La corte

2206 Words
Les voy a contar algo que ha pasado durante las últimas diez horas con cada uno de nosotros: William recibió la visita sorpresa de su hijo, quien decidió aprovechar la ausencia de papá y organizar una fiesta con sus amigos en casa, con todo el alcohol que encontraron, un montón de golosinas, y lo que más le preocupaba era el exceso de preservativos en el baño. Simonetta recibió una llamada de la clínica de fertilidad, informándole que la mujer que había seleccionado y a quien le habían inseminado estaba embarazada. Ella sonrió y se quedó en silencio en su casa, pensando en la habitación de su hijo y en lo feliz que se sentiría su casa y su vida en unos meses, llena de amor. Manuel había hecho todo lo posible por conversar con su esposa, pero ella creía que era muy tarde para todo, ambos habían mentido, habían fallado, y no había forma de reparar una relación que parecía totalmente rota. Hacer las paces les resultó igual que escupir hacia el cielo, siempre te cae en la cara. Ramón y yo... bueno, comimos pastas, tomamos vino, y me gustaría mentir y decir que fuimos a dormir cada uno en nuestras casas, pero no... subimos a mi habitación, no recuerdo cuál fue la excusa, pero estoy segura de lo que pasó, además de ser consensuado, fue maravilloso. —Gretta, podemos... solo... pensar por qué no. —Buenos días —saludé de vuelta. —No vamos a tener una situación financiera, somos felices, vamos a tener un desastre andante, somos amigos, nuestras mamás, nuestros hermanos, es como tener una relación familiar. —Está muy bueno el sexo familiar. —Muy bueno, saludable, el problema es lo que van a decir... —Umm... Ummm, no voy a follarte a escondidas ni con la luz apagada, si estamos juntos, estamos juntos. —Pues no podemos. —Gretta. —Vamos a divorciarnos, ya, ya, ya —le informo y lo jalo de la cama, me cubro de inmediato con la sábana para que no tenga tiempo de contar las lonjas que tengo, y me hago una nota mental para ir al gimnasio hasta que se me bajen. La verdad es que no se puede ser la amiga gorda número tres en el teatro y en la vida real. Voy a tomar una ducha sola y siento el agua disminuir cuando Ramón abre la ducha del baño contiguo, me restriego bien el agua el jabón y salgo rápido a buscar una muda, me quedo viendo los vestidos y, a pesar de que me siento de humor de verde, me pongo uno gris para ir a la corte. Cuando salgo veo a Ramón vestido con unos jeans, zapatillas y una camisa negra de botones. Le ayudo con los botones y le miro a los ojos. —Somos amigos de toda la vida. —Podríamos ser más y lo sabes, ¿a qué le tienes miedo? —A perder —Respondo y le doy un golpe en el pecho. —Desayunemos fuera, pero el café huele espectacular, tengo unos vasos...—Ramón se acerca a mí y me da un beso. —Firmo el divorcio con una condición. —Ramón Evaricio Murdok —los dos reímos ante la mención de su ficticio segundo nombre. —Escucha. —Tienes que salir conmigo, en una cita, y tienes que tener sexo todo el mes conmigo. —Vamos en autos separados, porque las hormonas te han nublado la cabeza, de paso, tal vez choquemos y no me hace falta tu firma. Ramón se retira y toma sus llaves, voy hacia mi auto, Ramón me recuerda que hace veinte años con costo pasé el examen de conducir, y todo porque le lloré al evaluador. Insiste en llevarme si es lo que quiero. Cuando llegamos al juzgado nos dicen que es fácil y rápido y Ramón decide ir a desayunar unas carnitas para iniciar el día, me río solo de verlo, me pido unos huevos y un pan, me siento a su lado, y Ramón insiste en invitarme a cenar esta noche. —Ya en serio, somos amigos de toda la vida, ¿por qué ahora? —Bueno, tal vez siempre me has gustado. —Ramón. —Si no es ahora, ¿cuándo? Lo mismo se preguntaba Simonetta mientras ingresaba a la casa de su esposo. Si no se divorciaban hoy, ¿cuándo lo harían? Tenía que trabajar y le gustaría resolver ese tema antes de que su