Yo siempre intenté entender la desconexión que sentía hacia mi madre. Porque ni a mí me parece normal. Una vez le pregunté todos los datos de mi parto, que fue un embarazo normal, treinta y ocho semanas con siete días, y nací un día antes de lo previsto. Mi papá cortó el cordón umbilical, me tuvo primero en sus brazos y me dio un beso en la frente antes de entregarme a su esposa, la mujer que se quedó conmigo abrazada por casi una hora. Luego me llevaron a hacer todo lo normal, y un poco más tarde me alimentó, pero... creo que el piel con piel, la lactancia, estar juntas por nueve meses no nos sirvieron de nada, es como si no fuéramos familia.
Ramón me pide que me tranquilice, y es que siento que explicarle esto a mi hermana será lo más complicado de la vida. Yo me encapriché un tiempo en llenar los zapatos de mi mamá, como si compartir carrera nos fuese a unir, y no, de nada me sirvió pasar anatomía, neuroanatomía, llegarle a embriología y cuidar huevos, eso de darles vuelta y aquí y allá. El año más raro de mi vida, mi papá fue quien me hizo entrar en razón: que medicina no era demasiado para mí, sino muy poco para mi creatividad, mi imaginación y para hacerme feliz. Tan rápido como se dice chao-bye, tenía las cosas empacadas y ya estaba yéndome de viaje a Europa, es que la vida es solo una, pero es obvio que hay cosas que te marcan, como perder un bebé, que era en verdad un montículo de células, pero... no somos solo eso, un montículo de células.
—Gretta, vamos a dar una vuelta —propone Rod, mi cuñado. Ve, toma aire fresco y ponte una coleta para el pelo tan hippie que llevas —se acerca a mi oído —y nos fumamos algo. —retoma su tono normal. —Y traemos algo para tu papá y para Ramón.
—Voy a salir con Rod —Respondo y Ramón asiente. Cuando subimos, mi cuñado y yo al elevador, le escribo un mensaje a Jorge, pero no sé si sea suficiente, así que le pido al cuñado que me baje el w******p, él sonríe y me pregunta si ya he puesto el correo del cloud.
—Me ves como alguien que tiene un cloud.
—Sí, como una escritora famosa que tiene una computadora y sí tiene un correo.
—Ah, mira, ahí está mi libreta especial —Rod se ríe con más ganas, y yo le doy un golpe en el brazo.
—Me has dejado con el pelo así, Rod.
—Sí, porque tu hermana dice que son rizos naturales, y blah, pero no te ves peinada y no quiero ofenderte, pero así parece mucho a tu madre.
—Gracias por lo de "no quiero ofenderte".
El elevador se abre y Rod saca un par de cigarros. Vamos a la entrada y le doy una calada larga en cuanto tengo oportunidad. Él toma asiento y enciende el suyo tranquilamente, se da un tiempo y lo veo disfrutar. Me quedo en silencio pensando en tonterías para no pensar en mi realidad.
—Tu hermana ya no quiere casarse conmigo.
—Te voy a decir una cosa de Rini, si ella no es la protagonista no quiere ni participar, en lo único que es secundona es cuando acepta el coprotagónico con su hermana, por lo demás, si tu mamá dirige tu vida, mi amor, mi hermana no es para ti.
—Mi madre no lidera mi vida.
—No, pero ella quiere un prenupcial ella, quiere mandar, y en tu vida deberá haber solo una mujer.
—Es lo que haces con Ramón.
—Bueno, primero no discuto sobre Ramón con su hermana —Rod se ríe y me da un beso en la mejilla.
En la parte de arriba, alguien más recibe un consejo acompañado de un café; eso sí, mi padre no se aguanta nada y le da un golpecillo en la espalda a Ramón, entonces le pregunta.
—Desde hace cuánto estás con Gretta.
—Unos meses.
—Ya... muy bien por los dos.
—Sí, muy bueno en verdad, la quiero muchísimo, y quiero casarme con ella —Mi padre se ríe y le mira muy tranquilo.
