Consuelo se encontró a sí misma sonriendo como una mocosa mientras iba a recoger a la portería el postre para degustar con sus chicas. Luego sirvió la cena para todas y se sentó con ellas a la mesa. Nati está inusualmente callada, muy distraída; se había bañado, pero la tristeza no se borra con agua. Su madre le acarició la espalda, y su hermana pequeña preguntó:
—Nati, ¿qué te preocupa?
—Solo estoy un poco triste.
—¿Pasó algo en la escuela, cariño?
—Estoy muy rezagada y me asfixia; me estresa no entender, me estresa desconcentrarme, y todo va muy rápido para mí. Me pongo tan nerviosa que se me olvidan las cosas básicas como leer.
—¿Pero sí sabes leer? —pregunta Alice, y su hermana asiente aunque la molestia es evidente.
—Mi amor, puedes tomar tutorías como tus hermanas.
—No puedo con la presión, no puedo dormir con la idea de tener que saber lo de hace dos semanas, que estoy cansada cuando llego del cole, que concentrarme es difícil para mí y me duele demasiado la cabeza, y entonces lo escucho diciéndome que soy idiota y le creo.
—¿A quién has escuchado? —pregunta Consuelo.
—A Gregorio. ¿Escuchas a un borracho drogadicto? —pregunta Mariana. —No eres idiota, él es un enfermo, y yo estoy presionada y cansada, y lo único diferente es que no tengo tus problemas de concentración, pero es mucho para mí. No me imagino si hubiésemos entrado a otra escuela.
—Yo a veces me aburro todo el día —comenta Alice. —Pero igual voy.
Todas se ríen, incluida la más pequeña, y se inclina para besar la mejilla de su hermana. —Seguro se hará más fácil en unos días.
—Cariño, encontraré una solución. Pediré que te adecuen los exámenes y probaremos con un horario más ligero, aunque tengas que poner más materias al final. Soluciones hay, pero por favor, no te desesperes y no le creas a nadie que no eres nada menos que fabulosa; eres mi hija, no puedes ser poco fantástica —se queja Consuelo y les da a cada una una cuchara. Luego pone el pastel mixto en el medio de la mesa, le da un cucharazo en el medio y le ofrece el primer mordisco a Nati, y ella sonríe antes de tomarlo. Las cuatro ríen y continúan conversando sobre los planes para los próximos días.
Consuelo se va tarde a dormir, pero antes, visita a su hija de en medio o, se acuesta a su lado en la cama y le pregunta qué más la atormenta, porque la escuela no puede ser todo.
—No, nada más.
—Siempre que tengas un problema, puedes venir a mí —le asegura su hija y luego la abraza. Nati toma las manos de Consuelo y esta le pregunta si le incomoda; la pequeña niega con la cabeza y se queda agarrada a ella.
—Sé que no… no soy la hija que hubieses elegido, pero estoy agradecida de que igualmente me trajeras.
—¿De qué hablas, mi amor?
—Sé que sin Mariana no me hubieses elegido para adoptarme, y sé que adoras a Alice; es la persona más adorable del mundo.
—Te quiero a ti, no quiero vivir una vida sin ninguna de ustedes. Son mis bebés. Tal vez tú venías en combo, pero no dejas de ser una buena elección. Eres la que más se parece a mí.
—Gracias, Consuelo.
—Te amo, cielo. Trata de dormirte, que mañana igual tienes que ir a clase —dice mientras le hace cosquillas. La pequeña se ríe y vuelve a tomarle las manos; Consuelo la arrulla ligeramente y le da un beso en la mejilla.
—Me hubiese gustado llegar antes, Nataly, pero sé que estaremos juntas toda la vida —ella asintió y Consuelo esperó a que se durmiera para ir a su habitación. En la cama estaba su celular vibrando; lo tomó y respondió de inmediato a Vidal.
—Hola, estoy conduciendo por la ciudad inundada y he pensado en parar por tu casa.
—¿Quieres venir a verme?
—Me apetece estar contigo, si… si quieres visitas. No sé, es tarde, si…
—Escribe cuando llegues y te abro, avisaré igual en portería para que te dejen subir.
Consuelo no sabía si le tomaría mucho o poco tiempo llegar a casa, así que se dio una ducha muy rápida y se puso algo lo más decente posible. Se aseguró de no hacer mucho ruido cuando Vidal llegó.