hijo naciera y William ni siquiera salía. El joven abrió la puerta con mal humor y miró a Simonetta. —Mira, ve por los papeles, los firmo y listo, tengo un problema familiar. —Los dos escucharon el vómito de Wally, y la mujer ingresó al apartamento. —Te dije que te quedaras en el baño—le recuerda su padre. —Simonetta de verdad que no puedo moverme. La joven ve la casa de William, a su hijo y el desorden, es obvio que ha pasado un huracán por el lugar, y sabe perfectamente que no ha sido su padre. La mujer observa al adolescente que vomita como si no hubiese mañana, una sustancia amarilla y preocupada saca el teléfono de su bolsa para llamar un médico. —¿Qué estás haciendo? —Voy a llamar a un médico, falta una hora para que la corte abra de todas maneras —dice la mujer mientras llama alguien en su teléfono, ella va a buscar servilletas para ayudarle a limpiar el reguero y prepara agua con azúcar para el joven que se pálido y enfermo. Le insiste en que tome un par de sorbos y su padre niega con la cabeza mientras continúa recogiendo los desastres en su casa. —Muchas gracias. —Responde el joven y se apoya contra la pared. —¿William, qué le ha pasado al niño? —Está crudo, probablemente, drogad y en muchos problemas. —¿Desde hace cuántas horas está vomitando? —Desde hace tres horas. —¿William, le dejas así? —Sí, porque ha aprovechado que no he estado en mi casa y ha montado una parranda que he tenido que lavar el techo, desde que llegué está tan jodidamente borracho que no deja de dormir si le llevo a un hospital tengo que llamar a su madre y si se muere aquí también, pero de la segunda forma. Sé que será más doloroso —¿Un día de fiesta? —Cuatro días de peda y sexo en mi casa. ¿Te imaginas cuántas menores de edad han dejado a sus novias embarazadas en mi sofá?—le pregunta a Simonetta y ahora, arrancado en esta ira feroz— ¿Sabes lo que va a decir tu mamá? ¿Lo que va a decir tu padrastro? Confiaba en ti Wallace, ahora, puede que ni siquiera me dejen verte cuando se enteren de este desmadre. Sabes que las cosa son limitadas y complicadas ahora. —No nos dejan vernos porque eres un solterón irresponsable que nunca tiene tiempo, ni dinero. Me abandonaste y a ella, y solo vuelves para cagarte en nosotros. —Simonetta se pone en medio de su hijastro y su esposo. —¿Tienes un jodido fin de semana al mes conmigo y te largas para qué? —Creo que para no ser todo lo malo que “aparentemente” es tu padre por irse un fin de semana con su mejor amigo a su boda, deberías comenzar por tomar responsabilidad. —interviene Simonetta. —Levántate, limpia esa vomitada y el resto de esta casa. Tú cometiste un erro Wallace, eres un niño, y bebiste como un alcohólico, ahora no puedes ni moverte —Grita Simonetta. —Ven, tú y yo vamos a tomarnos un café y a hablar. William se disculpa nuevamente con Simonetta mientras se limpia los ojos. La mujer prepara una taza de café mientras William intenta recomponerse, llora desconsolado pensando en todo lo que está mal en su vida. El joven se cubre el rostro y Simonetta le da un abrazo. Le recuerda que no todo el mundo lee una página completa, una frase que su madre solía repetirle hasta el cansancio pero que parecía adecuada para la situación. De lo poco que había hablado con William, se dio cuenta de que amaba a su hijo absolutamente. Había mencionado a Wallace unas doscientas veces en el fin de semana, y era evidente para ella que lo adoraba y quería lo mejor para su hijo. —No soy un irresponsable, le he dado la casa a su madre, un auto, pago una mensualidad escandalosa por su colegiatura y manutención... —¿Y no visitas? —pregunta Simonetta en tono despectivo. —No soy perfecto, a veces me atraso y el esposo ¡wow! de mi ex... ¡es perfecto!