Intenciones

2095 Words
Así como Simonetta es la única nuera de los Donelly, hay un único yerno al que todos adoran en la familia, porque es la persona más paciente y enamorada de una mujer que preferiría matarse antes de hacer todo lo que implica el orden normal de la vida. Standley entró a casa de su suegra con un montón de chips del supermercado, Wallace corrió a saludarle y a ayudarle con las compras, su cuñado fue a preguntar si necesitaba ayuda para bajar la cerveza y este asintió. Unos minutos más tarde, todos se acomodaron alrededor de la mesa. William presentó a su esposa a su cuñado y este le recibió con todo el cariño que no había percibido antes de parte de la familia de su esposo. —Mucho gusto, he escuchado mucho de ti —Simonetta sonrió y el hombre intentó mantenerse finalmente en silencio. —¿Quieres cerveza? —¿Qué traes? —Trabajo, para los Luthor, así que… son gratis. —Uhh, ¿cuál traes? —pregunta la joven y su nuevo concuño le dice que hay de todo un poco. —¿Patrick sigue vendiendo la rubia? —¿La cítrica? —Sí. —Sí —El joven le acerca una y su esposo observa a Simonetta, quien le da un sorbo. —¿Eres amiga de Patrick? —No… solo… nos conocemos. —¿De qué?— pregunta su esposo y Simonetta sonríe divertida. —Ramón siempre ha adorado el tenis, la mamá de los gemelos Luthor es profesional en eso, y nos ponía en el mismo entrenador, para motivarnos a todos a jugar y ganar. —¿Te obligaban? —pregunta la señora Donnelly. —En mi familia tienen un método de crianza muy convincente… que es el dinero, mi abuelo nos pagaba por actividad extracurricular, y Ramón, mi primo adora el tenis, así que yo era su pareja femenina y uno de los gemelos su pareja masculina. —¿Por qué otra cosa te pagaban? —pregunta William divertido. —Nos daban una mesada en la cual básicamente nos pagaban por asistir a cosas, y desde pequeños trabajamos en la empresa. —¿Qué tan pequeños? —Cuatro años.—Responde la joven. — Ramón, Consuelo y yo hemos hecho de todo, desde copias, café, limpiar, producción, publicidad, coordinación, negocios, todo lo que hay que hacer, lo hemos aprendido desde temprano. —¿No tienes hermano, Simonetta? —pregunta su suegra bastante impresionada. La señora Donnelly es la quita de ocho hermanos, es mamá de tres, no puede concebir una vida de soledad y silencio para un niño, siempre habrá odiado que William y Camila no pudieran arreglar las cosas lo suficientemente como para tener un segundo hijo. —Soy hija única, pero tengo dos primos, nacieron el mismo año que yo, son mis hermanos de reposición. La mejor amiga de mi mamá tuvo una hija el mismo año y nos hemos criado juntos, demasiado juntos, así que es como tener medios hermanos, mi tío nos recogía del colegio a los cuatro, nos llevaba a hacer tareas, nos castigaban por igual, siempre juntos. —¿Quién es menor, la tía Greta o los mellizos? —Greta, cumple el próximo mes y estamos planeando algo, pero Ramón ha dicho que estarán fuera del país. —¿Quién crees que manda en su vida? —Nosotras, siempre primero nosotras antes que Ramón —se queja Simonetta y William aclara que Ramón es mi marido y su primo. Wallace se ríe y comienza a tomar sus fichas. —Me gustaría conocer a tu familia. —comenta la señora Donelly. —Me gustaría invitarlos al Fakesgivings —comenta Simonetta, no es Thanksgiving porque aquí no se celebra, pero mi abuela estaba cansada de esperar a diciembre para vernos a todos, entonces nos hacía volver a casa un mes antes de Navidad, yo he sido la anfitriona los últimos años y me gustaría de verdad que todos vinieran —comenta la joven y su suegra acepta emocionada. Simonetta se inclina hacia William y le pregunta cuántas fichas debe tomar, sus