo menos parece cómodo con ir a jugar videojuegos con la única persona que no desea interrogarle. —La adolescencia… —Se queja Simonetta, —Un día es adorable y otro quiere largarse. —Todos hemos pasado por ahí. —Sí, pero es estresante, no soy completamente su mamá ni su roomate. —Todas las personas terminan amando a las madrastras que, pese al título, saben tratar como mamás. Simonetta ve de reojo a su hijastro y a su primo, por lo menos se ven lo suficiente entretenidos el uno con el otro como para que no quiera salir huyendo. Nosotras aprovechamos el tiempo para secretar, mi amiga abre un par de botellas de vino y las pone a respirar, mi hermana decide que no tiene tanto tiempo para oxigenar ninguna botella y reparte el contenido de la botella. Lina nos propone brindar y todas le miramos divertidas antes de elevar nuestras copas. —¿Qué celebramos? —pregunta Simonetta. —El fin de una era…—propone Lina y todas le miramos extrañadas, antes de aceptar brindar en nombre de los cambios, su gemelita propone brindar en su honor, porque ha conseguido un ascenso. —¡Felicidades! —celebramos todas y yo le lleno de besos y le abrazo, porque su carrera es y siempre ha sido una de las cosas más importantes para Rini. Mi hermana nos comenta que para ello tendrá que ir a vivir fuera del país por ocho meses, pero estará encantada de que visitemos de vez en cuando. —¿A dónde te mudarás? —pregunta Lina. —A j***n. —¿Segura? —Sí, ¿por qué no? —Cuando fuiste de intercambio en el colegio lo odiaste, y fue solo una semana. —Me llevaron a un especie de internado, obvio no disfruté esa parte, pero ahora tendré oportunidad de conocer, probar un poco de comida y cultura. —Es una excelente oportunidad para estirar tus alas. —Bueno… te… visitaremos —responde Lina, pero todas sabemos que no está de acuerdo. Para salvar a mi hermana de un ataque de tristeza en público por la partida de su gemela, ingresa a la casa William, el cual trae consigo un postre, lo miro divertida conforme ingresa, le da un saludo con el puño a mi esposo, un beso en la frente a su hijo y se anima a acercarse al grupo de mujeres. —¿Qué es este espectáculo? —comenta Consuelo a quien el vino le ha llegado al cerebro y aparentemente ha dado inicio borrachera al centro de liberación de feromonas y sexohormonas. William saluda a mis hermanas, luego me entrega el postre y finalmente se acerca a Consuelo y Simonetta, trata de no saludar mucho a Consuelo porque si él teme que se lo pueda comer, yo estoy segura de que lo puede amarrar a la barra de la cocina, con todo y los músculos que resaltan en su cuerpo. —Estás espectacular —comenta Consuelo mientras le Simonetta quien la observa se rie por lo bajo. —es impresionante lo bueno que estás. —comenta mientras sigue acariciando os músculos del esposo de su prima. —Consuelo… —¡Oh, por Dios! Qué nalgas… —comenta y todas reímos. —A mí me genera angustia los hombres así….—comenta Rina. —Mr. Músculos por aquí y por acá. —No estás sintiendo lo que yo. —Simonetta, ayuda. —musita William y todas reímos. —Suéltalo, abusadora—le advierte Simonetti y le da un par de golpecillos en la mano, su esposo murmura una agradecimiento y consuelo se ríe. —¿No tienes un amigo soltero para Consuelo? —No, los amigos de William son inside closet gays. —comenta Consuelo—Estoy curada de los amigos de William. —Es que tanta sensualidad no puede ser real, seguro que no le funciona —comenta mi hermana. —Demasiados esteroides, obvio, no funciona bien. —¿Cuánto aguanta Simmy?