—William intenta calmar el tono de su voz pero, está lleno de dolor y las palabras salen en tono fuerte. — Siempre quieren recalcarme que soy un perdedor. A veces los matrimonios no funcionan, las relaciones son complicadas entre dos, y la paternidad enfría las cosas, elegir entre el helado y los pañales es una mierda. No es fácil tampoco para mí ver que tienes un nuevo papá. A veces elijo quedarme a limpiar el sudor de la gente para poder generar los cinco mil dólares de tu matrícula que no son nada cuando tienes entradas fijas, no un negocio mediocre y vida de millonario. No soy un irresponsable, no voy a eventos porque es complicado conseguir tres cupos, pero al final va su madre, su padrastro y la familia del padrastro. ¿Crees que mi mamá se sintió feliz de saber que no estábamos invitados a la semana de la familia? ¿Mi papá se siente bien con la idea de perderse tus eventos deportivos? Crees que quiero una relación de un fin de semana al mes con mi hijo, sin un mensaje de buenos días los otros días restantes, tú y ella hacen todo esto, pero publicaste unas fotazas en su nueva vida, Wallace, tú y tu mamá... ustedes me han sacado de tu vida, como si se tratara de un chat de w******p. —Lo siento —dice Simonetta y le abraza, esta acaricia su espalda y le abraza de vuelta para intentar calmarlo. La joven ve los vómitos de Wallace, le advierte al joven y le acerca un rollo de toallas. —Wallace, todo limpio—anuncia firme Simonetta. El médico le hace una extracción de sangre, le coloca un suero para ayudar a bajarle la borrachera y su padre le advierte que hablarán seriamente en cuánto esté mejor. Simonetta se coloca en medio de ambos hombres y le pregunta al médico: —¿Podemos irnos unos minutos y volver?—pregunta Simonetta. —¿Pueden pasar dejando las muestras al laboratorio? —Sí, sí, por favor, William. —Si está bien no hay problema. Después de que regrese. Este le escribe un mensaje a su expareja a pesar de que sabe que las coas se complicarán para los dos, cumple con su deber. William Camila, Wallace se ha quedado en casa, ha montado una fiesta y no partir al cole hoy porque no para de vomitar.. Camila Wallace dijo que tú le organizaste una fiesta con sus amigos, William. Hablamos más tarde, esto trabajando. Tengo por seguro que no se puede repetir. William Prefiero que hablemos en persona. Camila no le responde nada más a William. Simontetta deja las muestras en el laboratorio y William la ve ingresar al auto. Esta le dice que en media hora estarán los resultados. Luego le da las gracias por acompañarle. William no responde nada, solo ve por a ventana y Simonetta continúa conduciendo con tranquilidad, confiada a que con suerte serán los primeros en ser atendidos, no cuenta con una pareja más ansiosa que ellos y una mujer recién casada que quiere tener sus opciones bien claras. William escucha a Simonetta venderle el divorcio como algo normal, súper natural, pero en su caso significa algo que su ex usará en la corte en su contra para que no puede ver más a su hijo. —Lo mejor para todos es terminar con ese matrimonio y volver a casa con su hijo, el médico dijo que lo primero sería rehidratarle. La pareja camina en silencio hacia el juzgado. Simonetta intenta quitarle importancia a la situación con su hijo. —No soy un mal papá. —No, solo no eres el que lo disciplina, eres su maaig, el que le deja a hacer de todo, así que cree que si le cachas se te pasará. —comenta divertida. —Todos los hijos hacemos cosas malas. —Ya... Los dos se sorprenden al encontrarse con Consuelo, de primera en la ventanilla de solicitud de divorcio. Ramón y yo la miramos muy asustados, y todos intentamos explicarle que un día de matrimonio malo no significa que todos tendrán la misma experiencia. William abogó por su mejor amigo y le recordó cuán locos y enamorados estaban hace una semana cuando decidieron que sería mejor casarse antes de que sus madres los enloquecieran. —Consuelo, Manuel te ama. —Dime la verdad, ¿es gay o solo tiene problemas eréctiles?
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