suegros le piden hacer un cambio de silla, porque si va a dejar que alguien le enseñe no será el más experimentado y tramposo de todos. Además, estar en medio de sus hijas podría hacerles un bien a las tres. Wallace se queja porque le pudo haber enseñado, pero tiene la necesidad de ganarle a su padre así que se concentra en ello. Tash, le explica a Simonetta que el juego consiste en ir poniendo múltiplos de cinco o diez para hacer puntos y sacar las fichas más grandes. La señora Donelly adora tener la oportunidad de iniciar el juego, pero su nieto tiene el doble cinco y es el primero en anotar puntos. El señor Donelly sonríe divertido y van tomando turnos para colocar sus fichas. Simonetta ve sus opciones y tira la más grande para aprovechar. En la siguiente ronda, su marido hace puntos y la mesa se llena de alborotos. —¡Oh, aquí vamos! —Sí, sí —comenta divertido William, su hermana juega y le está diciendo cuatro al juego, Simonetta hace un conteo y coloca finalmente su ficha. Todos la ven incrédulos y su esposo sonríe orgulloso. —La trajiste entrenada. —No —niegan los dos al unísono. —Soy buena en matemáticas —responde la joven y se encoge de hombros, Wallace se ríe y el juego avanza. No es posible ganarle a la campeona de un sol, pero la energía que mi amiga aportó al juego le llenó de competitividad y emoción, William y su esposa celebraron, porque mantuvieron a todos bastante ocupados. Wallace le preguntó a sus tías por qué estaban maltratándole y le tenían sin comer, las dos rieron y se ofrecieron a preparar los nachos para todos. William se sentó al lado de su mujer y la rodeó con el brazo, los dos se rieron antes de compartir un beso. —No es la primera vez que juegas. —No —Los dos ríen y él le acaricia el pecho. En la cocina, las hermanas de William están preparando nachos para todos, Wallace insiste en que a Simonetta no le gusta la comida precocinada, por lo que es mejor que él se lo prepare. —¿Cómo está tu mamá, Wally? —Bien —responde con seguridad. —La última vez que la vi estaba algo triste. —¿Por qué? —Con lo del cambio en tu régimen de visitas. —Sí, pero ya no tanto —responde el joven y continúa colocando la comida en el plato. —¿Qué tal con Simonetta? —Es muy buena gente, muy divertida y nos llevamos bien, la verdad —reconoce el joven y sale de la cocina en dirección a la terraza, le pregunta a Simonetta si se le antoja más así o si quiere revolverlo. —Gracias, cielo —responde y le acaricia el brazo. —Papá, ¿tú quieres algo en especial? —Mucho pollo y mucha salsa de queso. —Vale —responde el joven y su padre le arroja un chip a su esposa, ella le ofrece uno con todo y los dos sonríen. La señora Donnelly que regresa a la mesa con su plato y el de su esposo. La señora le pregunta por la actividad a Simonetta y esta le asegura que ella se encarga de todo el menú, pero si hay alguna receta festiva que quiera que añadan, ella se encargará de todo. —Wallace, entonces, ¿por qué te has estado portando tan mal? —pregunta su tía. —Es innecesario —comenta el menor y William sonríe. —A ver, Wallace, explícanos —insiste su tía mayor. —Nada, solo me castigaron porque tienen poder sobre mí. —Ya pobre niño, no vamos a discutirlo en esta ocasión, pero fatal le está dando la adolescencia. —No le veo moretes ni ojos rojos y definitivamente no hay una novia embarazada —comenta su padre. —Te voy a dejar pensar que estoy ganando como padre, porque a diferencia de mí, Wallace tiene un papá presente. —¿Estabas presente cuando vivía en Estados Unidos? —Le pregunta su hermana y Simonetta trata de fingir que no ha escuchado la pulla. —¿Qué estaba haciendo ahí, de casualidad, ganando dinero, puteando