—Te toma mucho tiempo, pero cuando vas, te lanzas hijo, es lo que Gretta merece, un buen hombre, uno que proteja su corazón, y la ame muchísimo, si además puedes hacerla feliz y darle compañía cuando esté triste, estás ganando, con eso me basta.
—Gracias.
Cuando vuelvo a subir, acaricio la espalda de Ramón, este eleva la mirada y se pone en pie para recibirme, me da un beso en la mejilla y me invita a darle un sorbo a su café. Le doy un abrazo y un beso.
—Me voy a quedar toda la noche con mi hermana.
—Creo que es mejor que venga a casa con nosotras.
—Gracias.
—Rod, ¿cuándo vas a dejar de fumar?
—Le estaba diciendo a Gretta que es un pésimo hábito, yo me estoy comiendo unos chicles y siguiendo una meditación
—Cómo eres chivato.
—Pueden ir juntos, Gretta; también lo está dejando, desde hace como mil meses, pero que gano, gano esta —insiste Ramón.
Consuelo y Simonetta se acercan y acusan de inmediato a Ramón, quien les había enviado un mensaje de texto diciendo que mi hermana estaba enferma, pero que no vinieran. Las dos se muestran ofendidas, y es que Consuelo no ha dudado en golpear a su hermano, majarlo y darle una mirada asesina.
—¿Quién se cree Ramón?
—Se pasa.
—Es que se cree tu papá cuando llegaba con el carro por nosotras y bajaba la ventana tipo "voy a matarlas".
—Sí, qué pesado.
—Señor Rigo, yo a usted lo amo, eh, cuando yo sea mamá y tenga la oportunidad, también voy en pijama a esperar a mi hija y sus amigas, y si no llegan al auto me bajo la ventana.
—Consuelo, cuando tengas a una hija a la que atormentar, tú me llamas y hago el trabajo sucio por ti.
—Ahh, estoy en proceso de adopción de dos adolescentes —mi papá ríe y todos nosotros nos contagiamos, porque, como podrán adivinar, a la que le bajaban la ventana era a ella que tenía que despedirse muy románticamente y casi siempre necesitaba un par de regaños de camino a casa por beber alcohol. —Me encanta esta información —responde mi papá muy divertido, y vuelve a
Nos informan poco después que mi hermana va camino a su habitación. Mi papá y yo vamos a esperar que se despierte. Cuando lo hace, casi una hora después, estaba despierta, con mucho dolor y con toda la tristeza recibió las noticias que su padre y su hermana le dieron. Lina se abrazó a mí, y traté de recordarle que podría volver a intentarlo en unos meses, que tendríamos todos los cuidados, pero el dolor de perder un hijo es algo que la gente no logra describir con claridad, pero a mí me ha quedado claro todo lo que sentía. No me despegué de mi hermana por el resto de la noche, pero cuando he salido de la habitación, los he visto a los tres: Consuelo acostada en una banqueta, Simonetta bebiendo café como si fuera la sala de su casa y Ramón descansando los ojos. Me acerco a Sim, y ella extiende su brazo hacia mí, me da un beso y un abrazo, y yo a ella.
—¿Cómo está?
—Muy dolida —reconozco y mamá dice que no es para menos.
—Sé... que puede sonar insensible, pero William y yo no estamos tan sólidos, y tengo hoy el ultrasonido y pensé como tú y Ramón siempre van a estar en mi vida. Sería bueno... tal vez, si quieren ser mis padrinos, buenos los del bebé, y si quieren venir en la tarde conmigo. —Ramón estira su mano hacia Simonetta y entrelaza sus dedos con los de su prima y le da un beso en los nudillos.
—Queremos, aceptamos y eres una perra insensible —me río a carcajadas y Simonetta me sigue. Mi hermano le da un beso en la mejilla a su prima y me da un abrazo.
—Cuando Sammy se muera, seremos papás —le abrazo de vuelta y su prima le pega en la cabeza.
—Andas desatado, está de loco, ¡enfermo!