Augusto lo estaba pasando excepcionalmente difícil, sus hijos, sus ex y los negocios que demandaban más de su atención. Se sentía saturado pero lo único que le daba alegría era pensar en ella, en sus conversaciones, la forma en la que Consuelo le veía cuando hablaban.
Ella le abrazó y él el beso devuelta, Augusto le dio un beso en el cuello mientras disfrutaba del aroma de su cabello mezclado con el óleo de su perfume.
Ella estaba acariciando su espalda mientras se ponía de puntillas para mantenerse abrazada a él. Augusto estaba disfrutando del calor del cuerpo de Consuelo y es que hace demasiado tiempo nadie le tocaba o le interesaba su para ella era nuevo también, sentir tanto, de alguna manera, con los hermanos bravo tenía una relación por partes; la química s****l y física que compartía con Martín jamás la podría tener con Manuel, y de alguna forma ese compañerismos, el cariño y el romance que vivía con Manuel no podría tenerlo nunca con su hermano.
Consuelo le dio un beso en la mejilla, luego uno en los labios, Augusto se lo devolvió con la
Misma intensidad se encontraron gimieron en la boca del otro, acariciándose con mimo pero sin querer parar, se despegaron un poco para caminar con cuidado hasta la habitación. Consuelo se aseguró de poner el cerrojo. Agustín la acercó a su cuerpo inmediatamente y la besó mientras se desnudaban solo podía rezar porque las mezclas de todo lo que deseaba estuvieran en el. No quería volver a entregarse a nadie sin recibir amor y felicidad a cambio, consuelo de verdad quería que Augusto fuera el correcto para ella, por sus hijos, para la familia que querían construir.
—El sexo de papás es menos ruidoso—Comentó Augusto divertido y ella asintió.
—Umm—Respondió mientras le empujaba hacia la cama. Los dos rieron, Consuelo iba a decir que tenía una gaveta llena de preservativos, pero, los dedos que acariciaban sus cuerpo volvieron a desconcentrarla, más aún cuando recordó que debía mantenerse en silencio. Se agarró de las sábanas, y se cubrió la boca mientras le dejaba todo el trabajo de su placer al hombre que más había querido complacerla en la vida.
Creo que él quería un refugio, una persona… en fin, una amiga, pero Consuelo decidió que los dos querían mucho más.
Consuelo nunca había tenido problemas con la mañana siguiente, porque solía despertarse, ofrecer café y echarles de su casa. Esta vez, se había despertado; Vidal le había dado unos cuantos besos, explicaciones básicas, y ella volvió a dormirse. Cuando despertó, escuchó la voz de sus curiosas hijas.
—No sabía que te desnudabas —comentó Nati.—Siempre he pensado que no es del todo normal.
—Mamá, buenos días. ¿Nos llevas a la escuela o tomamos un bus o un taxi? Porque a mí no me gusta llegar tarde.
Consuelo acarició el lado contrario de la cama y suspiró aliviada porque Vidal no estuviera ahí, por no tener que explicarle.
Vidal.
Se dijo a sí misma, y abrió los ojos.
—¿Hola?
—¿Mamá?
—Ahh, buenos días, ¿algo… ocurrió anoche?
—¿Perdiste tu ropa? —pregunta Natalia, y su mamá asiente mientras se cubre con la cobija.
—Creo… creo que estoy en la menopausia.
—Ohh, Consuelo, dicen que eso es horrible.
—Con razón tus cambios de humor, tan gigantes. No calculé que estuvieras tan vieja —comenta Natalia.—¿cómo podemos apoyarte en este momento?
—Evita llamarme vieja, proque es… es una menopausia temprana.
—Consuelo, deja de inventar—se queja Mariana —¿No puedes admitir que te gusta dormir desnuda?
—Vale, está bien, me daba pena admitirlo, pero sí.
—La escuela empieza en veinte minutos y vivimos a cuarenta minutos, vamos a llegar tarde—se queja la menor.
—Voy… voy… a ponerme algo, y nos vamos, ve por tu bolsa.
—Alice por poco es China. —se queja su hermana.
—Seguro es hija de un militar.
—Sus otros papás eran estrictos, tenemos que enseñarle a ser feliz, flexible—Comenta Consuelo y las tres se ríen, Alice les grita desde su cuarto que van tarde.