o de fiesta? —Creo que esas cosas dañan —insiste su hermana y William se lleva una mano a la frente. —Wallace evidentemente está herido y enojado por algo. —Bueno, si mi papá estuviese casado de la nada, yo estaría ansiosa. —Ustedes no conocen a Simonetta, no saben lo buena que es, ni lo divertida, menos lo inteligente y necia que puede ser, me lleva a su oficina y me pone a estudiar y después pide una exposición de colores porque le da pereza el blanco y n***o. En fin, no la conocen, y tengo un montón de problemas desde hace tiempo; las drogas, el alcohol o el sexo irresponsable no son porque mi papá estaba trabajando donde sea, o porque mi mamá haya fallado en algún punto, considero que la suma de los dos puede ser suficiente como para que uno quiera dejar de existir. —Wallace, tu mamá no ha hecho nada más que amarte —insiste su tía. —¡Y sigue…! —Wallace contiene su tormento y se pone en pie. —No tienes que justificarte ante nadie, vamos, no voy a soportar esto —dice William mientras se pone de pie. Simonetta toma sus cosas y él le da gracias a todos antes de tomar la mano de su hijastro y llevarlo al auto. Wallace está molesto, pero no más que su padre, y en primer instinto es destruir todo, y a todos los que le rodean, pero su mujer se interpone. —Vamos —dice Simonetta y él extiende su mano. —Nada de lo que vayas a decir es positivo, vamos —insiste y le guía. A los ojos, William bufó, de la cólera que siente, pero toma la mano de su esposa y le sigue hacia la salida. Es entonces cuando escucha a sus hermanas quejarse porque los errores de William siempre salen por la puerta, y el joven sujeta la mano de Simonetta. —¿Mis errores siempre salen por donde, Tash? Explícame: ¿cómo me hago el que no pasó? —Sí, no es mi deber recalcarte. —No, no es tu deber —insiste su pareja. —Pero lo estás haciendo mal, no crees que lo que haces no está afectando a Wallace, ni tú mismo conoces a esta mujer. —Cállate. Cállate y no vuelvas a hablar de mi hijo o de mi esposa. Lo que Camila opine no me importa, y lo que tú y ella conversan que vienes a dejar aquí tampoco me importa. Hice todo porque estuviera bien e igualmente no funcionó, vivimos en una época en la que tristemente el amor se acaba, las relaciones terminan y yo nunca te he juzgado porque se casó con el primer imbécil racista y clasista que se encontró. Como ella tiene tantas opiniones y tú, voy a recalcárselos, mi hijo prefiere vivir con una extraña como Simonetta que con el hombre que su mamá eligió, a quien durante meses le dijo que no la hacía sentir cómoda. William salió de la casa y fue hacia el auto donde su hijo y su esposa le esperaban. El joven tomó asiento en la parte trasera, se colocó el cinturón, Simonetta condujo a casa en total silencio, vio a Wallace y William tomados de la mano, viendo cada uno por su ventana. Cuando llegaron a casa, los tres bajaron del auto y William se disculpó con su esposa, quien le dijo que no siempre era fácil con las familias. Los vio tomar asiento sobre las escaleras y antes de entrar escuchó. —Nunca fue mi intención hacerte sentir menos importante, abandonado o desatendido —William acariciaba la espalda de su hijo y agrega. —Sea lo que sea que estés pasando, y si es 100 % o un 3 % mi culpa, hijo, perdón, solo quiero arreglar, solo quiero arreglarlo, urgentemente, porque te amo, y tu mamá y yo, desde que supimos de tu existencia, siempre hemos querido que tengas todo y más de lo que no tuvimos, todo y más de lo que mereces. No necesitas darme explicaciones, voy a estar aquí, a tu lado toda tu vida, solo dime: ¿cómo crees que puedo ayudarte?
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