—pregunta mi hermana. —Todo muy bien. —¿Hay potencia? —¿Sí…? —pregunta Lina. —¿Qué tal la resistencia? —Mi marido folla excelentemente—comenta Simonetta y todas nos reímos cuando Wallace se queja, y aprovecha para señalar la importancia de dejarle ir con sus amigos, su padre, le recuerda que está pasando tiempo en familia, y que no todo siempre es coo a él le gustaría. William le da un beso a su esposa en los labios y el pregunta si le han traído una camisa, ella asiente y le da las llaves de su auto. —¿Qué pasó en el gimnasio? —Hay una fuga de agua, al menos se pudo arreglar. —¿Y lo secaste con el cuerpo? —Sí, me caí, con tan solo entrar—Simonetta acaricia la espalda de su esposo y este le da un beso en los labios antes de ir a cambiarse de ropa. Mis hermanas están cuchicheando entre sí y Lina decide confesar para que todos la escuchemos y en la vida volvamos a preguntar por el susodicho: —Rod y yo lo hemos dejado, oficialmente, he mandado a recoger mis cosas del apartamento y renté un lugar… sola, me iré en unas semanas. —¿Y el prenupcial? ¡La boda? ¡Los planes? —insistimos Simonetta, Consuelo y yo. —Él no estaba peleando por mí, estaba peleando por su futuro y entonces cuando terminamos de ponernos de acuerdo y firmamos los papeles… dejé de querer estar con él. —Firmaste y te fuiste? —Sí, lo bloqueé del w******p, no le he tomado las llamadas y borré mis redes porque tienen demasiadas fotos, lo último es inmadurez, pero, se me va a pasar, solo necesito no escuchar excusas—comenta mi hermana mientras rellena su copa de vino, yo se la quito y nos sirvo a todas un poco. —Viene mi suegra y mi papá, agradecería que no te tomes tu tristeza. —Sí, las relaciones de años son una herida profunda, pero llévala despacio. —Siempre he sido Team Rod, pero últimamente tiene los huevos metidos en el culo—comenta Rina. —¿Tienes algo que aportar? —No… puede que sean nervios nupciales o que de verdad se les gastara el amor, de todas formas es triste y hay que esperar. —No crees que lo he dejado. —Hace unos días dijiste que le querías con la vida. —Sí, pero no está corriendo detrás de mí de nuevo y me merezco eso, un poco. William ingresa vestido como un hombre de bien y no un atleta desnudista, todas le piropeamos mientras le regresa las llaves a su mujer y este sonríe, antes de rodearle con el brazo y preguntar: —Les dijiste. —No, se me había olvidado, pero aprovechando que estamos todas aquí, tendremos un baby shower para el bebé. —Ahh, que hermoso. —Ya han elegido nombre y apellido? —pregunta Lina. —Imagino que no hiciste esto para ponerle su apellido. —No me importa lo del apellido, pero sí ser parte de la partida de nacimiento—comenta William. —Eso te da derechos de custodia. —Exacto. —Simonetta mira a su esposo y este se queda en silencio. Mi suegra ingresa a la casa repartiendo besos y saludos, con una canasta enorme de galletas y un bowl de ensalada que luce espectacular, le doy un millón de besos a Consuelo y un abrazo largo antes de deshacerse entre mis hermanas. —Mi amor, Gretty, vaso a que veas lo que te traje—me avisa y me toma de la mano, cuando salgo de casa, veo unas planchas precisas para la entrada, Ramón, Wallace, William y mi suegro se ponen a intentar acomodarlas. —Están espectaculares. —Son para hacer una enredadera, te acuerdas que hablamos. —Sí, sí, quedará precioso, gracias. —respondo y ella me da un beso en la mejilla. —¿Te gustan? —Sí, muchísimo. Mi papá llega justo a tiempo, con unas rosas para mí y una botella de algo añejo para el señor de la casa. Le saludo y le reviso los bolsillos en busca de algún puro, él se ríe y me apura para que vaya al interior de la casa, los dos reímos y todos pasamos al interior de la casa. La casa se siente muy llena y creo que es justo lo que necesitaba.
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